Homilía Domingo III de Navidad; 13-I-2013

Bautismo del Señor: el Padre manifiesta la misión del Hijo

 En el libro del Éxodo, Israel es el hijo primogénito, liberado de la esclavitud en Egipto para servir a Dios y ofrecerle el sacrificio (Ex 4,22), es el pueblo que pasa entre dos murallas de agua del mar rojo y por el sendero seco a través del río Jordán; mar rojo y río Jordán, que son anuncio del Bautismo.

             Jesús baja con la gente al Jordán para hacerse bautizar. El bautismo que Jesús recibe, no es sólo bautismo de penitencia: la manifestación del Padre Celestial y la bajada del Espíritu Santo, le dan un significado preciso: Jesús, es proclamado “Hijo predilecto del Padre” y sobre Él se posa el Espíritu que lo reviste de la misión de profeta de sacerdote y de rey para anunciar la Buena Nueva, para el único sacrificio y para ser Mesías salvador.

             “Cuando Jesús fue bautizado, estando en oración, se abrió el cielo y descendió sobre Él el Espíritu Santo en apariencia corporal como de paloma, y se oyó una voz del cielo: Tú eres mi hijo predilecto, en ti me complazco”. Jesús ora y el don del Espíritu Santo se escuchó en la plegaria. Tenemos aquí un tema inconfundible de Lucas, confirmado en otros lugares del mismo Evangelio: “Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino” (Lc 11,2) y “si ustedes que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuanto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan”. El Bautismo de Jesús está conectado a la genealogía que en forma ascendente se remonta hasta Adán y hasta Dios. La figura de Jesús entonces, resulta aleccionadora para todo cristiano: en el Bautismo, la oración de la Iglesia hace descender sobre nosotros el Espíritu que haciéndonos hijos de Dios engarza nuestra pobre genealogía humana a la de Dios.

             Cristo es el “Hijo amado” que ofrece el único sacrificio aceptable al Padre Celestial; Cristo que sale del agua bautismal del río Jordán, es el nuevo Pueblo que resulta definitivamente liberado: el Espíritu no solo desciende sobre Cristo, sino que permanece en Él para que los hombres reconozcan en Él al Mesías enviado a traer a los pobres la alegre noticia. El Espíritu que hasta entonces no tenía morada permanente entre los hombres, ahora, por Cristo, permanece en la Iglesia.            El Bautismo de Cristo es nuestro Bautismo, pues, la redacción de los evangelistas presenta el Bautismo de Jesús como el “bautismo del nuevo Pueblo de Dios”: el Bautismo de la Iglesia.

            La misión de Cristo es prefigurada en la del Siervo sufriente de Isaías; Siervo de Yahvé que carga sobre sí los pecados del pueblo. En Cristo que se somete a un acto público de penitencia, vemos la solidaridad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo con nuestra historia.  Jesús no toma distancia de una humanidad pecadora: al contrario, se identifica, para manifestar mejor el misterio del nuevo Bautismo y los consiguientes compromisos de actividad apostólica que de ahí se derivan para quienes somos discípulos.

 Es difícil comprender que la Iniciación Cristiana no tenga un lugar bien claro en la conciencia explicita del cristiano y que muchos fieles no sientan el ingreso a la Iglesia por medio de la Iniciación Cristiana, como el momento decisivo de su vida.  Bautizados y viviendo en la fe de la Iglesia, los cristianos necesitan descubrir la grandeza de la vocación cristiana. La Iniciación Cristiana, que iniciaremos a implementar a fines de este mes, expresa el amor proveniente de Dios, significa nuestra participación en el misterio pascual del Hijo y también realiza la comunicación de una nueva vida en el Espíritu. Todo esto  pues, nos pone en comunión con Dios, nos integra a su Familia Trinitaria y es el paso de la solidaridad en el pecado a la solidaridad en el amor.  Es difícil comprender que la Iniciación Cristiana no tenga un lugar bien claro en la conciencia explicita del cristiano y que muchos fieles no sientan el ingreso a la Iglesia por medio de la Iniciación Cristiana, como el momento decisivo de su vida.

 

Héctor González Martínez

        Arz. de Durango

 

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