Descubrimiento del Continente Americano
El 12 de octubre de 1492, con el descubrimiento del Continente Americano, marca para los europeos, un horizonte geográfico, antropológico y evangelizador que abrió horizontes de todo tipo para la inteligencia, la investigación, el compromiso, la ambición y la envidia, etc. Poco a poco, los europeos fueron saliendo de la sorpresa a la reflexión y a las aplicaciones que despertaban las noticias que iban recibiendo sobre lo hasta ahora desconocido y que hasta entonces ni siquiera sospechaban.
El genovés Cristobal Colón, en su carta a la Corte española, anunciando el descubrimiento, pinta un escenario paradisíaco: hombres desnudos, sin malicia, sin intereses materiales, que viven en armonía con la naturaleza, “son la mejor gente y más mansa del mundo”, viviendo en un sinfín de riquezas. El florentino Américo Vespucio, en cartas dirigidas a personajes de la Toscana, pinta las tierras paradisíacas que conoció; en una de ellas fechada en 1523, declara: “es justo llamar a estas tierras Nuevo Mundo… el aire es más templado y tibio que en cualquier región conocida”.
También Fray Bartolomé de las Casas idealizó expresando: “todas estas universas e infinitas gentes crió Dios las más simples, sin maldades ni dobleces. Obedientes, fidelísimas a sus señores naturales y a los cristianos a los que sirven. Son sumisos, pacientes y virtuosos. No son pendencieros, rencorosos o vengativos… estas gentes serían las más bienaventuradas del mundo si sólo conocieran al verdadero Dios”.
Utopía, que en griego significa “no lugar” (lugar que no existe), se aplica a algún proyecto social irrealizable: Platón escribió “La República” y Campanella “La Ciudad del Sol”. En 1516, Sto. Tomás Moro en su “Utopía”, presenta una sociedad ideal, caracterizada por la búsqueda de la felicidad y el desarrollo de la libertad, con una comunidad de bienes en la base del sistema económico y una fuerte institución familiar como factor de cohesión social; Tomás Moro, pensaba en el continente recién descubierto. En el siglo XIX, destacan los socialistas utópicos Owen, Saint-Simón, Fourier y Huxley.
En 1956, A. Uslar Pietri, ensayista venezolano comentó: “América puso a Europa a cavilar y a soñar: Le ofreció un mundo nuevo para medirse y compararse. Le brindó a los europeos nuevos temas y nuevos motivos para expresar la insatisfacción que experimentaban por el orden en que vivían”. Tal idealización, dice el ensayista venezolano se basa: “más que en el conocimiento, en un vago sentimiento de la novedad y la bondad americanas”, que no mucho después encontró su desencanto.
Los utópicos no conocieron los sacrificios humanos en la gran Tenochtitlán, las guerras para sacrificar prisioneros, las prácticas antropófagas y los martirios de misioneros en el norte de nuestro país, el frío en La Rosilla y en Santa Bárbara, los muertos de Tlatlaya y Ayotzinapa, las distintas clases de marginados, los habitantes en casas de cartón, el calvario de agricultores y ganaderos. Estas y otras especies, son indicios de que también en América nos enferma el pecado original.
Héctor González Martínez
Arzobispo Emérito de Durango
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