Procesión de Desagravio ante la Violencia

PROCESIÓN DE DESAGRAVIO ANTE LA VIOLENCIA
1.- Saludo.
HH. Autoridades civiles, legislativas, judiciales y universitarias; Colegios y Cámaras empresariales y de profesionistas; Hermanos Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y Seminaristas; laicos de Parroquias y Decanatos de esta Región Pastoral; fieles y ciudadanos todos.
Les saludo, a todos y cada uno, con las palabras de Cristo Resucitado: “la paz esté con ustedes” (Jn 20, 21).

2.- Introducción.
El Concilio Vaticano II, como faro de luz que orienta los tiempos que vivimos, inicia un documento diciendo: “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1). La Iglesia pues, vive en medio de los ambientes y situaciones en que se desenvuelve la vida de los hombres; con ellos, se alegra o sufre las situaciones favorables o desfavorables.
En consecuencia del ambiente, del desconcierto y del nerviosismo que respiramos desde hace largos meses, por la inseguridad y la violencia que vienen apareciendo en poblados y ciudades pertenecientes a esta Arquidiócesis, queremos orar oficial y públicamente presentando la aflicción y el dolor de nuestros corazones e implorando paz y serenidad de lo alto.
“Todos caminando, vamos caminando viendo, pensando, actuando con Jesús”; así hemos venido hoy, creyentes católicos, congregándonos en el centro de nuestra ciudad, bajo la solidez de nuestra Catedral, desagraviando a Dios, por los atropellos contra su honor divino y contra la dignidad humana.

3.- Primera lectura, del profeta Jeremías (20, 10-13).
En la primera lectura, el profeta Jeremías presagia nuestra situación: “todos los que eran mis amigos espiaban mis pasos, esperaban que tropezara y me cayera, diciendo: si se tropieza y se cae, lo venceremos y podremos vengarnos de él”.
Desde adolescente en el Seminario Menor, sabíamos del narcotráfico en algunos lugares de la Arquidiócesis; pero ha evolucionado; ahora, más y nuevos actores se discuten el control por rumbos varios y diferentes.
Sin embargo, el profeta Jeremías, también ofrece confianza y esperanza a nuestros apurados corazones: “el Señor, guerrero poderoso, está a mi lado” y hoy en la Eucaristía dominical la Iglesia universal y nosotros con ella cantamos confiados: “escúchame, Señor, porque eres bueno”.

4.- Segunda lectura, de S. Pablo a los Romanos (5, 12-15).
En la segunda lectura de hoy, S. Pablo abre nuestra comprensión a la personalidad corporativa de las cabezas primordiales de la humanidad, dice: “por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte; así, la muerte llegó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.
La envidia y la lucha fratricida que llevó a Caín a matar a su hermano Abel, se repite hoy entre mexicanos de carne y sangre, hermanos de bautismo y religión: nacimos bajo el signo del pecado y este todavía nos encadena y aprisiona, dejando claro que el hombre por sí solo no puede salvarse o redimirse y liberarse. La salvación es gracia o don de Dios y por ello recurrimos a Él. Así, S. Pablo completa hoy, que somos salvados por: “gracia y don gratuito de un solo hombre, Jesucristo, que se ha desbordado sobre todos”.
Todo pecado, es no sólo personal o individual; tiene también una resonancia social y comunitaria; y por ello, humilde y solidariamente pedimos perdón para nosotros y perdón para los actores de esta violencia contra el honor de Dios; violencia de hermanos hombres contra otros hombres, quizá de bautizados contra bautizados; atropellos que son a la dignidad de todo hombre, que es la única criatura a quien Dios ama por sí misma y en quien mejor refleja su gloria. Junto con el perdón, igualmente pedimos la salvación, la compasión y la misericordia “por ustedes y por muchos”, porque nuestro Dios es así, compasivo y misericordioso.
La Arquidiócesis, ofrece este acto de reparación y desagravio sobre todo a Dios, pero también al hombre y a la naturaleza, a quienes todos hemos ofendido de pensamiento, palabra, obra ú omisión; hemos sido solidariamente unidos en el pecado: solidariamente unidos nos presentamos en la contrición.

5.- Evangelio de S. Mateo (10, 26-33).
Recordando también hoy, que el Apóstol y Evangelista S. Mateo es patrón de la Arquidiócesis; hoy en su Evangelio alienta nuestra confianza, amonestando: “no tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Estas palabras del patrón de la Arquidiócesis, son una invitación a tener fe en la Palabra Encarnada, Jesucristo, que es la Buena Noticia, que siempre está con nosotros y que nos acompaña en la misión; tener fe, por encima de tantos miedos como reacciones del instinto de conservación o de la adrenalina ante amenazas inesperadas o anunciadas.
Jesús no ignora la situación y sabe lo que espera a sus discípulos: “los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas…. Los odiarán por mi causa” (Mt 10, 16ss). Pero tiene una luz interior y nos alienta: “no tengan miedo” de testimoniar públicamente su fe, de anunciar el Evangelio a plena luz del día y de tener fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. En las presentes circunstancias de violencia e inseguridad las palabras de Jesús: “no tengan miedo”, significan “tengan fe, esperanza y amor”. La Iglesia que formamos, vence el miedo al ocultamiento silencioso; se mueve “en estado de misión” y ofrece su Evangelización misionera. Trabaja por revivir o reavivar la gracia de los Sacramentos, por influir en la conciencia de los bautizados, para que ahí el Evangelio dé brillo al sello bautismal que nos marca desde pequeños; que el Evangelio marque nueva y honda huella en las conciencias queriendo llegar a mirar, pensar y actuar a tono con la mirada y los sentimientos de Jesús.
S. Mateo, patrón de la Arquidiócesis también afirma “teman más bien a quien puede arrojar alma y cuerpo al lugar de castigo”. Algo muy diferente del miedo es el temor de Dios. El Salmo 33, 12 nos invita: “venid hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor”. El temor del Señor, es elemento, compañero y aliado del amor; es principio de sabiduría y don del Espíritu Santo; es otro nombre de lo maravilloso y de la alabanza, como en la sanación de un paralítico en S. Lucas: “el asombro se apoderó de todos y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: “hoy hemos visto cosas increíbles” (Lc 5, 26). Una trágica verdad, que decimos con frecuencia es “hoy, ya no hay temor de Dios”; y cuanto más disminuye el temor de Dios, como nos enseña S. Mateo, más crece el miedo a los hombres, como se respira en el ambiente. La baja del temor de Dios, en vez de liberarnos de los miedos nos ha impregnado de ellos: los papás abandonan el temor de Dios y los hijos abandonan la devoción y la obediencia a sus padres.
¿Cómo salir de nuestros miedos en formas de inacción y de ocultamiento, de crisis de nervios, de depresión y hasta de suicidios?: hay que redescubrir la necesidad y la belleza del santo temor de Dios.
Precisamente, hemos caminado por las calles, enarbolando imágenes del Sr. de la Misericordia, porque Juan Pablo II, conoció en vida a sor Faustina Kowalska y su virtud, la beatificó y la canonizó, aprobando las revelaciones, la imagen y las devociones del Sr. de la Misericordia. El domingo 30 de abril del año 2000, el Papa empezó la homilía de canonización proclamando: “demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal 11,1). Y comentó: el mismo día de la Resurrección, Jesús muestra sus manos y su costado, es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. De ese corazón sor Faustina, verá salir dos haces de luz que iluminan el mundo: estos dos haces, le explicó un día Jesús mismo, representan la sangre y el agua. La misericordia divina llega a los hombres a través del corazón de Cristo crucificado: ‘Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en persona’ pidió Jesús a sor Faustina; también le dijo: ‘la humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la Misericordia Divina’. El fiel cristiano, puede pues, valerse de esta espiritualidad para ahondar en el misterio de la Compasión y la Misericordia divinas y cobijarse a su sombra; sigamos esta imagen habitualmente.

6.- Exhortaciones.
Ante el ambiente enrarecido y desorientado, hoy y aquí, bajo la imagen del Sr. de la Misericordia, precisa la conversión y el cambio de todos; el pueblo aspira a convivir y trabajar en fraternidad, armonía y paz; que se investiguen los hechos y se conozcan los resultados; la sociedad necesita información básica y confiable para que no todos o cualquiera divulguen sus versiones envolviéndonos en la incultura del rumor: a veces cuesta dificultad distinguir quien nos habla con la verdad.
Hoy y aquí, elevemos súplicas y plegarias por la Sociedad civil y el Reino en su conjunto, que nos necesitan a todos; que Dios Padre bueno, consuele y mantenga en pié a las personas que han perdido familiares en esta violencia; que nos sacudamos la apatía y el miedo; que ejercitemos un discernimiento razonable y cristiano y que asumamos las situaciones, cada quien según su rol social o religioso; Ante todo, que prevalezcan la trascendencia, Cristo Jesús y su Evangelio.
Elevamos súplicas y plegarias por nuestras autoridades, en sus diversos e importantes cometidos de presidir y acompañar a la sociedad promoviendo su desarrollo integral, normando su interacción social, guardando el orden, impartiendo justicia a conciencia y coherentemente, canalizando o encauzando los fenómenos sociales para sanearlos, en lo que todos somos indispensables.
Nos dirigimos a los adolescentes y jóvenes, exhortándoles con palabras de Juan Pablo II: “las drogas son la nueva esclavitud del siglo XXI”. Hay que romper pues las cadenas de esta esclavitud: “nuestra vocación es la libertad” enseña S. Pablo. Que los padres de familia no se desentiendan de sus hijos; que sin “dejar hacer”, asuman su derecho-deber a conducir a sus hijos en toda edad por el camino del bien.
Exhortamos a los implicados en la corrupción y en el tráfico de enervantes: es inmoral y pecaminoso cultivar, distribuir o comercializar enervantes, para esclavizar a hermanos; ello es un camino equivocado; la devoción a Jesús Malverde no es auténtica. Cristo, Evangelio abierto del Padre Celestial es el camino, la verdad y la vida; por Dios y por Jesús misericordioso les decimos: conviértanse, cambien y respeten a Dios y al hombre.
Con respeto y con afecto pastoral, exhortamos a los actores de la violencia y del crimen organizado; ese camino no es humano sino al contrario es inmoral e inhumano: ningún hombre puede disponer de la vida de otro hombre; con afecto y misericordia les decimos: Dios es compasivo y misericordioso; dejen ese camino de pecado, busquen el seguimiento de Jesús; conviértanse y crean en el Evangelio.

7.- Reconstruyamos la sociedad en la esperanza.
“No tengan miedo”, fieles bautizados de la Arquidiócesis; viviendo en la fe y en la verdad reveladas, sacudámonos las cadenas de nuestras esclavitudes; aprecien y aprovechen nuestro Plan de Pastoral con sus prioridades, la Misión con la implementación que se prepara de la Iniciación Cristiana, para que quienes se bautizan, se confirman y se acercan a la Eucaristía, no solo cumplan con bautizarse, confirmarse o comulgar, sino que estos Sacramentos los transformen en discípulos serios de Jesucristo y los lancen como esforzados y generosos misioneros del Evangelio.
Finalmente, nos ayuden unas frases del Santo Padre Benedicto XVI en la introducción a su hermosa Encíclica sobre la fe y la esperanza: esperanza, es una palabra central de la fe bíblica, al grado que “equivale a fe”. S. Pablo sabía que a pesar de los dioses, los efesios estaban sin Dios y, por consiguiente se hallaban “en un mundo oscuro y ante un mundo sombrío”. Ante ello, los cristianos tenemos futuro; sabemos que “la vida, en su conjunto, no acaba en el vacío”. Se nos ha dado una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente; el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino. Más aún, el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas por saber, es comunicación de hechos que cambian la vida. La puerta oscura del tiempo y del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera: se le ha dado una vida nueva.
Pueblo y Cristiandad de Durango; “no tengas pues, miedo”; con fe firme y vigorosa recurre asiduamente a la oración. El salmo 120 hace resonar en nuestros corazones y expresar con nuestros labios el abatimiento de los pobres y desprotegidos, junto con la confianza: “mi alma espera en el Señor; mi alma espera en su Palabra; mi alma aguarda al Señor, porque en Él está la salvación”. AMEN.
Durango, Dgo. 22 de junio del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

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