SOMOS CADUCOS Y ETERNOS

Durango, Dgo a 31 de octubre del 2009.- La celebración católica de la fiesta de todos los fieles difuntos, es una celebración que destaca la grandeza de nuestra fe, puesta solo en el Dios de la vida, es por eso, que se alimenta la grande esperanza de que así como Jesús resucito de entre los muertos, así resucitaremos nosotros también a una vida nueva con un cuerpo glorioso semejante suyo. Mientras nos percatamos del don recibido, por parte de Dios, que nos ha llamado a la existencia, se impone de manera objetiva la maravillosa verdad de la muerte, o sea, de nuestra caducidad terrena. Pero esto no significa que la muerte tenga la última palabra, al menos para quienes somos creyentes en el Dios de la vida, la muerte no puede significar el absurdo de la de la existencia. Al contrario, y la fiesta del 2 de noviembre es un signo claro, con todos los elementos culturales que nos distinguen a los mexicanos, de que la esperanza de la Vida, consiste en que más allá de nuestra envoltura corporal que al polvo vuelve, poseemos una naturaleza espiritual que se orienta a Dios de donde ha salido, y a donde ha de tener su retorno final.

El presbítero encargado de la Pastoral Cultural de la Arquidiócesis de Durango, Martín Gómez Rodríguez, y párroco de la Parroquia del Amor Misericordioso en el Fraccionamiento «El Huizache I», ha hecho una invitación a a la comunidad duranguense a  vivir y celebrar de una forma cultural, católica y mexicana, la tradición del día 2 de Noviembre. Explicó el sacerdote: «El  día de muertos es  de origen prehispánico. Este es un  signo además de nuestra cultura  mexicana, donde nuestro pueblo ve al hombre como algo más que terrenal, es decir, después de la muerte el hombre  trasciende hacia otra vida y lo expresa a través de flores, coronas, calaveras, etc. En cuanto al altar de muertos, este es un sitio  destinado a   postrar las ofrendas que le gustaban  al ser querido que ya no se encuentre; como comida, bebidas, imágenes, flores, velas, papel picado, calaveras de azúcar, un Cristo, y objetos personales del difunto».

Por último, el sacerdote de la parroquia del Amor Misericordioso, hizo extensa la invitación a la comunidad católica de  todas las parroquias de esta ciudad  capital, a que lleven  a cabo esta Tradición  Mexicana y Católica,  para crear  conciencia  espiritual  que nos ayude  a diferenciar  entre las costumbres mexicanas y extrajeras.

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