Reflexión dominical Domingo I de Adviento; vigilar a la espera del Mesías.

Estamos empezando las cuatro semanas de Adviento, preparando la Navidad. Hoy mismo, iniciamos la primera semana, como una invitación a estar atentos y vigilantes a la llegada del Señor en todo momento. Entre los fenómenos que sufriría el pueblo elegido, está la destrucción de Jerusalén y de su templo. S. Marcos, en el discurso escatológico del c.13 de su Evangelio presagia fenómenos en la tierra y en el cielo que sufrirá la humanidad a la última llegada del Señor. En ello piensa S. Marcos.
Pero también piensa en la venida del Hijo del hombre en poder y gloria: Hijo del hombre, como persona individual y sobrehumana con poder y gloria celestiales, para heredar su Reino; visión del Hijo del hombre y afirmación crucial de toda esta narración.
Pero el día o la hora de la última venida nadie lo sabe; ni siquiera el Hijo lo sabe, solo el Padre. Afirmación clave para exhortar a la vigilancia. Y es que no se puede recurrir a la ciencia que Jesús tiene para cumplir su misión, teología que no es del dominio de S. Marcos; en la cristología de S. Marcos, Jesús es solamente el Hijo, no es el Padre, Quien ciertamente sabe el día y la hora de la última venida.
De ahí la exhortación de Jesús en el verso 33: “velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”. Exhortación por excelencia a la vigilancia cristiana, con validez para todos los tiempos, por más que algunos hermanos separados sean dados a presagiar el fin del mundo. Ignorancia reforzada por el verso último de S, Marcos: “lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”. Afirmación que aclara el horizonte de la validez del discurso, pues supera los límites estrechos de la crisis que significará para los judíos y los judeocristianos la inminente destrucción de Jerusalén y su templo.
Su intención habla por si misma en la siguiente comparación: “no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa; al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada”. Los romanos dividían la noche en cuatro partes, de tres horas cada una: el anochecer, la medianoche, el canto del gallo y el amanecer; los judíos de Palestina solían dividir la noche en tres vigilias.
El discurso escatológico del c.13, termina con una serie de sentencias y parábolas referentes a la vigilancia, cuya validez alcanza hasta nosotros y en ello consiste el valor del discurso como un todo. En esta sección la serie comprende una parábola de la higuera (28-29), dos sentencias sobre el paso de la generación presente y del mundo (30-31), otras dos sentencias sobre la ignorancia del día y de la hora y la vigilancia que ello exige (32-33), la parábola de los siervos y el dueño que está lejos (34-36), y una exhortación final a la vigilancia (37) “lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”, exhortación válida en todo tiempo.
El Adviento, como preparación a la Navidad no es pues meramente comercial, gastronómico o costumbrista, Es disponerse a un encuentro vivo y personal con Jesucristo, Palabra viva y Encarnada, Mesías y Señor para los creyentes.
Hoy iniciamos las cuatro semanas de Adviento como preparación a la Navidad, para un encuentro vivo y personal con Cristo.

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