Homilía Domingo XV Ordinario, 14 de Julio

Domingo XV Ordinario

Quien ama a los hermanos, muestra  a Dios

                                                                                                               

         Hoy, leemos en el Deuteronomio: “Moisés habló al pueblo diciendo: obedecerás la voz del Señor, nuestro Dios, observando sus mandamientos y sus decretos escritos en este libro de la Ley; y te convertirás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. Este mandato que hoy te ordeno no está muy alto para ti, ni muy lejano de ti”. En su significado inmediato, este mandato indica que la palabra Ley no puede considerare escondida para el hombre, puesto que Dios la ha revelado y el profeta la ha puesto en la boca de sus hermanos y la ha hecho penetrar en su corazón.

            También leemos hoy en el Evangelio de S. Lucas: “un doctor de la ley se puso de pié para poner a prueba a Jesús, le dijo: Maestro, qué debo hacer para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: qué cosa está escrito en la Ley? Qué lees en ella?; el doctor contestó: amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente;  y al prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: has respondido bien; haz esto y vivirás”.        El hombre de religión natural, experimentando dentro de sí, la fragilidad del vivir, piensa encontrar fuera de sí, en Dios, la seguridad. El hombre, busca por tanto, alcanzar a Dios, llegar a ser como Él, divinizarse por medio de los ritos y el culto.

            Pero, desde el paraíso terrenal en el Génesis, el hombre pretende llegar a ser Dios. Para Israel, Dios es absolutamente el otro, inalcanzable para el hombre. El culto no diviniza; el único camino de salvación, es la fidelidad a la Alianza: Dios salvará gratuitamente a quienes esperan todo de Él y observan fielmente su ley. Pero, es posible al hombre una fidelidad absoluta, o sea dar una respuesta cargada de absoluto? Una respuesta total, que lo ligue a Dios y lo divinice? No hay contradicción entre tal aspiración y la condición de criatura, pecadora de por sí?

            La esperanza de ver superada tal contradicción orienta a Israel hacia el porvenir, hacia el Mesías. Con la intervención de Cristo, la esperanza de Israel es colmada sobremanera. Jesús de Nazaret, se presenta como el imitador perfecto del Padre. Él es también el Mesías, esto es, aquel hombre del cual se esperaba que pudiera hablar un lenguaje de verdadero interlocutor. S. Pablo dice de Él que es la imagen del Padre; al mismo tiempo Jesús es la imagen del hombre; que pide por sí mismo y por sus futuros discípulos, la renuncia total de sí, la obediencia hasta la muerte en cruz que es la condición del amor universal, es decir la fidelidad total a nuestra condición terrestre.

            Cristo se comporta con la humanidad, como el samaritano de la parábola evangélica hacia el desconocido: el samaritano pasa junto al hombre asaltado, después del sacerdote y del levita que no han querido o no han podido salvar al hombre herido. Aquí la parábola refleja las circunstancias que se nos ofrecen continuamente: Jesús viene a nuestro lado, bajo el aspecto de samaritano despreciado, nos revela lo que criterios egoístas olvidan. En Cristo, Dios se ha acercado al hombre bajo un figura sencilla y humana: “el Dios que nosotros conocemos no está ni muy alto ni muy lejano de nosotros y su ley está muy cercana a nosotros: en nuestra boca y en nuestro corazón para que la pongamos en práctica.

            El ateísmo teórico y práctico es un hecho que se respira en el los ambientes. En qué modo los hombres de hoy podrán encontrar a Dios? Cuál será el lugar de la revelación de Dios para ellos? Las argumentaciones o demostraciones abstractas, ciertamente no. Ciertamente, toda persona está despojada en muchos ambientes, sometida a la muerte, olvidada, descuidada. Hay una elección precisa que hacer: esto es, elegir al hombre por sobre todo, sobre el dinero, la carrera, las estructuras; elegir su liberación. Si Dios es amor, si Cristo es la revelación de Dios donándose hasta la muerte por el hombre, el cristiano revelará a Dios al mundo amando concretamente al prójimo. El amor del cristiano muestra a Dios.

Héctor González Martínez

       Arz. de Durango

 

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