Domingo XXIX ordinario; 20-X-2013 La oración como grito que nace de nuestra pobreza

Domingo XXIX ordinario; 20-X-2013

La oración como grito que nace de nuestra pobreza

Leemos hoy en el Éxodo: que “Amalek fue a combatir contra Israel… Moisés dijo a Josué: escoge algunos hombres y sal a combatir contra Amalek. Mañana yo estaré firme sobre la cima del monte, con el bastón de Dios en la mano. Josué hizo como le ordenó Moisés… Moisés, Arón y Cur subieron a la cumbre del monte. Cuando Moisés elevaba las manos, Israel era más fuerte; pero, cuando las bajaba, Amalek era más fuerte. Entonces, pusieron una piedra, Moisés se sentó y Arón y Cur le sostenían las manos. Así las manos de Moisés permanecieron en alto hasta la puesta del sol. Josué venció a Amalek y a su pueblo.

Con este ejemplo el Éxodo ilustra el tema de la oración. Se realza que sin la oración no se obtiene la victoria e ilumina otro tema fundamental: que el pueblo de Dios no puede cumplir su misión si no pide continuamente ayuda en la oración.

También S. Lucas en el Evangelio de hoy trae una parábola sobre la necesidad de orar siempre, sin cansarse: “había en una ciudad, un juez que no temía a Dios y no atendía a nadie. En aquella ciudad había una viuda que acudía al juez y le decía: hazme justicia contra mi adversario; por un tiempo él no quiso; pero después se dijo: aunque no temo a Dios ni respeto a nadie, como esta viuda me es molesta, le haré justicia, para que no venga continuamente a importunarme. Jesús añadió: han oído lo que dijo el juez deshonesto; y ¿Dios no hará justicia a sus elegidos que griten día y noche hacia Él?” ¿Cómo y cuándo orar? La respuesta es siempre y sin cansarse; es una respuesta que Lucas aprendió de Paulo y que hoy ilustra con una parábola del Señor. La enseñanza es fácil: si hasta el juez más inicuo cede ante una súplica incesante, Dios que es bueno ¿no atenderá y salvará a quien lo invoca día y noche?

Hay una relación entre fe y oración. Si es cierto que para orar se requiere creer, es igualmente cierto que para creer se requiere orar. La oración perseverante es expresión y alimento de la fe en Dios. Un camino privilegiado para recuperar la dimensión más auténtica de la propia vida, es el tiempo dedicado a la oración. Orar es establecer un diálogo íntimo con Dios y con nosotros mismos; es, escuchar una palabra que nos transforma; es introducir en nuestra vida, la fuerza de renovación del Espíritu.

La oración cristiana, antes que palabra implorante, es silencio profundo para escuchar y acoger en sí la Palabra de Dios. Las personas entran en comunión, escuchándose. Nosotros entramos en comunión con Dios y nos disponemos a hacer su voluntad, escuchándolo. Como la fe, también la oración nace de la escucha: es una respuesta vital y también verbal, que puede asumir varias formas: una acción de gracias, una contemplación llena de admiración, una profesión de fe, una petición, una declaración de compromiso.

También la plegaria de petición, es una respuesta a la insistencia de Jesús de orar siempre, sin cansarse. Pero ¿cuál es el significado de la plegaria de petición? No es ciertamente pretender que Él haga en nuestro lugar lo que debemos hacer nosotros. La plegaria de petición es reconocer el límite de nuestra condición humana; es constatar que la liberación total y la plena liberación personal no dependen únicamente del hombre. El hombre no puede salvarse a sí mismo. Manifestar a Dios todas nuestras necesidades y deseos es someterlos a su luz, y ver si son legítimos o no. El hombre es verdaderamente lo que pide, sus peticiones son espontáneas; decirlas a Dios es analizarlas y purificarlas.

La plegaria de petición es un signo de confianza en Dios. Cuando estamos seguros de que una persona verdaderamente nos ama, con espontaneidad le pedimos todo lo que necesitamos y es bueno. El creyente tiene tal confianza en Dios que le confía todo con sencillez y a Él se abandona. La plegaria cristiana no es una petición de intervención inmediata de Dios; no es una receta mágica que resuelve el problema; se adhiere y acepta la libertad y la paciencia de Dios.

Héctor González Martínez

Arz. de Durango

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