Navidad: evento de liberación, de cercanía, de nueva posibilidad de vida
Navidad: evento de liberación, de cercanía, de nueva posibilidad de vida
La Navidad concentra la gran respuesta de Dios al anhelo humano de salvación, que está ligada a una historia golpeada por el pecado y carente de una respuesta adecuada de parte del hombre mismo: historia que demuestra que sólo la intervención gratuita de Dios podía hacer posible la regeneración de lo humano.
El profeta Isaías, en una de sus más bellas páginas, anuncia la esperanza ante las más concretas situaciones de muerte. “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una luz grande”. La tiniebla es signo de la ausencia de Dios. Lo que procede de Dios, de su gracia, es descrito como una luz, así lo afirmará el Mesías, cuya venida es “luz” para la comunidad para seguir su camino por la vía de la justicia y de la paz.
El salvador de Israel es descrito como portador de tres ideales para la existencia humana: “justicia y el derecho” (quebrantar el yugo de la carga y la vara de la opresión), “sabiduría” (se llamará Maravilla de consejero) y el “don de la paz” (Príncipe de la paz). Estas características del Mesías concretizan los anhelos de una comunidad que desconocía el derecho, la justicia y la paz.
El tema central de la celebración de la Navidad es la “llamada a no tener más temor”, pues el mundo de las sombras del mal es un mundo que “retrocede ante la luz abundante que surge de la gloria, de la presencia concreta de Dios en la historia humana” como acertadamente afirma San Pablo: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (1Tm 1,14)
El anuncio del Evangelio de San Lucas es: “No teman, les traigo una buena noticia” (2,1-14). El Evangelio insiste en la “realidad” incluso geográfica, del nacimiento de Cristo: “Vayan les ha nacido hoy en la ciudad de David, un salvador que es Cristo, el Señor”. De esta realidad de Dios depende la salvación del mundo.
El relato de este acontecimiento es una historia en dos partes: El censo de Augusto y el nacimiento de Cristo en Belén. Se relacionan estas dos historias para ilustrar porqué Jesús nació en el pueblo de David, como lo decía la antigua tradición mesiánica, y también para “afianzar la fe en que Dios cumple sus promesas aún por vías insospechadas”. El cuadro del nacimiento señala detalles de dificultades humanas de pobreza y de fragilidad, que aumentan la atención sobre aquél que ha nacido casi al margen de la historia humana: “encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.
El otro momento es la aparición del Ángel a los pastores. Es una escena de alegría: hay que dejar de temer que lo puramente humano bloquee el plan de Dios. Los pobres (como eran los pastores en aquel tiempo del reinado de Herodes el Grande), reciben la “Buena Nueva de la Salvación”. De este modo se les invita a descubrir ya en su ambiente de pobreza la potencia de la presencia de Dios. Por ello surgen luego una “multitud del ejército celestial” que con su canto de Gloria interpretan para los pastores y para nosotros lo que acaba de suceder: el miedo humano en la noche de la incertidumbre y de la pobreza (como estaban los pastores en ese momento) ha sido el don de la paz que ha traído el recién nacido.
La buena noticia de la navidad para toda la comunidad de fe es que: Dios, luz y vida no abandona al hombre, sino que viene a salvarlo aún cuando las dificultades parecieran bloquear sus caminos. A cada uno se le pide dejarse iluminar en su camino, haciéndose parte del pueblo que quiere “rechazar todo pecado y toda impiedad”.
El padre Raniero Cantalemessa, en una meditación sobre la Navidad dice: “Imitar el misterio, que celebramos, significa abandonar todo pensamiento de hacernos justicia por sí solos, cada recuerdo de ofensa recibida, cancelar del corazón cualquier resentimiento, incluso justo, hacia todos. No admitir voluntariamente ningún pensamiento hostil contra nadie: ni contra los cercanos, ni contra los lejanos, ni contra los débiles, ni contra los fuertes, ni contra los pequeños, ni contra los grandes de la tierra, ni contra criatura alguna que exista en el mundo. Y esto para honrar la Navidad del Señor, porque Dios no ha guardado rencor, no ha mirado la ofensa recibida, no ha esperado que los demás dieran el primer paso hacia él. No hay modo mejor de expresar la propia gratitud a Dios que imitándole”.
Durango, Dgo., 22 de Diciembre del 2013 + Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
Email: episcopeo@hotmail.com
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