Seminario Conciliar Mayor de Durango
El Seminario Conciliar de la Diócesis de Durango ha dado respuesta a su objetivo esencial: formar sacerdotes en constante adaptación a las circunstancias y los tiempos para forjar esos pastores fieles a Dios.
En sus antecedentes históricos, el Seminario es una institución heredera del Colegio de la Compañía de Jesús, plantel de enseñanza primaria y superior, cobijó la primera Escuela de Derecho Civil en la ciudad de Durango, que dio cabida a estudiantes que provenían de Coahuila, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Nuevo México, Texas y California, enviados por los obispos de dichas regiones.
Los cimientos de la evangelización en Durango fueron puestos por los primeros misioneros franciscanos, luego siguieron los jesuitas, allá por el año de 1574; después llegaron los dominicos y los agustinos.
Sin embargo, los jesuitas, en 1596, fundaron el primer Colegio de Durango, junto a la Casa de la Compañía de Jesús, que se localizaba en lo que hoy es el Edificio Central de la UJED, donde se enseñaba a leer y escribir, además de gramática y latín.
Para 1620, Durango es elevada a Diócesis y trece años después, en 1633, el canónigo de la Catedral, monseñor Francisco Rojas de Ayora, originario de Tlaxcala, hizo una donación de quince mil pesos. Pero formalmente no existía un Seminario.
En 1703 se registra el primer intento de Fundar un Seminario Diocesano, auspiciado por el entonces obispo le la Diócesis, monseñor Manuel Colombres y Mendoza, un clérigo originario de Lima, Perú. El intento se concreto, en asignar un local y designar al Rector, pero la semilla ya estaba sembrada… Y sobre los primeros intentos de fundación vino la aportación del obispo don Ignacio Díez de la Barrera y Bastida de Bonilla; y un Domingo de Ramos, fechado en un 5 de abril de 1705 hubo una procesión donde participaron los primeros cuatro alumnos del Seminario. Entre 1710 y 1715 aparecen en las listas de cuenta los nombres de los cinco alumnos considerados fundadores, a saber: Jerónimo le Morga, Felipe de Muñoz, Marcos de Silva, Ignacio de Estrada y Francisco Javier Páez. Por los acuerdos de Indias, la formación sacerdotal implica nueve años de estudio, de los cuales se destinaban dos a la gramática, tres para la filosofía y cuatro a la teología. La opinión publica de Durango de esa época reconocía y favorecía la educación impartida por lo jesuitas, que tenían la responsabilidad de la formación sacerdotal del Seminario, de tal manera que comenzaron a llegar estudiantes de todas partes de la provincia eclesiástica, es decir desde Parral, Sinaloa, Nuevo México, Texas, Chihuahua y California. En el año de 1767 se suscitó la expulsión de los padres jesuitas de Durango y de otras partes del país, provocando un desamparo de la educación de la juventud.