Ordenación Episcopal

El viernes próximo la Arquidiócesis vivirá la emotiva experiencia de la Ordenación Episcopal de Mons. Enrique Sánchez Martínez como Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis.

 

De familia duranguense, nacido el 2 de diciembre de 1960 en Cuencamé, Dgo., estudió en su pueblo, en nuestro Seminario y en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha desempeñado su ministerio ordenado en la Parroquia de Escobedo, en la Capellanía de S. Pedro y S. Pablo y en la Parroquia de Río Grande; maestro y Ecónomo del Seminario Mayor; Capellán de varias Comunidades Religiosas; Asistente de varios Movimientos Laicales; Asistente de la Pastoral Social, Secretario del Consejo Presbiteral, Ecónomo Diocesano y Vicario Regional de Pastoral.   Para ser Obispo, primero los Obispos de la Provincia Eclesiástica presentan prospectos a la Nunciatura Apostólica; luego la Nunciatura realiza varias investigaciones entre Obispos, Presbíteros, Religiosas y Laicos. Finalmente lo presenta en una terna a la Oficina del Papa encargada de Obispos; ahí es estudiado cada candidato y luego presentado en terna al Santo Padre, quien hace la designación para cubrir la vacante. Por el trámite descrito, alguien es designado por el Papa para el oficio de Obispo, esto es, Sucesor de los Apóstoles. Pero, el Sacramento del Orden, recibido en la ordenación solemne, configura a la persona para ser con Cristo: Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, desempeñando los ministerios de la Palabra, de la Liturgia y de la Conducción o gobierno. Tanto el trámite de elección para Obispo como la ordenación sacramental, tienen como origen primero el misterio Trinitario de Dios; particularmente Cristo y el Espíritu Santo. La presencia peculiar de Cristo para actuar “in persona Christi”, se origina en la sucesión apostólica que hace del Obispo Sucesor de los Apóstoles. Por el Espíritu Santo de las palabras consecratorias, el Obispo queda habilitado para el ejercicio del ministerio apostólico y ligado a él, de modo que el mismo ministerio episcopal ha de considerarse como una realidad carismática, a pesar de las posibles tensiones entre carismas y ministerios que puedan originarse en la vida apostólica concreta. El Concilio Vaticano II, establece que la Iglesia fue fundada como la Mediación o el Sacramento fundamental de donde brota la gracia de los distintos Sacramentos. Así entonces, el Obispo, por la ordenación sacramental, recibe la plenitud del Sacramento del Orden, para ejercer el ministerio sacramental inserto en la sacramentalidad de la Iglesia, pero de una manera mutuamente inclusiva, como expresa S. Cipriano: “el Obispo está en la Iglesia y la Iglesia está en el Obispo” (LG 23). Así se entiende la relación o especie de matrimonio espiritual que se da especialmente entre los Obispos diocesanos y sus Diócesis. Los Obispos diocesanos representan a sus Diócesis por razón del lazo particular que les vincula estrecha y mutuamente. La mutua inclusión se da también entre la misión de los Obispos y la misión de la Iglesia. Por ello, los Obispos somos los primeros servidores de una salvación y de un dinamismo misionero que precede a todos. Somos los catalizadores de una comunión que nos remite continuamente a su origen divino y enraizada en la fe apostólica. Somos testigos prominentes de una misión, en continuidad fiel con el envío del Padre, del Hijo y del Espíritu. Este viernes, acudamos pues, a las instalaciones de la Feria y disfrutemos la Ordenación Episcopal de Mons. Enrique por el ministerio del Sr. Nuncio Apostólico. Durango, Dgo. 5 de octubre del 2008 Héctor González Martínez Arz. de Durango

El viernes próximo la Arquidiócesis vivirá la emotiva experiencia de la Ordenación Episcopal de Mons. Enrique Sánchez Martínez como Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis.

 

De familia duranguense, nacido el 2 de diciembre de 1960 en Cuencamé, Dgo., estudió en su pueblo, en nuestro Seminario y en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha desempeñado su ministerio ordenado en la Parroquia de Escobedo, en la Capellanía de S. Pedro y S. Pablo y en la Parroquia de Río Grande; maestro y Ecónomo del Seminario Mayor; Capellán de varias Comunidades Religiosas; Asistente de varios Movimientos Laicales; Asistente de la Pastoral Social, Secretario del Consejo Presbiteral, Ecónomo Diocesano y Vicario Regional de Pastoral.   Para ser Obispo, primero los Obispos de la Provincia Eclesiástica presentan prospectos a la Nunciatura Apostólica; luego la Nunciatura realiza varias investigaciones entre Obispos, Presbíteros, Religiosas y Laicos. Finalmente lo presenta en una terna a la Oficina del Papa encargada de Obispos; ahí es estudiado cada candidato y luego presentado en terna al Santo Padre, quien hace la designación para cubrir la vacante. Por el trámite descrito, alguien es designado por el Papa para el oficio de Obispo, esto es, Sucesor de los Apóstoles. Pero, el Sacramento del Orden, recibido en la ordenación solemne, configura a la persona para ser con Cristo: Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, desempeñando los ministerios de la Palabra, de la Liturgia y de la Conducción o gobierno. Tanto el trámite de elección para Obispo como la ordenación sacramental, tienen como origen primero el misterio Trinitario de Dios; particularmente Cristo y el Espíritu Santo. La presencia peculiar de Cristo para actuar “in persona Christi”, se origina en la sucesión apostólica que hace del Obispo Sucesor de los Apóstoles. Por el Espíritu Santo de las palabras consecratorias, el Obispo queda habilitado para el ejercicio del ministerio apostólico y ligado a él, de modo que el mismo ministerio episcopal ha de considerarse como una realidad carismática, a pesar de las posibles tensiones entre carismas y ministerios que puedan originarse en la vida apostólica concreta. El Concilio Vaticano II, establece que la Iglesia fue fundada como la Mediación o el Sacramento fundamental de donde brota la gracia de los distintos Sacramentos. Así entonces, el Obispo, por la ordenación sacramental, recibe la plenitud del Sacramento del Orden, para ejercer el ministerio sacramental inserto en la sacramentalidad de la Iglesia, pero de una manera mutuamente inclusiva, como expresa S. Cipriano: “el Obispo está en la Iglesia y la Iglesia está en el Obispo” (LG 23). Así se entiende la relación o especie de matrimonio espiritual que se da especialmente entre los Obispos diocesanos y sus Diócesis. Los Obispos diocesanos representan a sus Diócesis por razón del lazo particular que les vincula estrecha y mutuamente. La mutua inclusión se da también entre la misión de los Obispos y la misión de la Iglesia. Por ello, los Obispos somos los primeros servidores de una salvación y de un dinamismo misionero que precede a todos. Somos los catalizadores de una comunión que nos remite continuamente a su origen divino y enraizada en la fe apostólica. Somos testigos prominentes de una misión, en continuidad fiel con el envío del Padre, del Hijo y del Espíritu. Este viernes, acudamos pues, a las instalaciones de la Feria y disfrutemos la Ordenación Episcopal de Mons. Enrique por el ministerio del Sr. Nuncio Apostólico. Durango, Dgo. 5 de octubre del 2008 Héctor González Martínez Arz. de Durango

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