LA CARIDAD EN LA VERDAD III

6.- La caridad en la verdad es el principio rector de la Doctrina Social de la Iglesia y por tanto de la Pastoral Social de la Iglesia, sustentada en la acción moral de la persona. Recordemos particularmente la justicia y el bien común, como criterios orientadores de la acción moral.
Primero, la justicia. Donde hay sociedad, ahí hay derecho; pues toda sociedad se apoya en su propio sistema de justicia. Pero, la caridad va más allá de la justicia, da al otro lo que es suyo lo que le corresponde por su ser y su obrar. No puedo dar al otro de lo mío, sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. La justicia es la primera vía de la caridad, parte integrante del “amor con obras y según la verdad” (1 Jn. 13, 18).
Por un lado la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y de los pueblos; se ocupa de la construcción de la sociedad según el derecho y la justicia. Por otro lado, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y del perdón; la sociedad no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes, sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de perdón.
7.- En este número no hay que perder de vista la construcción de la sociedad desde la conciencia personal, desde la familia, desde los grupos intermedios, en el marco de una democracia participativa. Hay que tener en gran consideración, el bien común. Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por el. Junto al bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas: el bien común. Es el bien común de todos nosotros, formado por individuos familias y grupos que se unen en comunidad social.
Es un bien que se busca no por sí mismo, sino por las personas que forman parte de la comunidad social, y que sólo en ella pueden conseguir realmente su bien y de modo eficaz,
Desear al bien común y esforzarse por el, es exigencia de justicia y caridad. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar por el otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad.
Se ama al prójimo, tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales.
Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. Podríamos decir que esta es la vida institucional y política de la caridad, no menos cualificada e incisiva que la caridad que encuentra directamente al prójimo fuera de las mediaciones institucionales de la polis.
9.- El amor a la verdad es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización. El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia
y la inteligencia. Sólo con la caridad iluminada por la razón y la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador.
La Iglesia no tiene soluciones técnicas, ni pretende mezclarse en la política de los Estados. Tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia a favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación. La Iglesia busca la verdad, la anuncia incansablemente y la reconoce ahí donde se manifieste.

Durango, Dgo. 2 de agosto del 2009

Héctor González Martínez
Arz. de Durango

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