La escalada del crimen organizado
“El crecimiento de la violencia se ha convertido en un signo de nuestro tiempo que debemos discernir para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y la tengan en plenitud (Cf. Jn 10,10)”. Así lo expresan los obispos mexicanos en la exhortación Pastoral “Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna”. La primera parte del documento, que es el análisis de la realidad (del num. 10 al 27), identifica el problema de la violencia y la inseguridad con objetividad y realismo.
“… La Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven sus miembros… la vida social, política, económica y cultural representa desafíos a la misión de la Iglesia de construir el Reino de Dios. Por ello, comenzamos acercándonos a la realidad a partir de nuestra experiencia de la fe en Cristo; de ella surge una manera de entender al hombre y a la mujer, su ser integral de persona, conforme a su dignidad de hijos de Dios… Así nos acercamos a los grandes problemas que encontramos en nuestro camino, para que sean aclarados con la luz del Espíritu que ayuda a caminar en la caridad hacia la verdad plena (Cf. Jn 16,13)” (num. 11).
Se ha incrementado en nuestro país la violencia causada por organizaciones criminales, y “tiene sus propias características, sus causas y sus circunstancias”. Se caracteriza por la crueldad, por la venganza, por la exhibición de poder y por la intención de intimidar a quienes son considerados rivales y a toda la sociedad. Algunas de las actividades criminales más comunes son: el narcotráfico, el secuestro, la trata de personas, el lavado de dinero, distintos tipos de extorsión y las ejecuciones intimidatorias (num. 12).
Esto no es algo nuevo, tienen raíces profundas. Si en el pasado, “la omisión, la indiferencia, el disimulo o la colaboración de instancias públicas y de la sociedad no fue justa y toleró o propició los gérmenes de lo que hoy son las bandas criminales, tampoco es justo ahora exculparse, buscando responsables en el pasado y evadir la responsabilidad social y pública actual, para erradicar este mal social” (num. 13).
El narcotráfico es una de las formas más difundidas del crimen organizado. Existe desde hace varias décadas en distintas regiones del país, donde también se tejieron redes de traficantes con complicidad de instituciones y organizaciones gubernamentales y de la sociedad. “En su inicio el negocio ilícito se limitaba al cultivo y al tráfico de drogas, que tenía como principal destino los Estados Unidos de Norteamérica. Al difundirse la adicción a las drogas enervantes, México además de ser país productor y de trasiego de la droga, se convirtió en un país consumidor, cerrándose así el ciclo de: producción, distribución, venta y consumo”. La disputa entre los cárteles de la droga por los territorios más favorables, ha propiciado enfrentamientos entre los grupos y ha implementado el oficio de los sicarios que se contratan para asesinar, tanto para mantener el control del territorio, como para ajustes de cuentas (nums. 14 y 15).
Hay quienes tienen la convicción de que el crimen organizado “ha corrompido personas y grupos de la sociedad, lo mismo que a grandes y pequeñas empresas. Para neutralizar la intervención de la autoridad, evitándola, anticipándose a ella, o distrayéndola, han corrompido también a servidores públicos, se han infiltrado en la estructura de los distintos niveles de gobierno, de procuración de justicia y del sistema judicial, convirtiéndose en una amenaza para la seguridad nacional y la democracia y, por tanto, en un abierto desafío al Estado” (num. 16).
La trata de personas es un delito, un acto criminal que viola los derechos humanos, que lesiona la dignidad y la integridad de personas, particularmente niños y mujeres, que son vendidas para ser explotadas por redes de prostitución y por otras formas de explotación sexual; o para ser dedicadas a la servidumbre, la mendicidad, al matrimonio servil, la extracción de órganos y el turismo sexual (num. 17).
Los escenarios de violencia requieren y dependen del tráfico de armas. El cese de la violencia se vuelve difícil por la fabricación y comercio ilícito de armas de distintos calibres, que son instrumentos para el empleo ilegítimo de la fuerza (num. 19).
Hay una clara coincidencia en la ruta que siguen el tráfico de drogas, la trata de personas y el tráfico de armas. Esta realidad “…no es exclusiva de nuestro país; están interconectadas entre sí y con grupos criminales de otros países; se articulan en la lógica del mercado global para extender su poderío y optimizar sus ganancias ilícitas. Sin una acción de nivel internacional, concertada entre los países que se ven involucrados, los resultados de los esfuerzos que se hagan en México, para erradicar este mal o debilitar sus efectos, serán muy pobres” (num. 20).
Existen otras modalidades de la violencia: El secuestro; la extorsión, El lavado de dinero; las ejecuciones. Los feminicidios, los crímenes por homofobia y aquellos perpetrados contra distintos grupos vulnerables en varios lugares de México, en especial en la frontera norte, nos hablan también de una nueva manifestación de la violencia de género.
“La situación que hemos considerado hasta aquí, nos hace constatar una vez más que algo está mal y no funciona en nuestra convivencia social y que es necesario exigir y adoptar medidas realmente eficientes para revertir dicha situación. Debemos ir más allá en nuestro análisis… hay que actuar asumiendo nuestra responsabilidad social y vigilar que las instancias públicas asuman la suya. Para ello es necesario ir a la raíz de los graves males que aquejan a la sociedad”.
Durango, Dgo., 25 de julio del 2010.
+ Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
email:episcopeo@hotmail.com
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