Episcopeo: «Algunos rasgos de la visión de Jacques Maritain sobre la democracia»

Jacques Maritain publicó en el siglo XX varias obras que profundizan sobre este tema. Destacan “Humanismo Integral”, donde plantea la proyección política de la ética cristiana, “El Hombre y el Estado”, donde nos dice que el Estado es un instrumento al servicio del hombre y “Los Derechos del Hombre y la Ley Natural”, que analiza profundamente la relación entre ambos.

En “El Hombre y el Estado”, Maritain afirma que “en una democracia la vocación de liderazgo (al contrario de la siniestra imagen que nos ofrece el partido único de los Estados totalitarios) debería normalmente ser ejercida por pequeños grupos dinámicos libremente organizados y múltiples por naturaleza, que no estuvieran interesados por los éxitos electorales, sino que se entregaran por entero a una gran idea social y política, y que actuasen como un fermento en el interior o al exterior de los partidos políticos”(p.158). Plantea un estilo de vida tanto cristiano como democrático en perfecta simbiosis.

Propone el desarrollo de una verdadera vocación política guiada por la ética cristiana, porque, “el derecho del pueblo a gobernarse a sí mismo procede de la ley natural”.Y la ley natural es un concepto cristiano en cuya formulación la Iglesia Católica reclama primacía de lo espiritual. Dice Maritain: “la dignidad y la autoridad superior de la Iglesia se afirman, no en virtud de una coacción ejercida sobre el poder civil, sino de las luces espirituales que aporta a las almas de los ciudadanos, que han de juzgar en conciencia sobre todo asunto referente al bien común político” (p.183).

La democracia es un choque de voluntades, de proyectos y de ambiciones, un choque que se manifiesta por el derecho a disentir, a decir que no. Pero no porque se aspire a la anarquía, ni a la dictadura de las mayorías, que violarían los derechos humanos y las libertades fundamentales, sino porque ese choque y ese rejuego de rivalidades y aspiraciones se desenvuelve en un ambiente de concordia donde impera el derecho y se resuelve con un amplio mecanismo de consenso,  que es el reconocimiento de los derechos y libertades fundamentales de cada persona.

Cuáles son los rasgos característicos de una sociedad de hombres libres, según Maritain: una sociedad que es personalista, porque la dignidad humana antecede a la sociedad y el Estado está al servicio de la persona; comunitaria porque tiende al consenso que busca el bien común y que acata la autoridad legítima que deriva del mandato popular (conceptos elaborados siglos antes por Sto. Tomás de Aquino) y pluralista porque las personas se asocian naturalmente en grupos variados y no deben ser nunca discriminados por las mayorías ni, mucho menos, por una minoría gobernante.

Para que estos rasgos sustenten los mecanismos democráticos de intervención en las decisiones públicas es indispensable que éstos se rijan por el principio de subsidiariedad. Este principio establece que una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de su autonomía y, en consecuencia, privándole del pleno ejercicio de sus competencias. Al contrario, su función (en tanto que estructura de orden superior) debe consistir en sostenerle, ayudarle a conseguir sus objetivos y coordinar su acción con la de los demás componentes del cuerpo social, a fin de alcanzar más fácilmente los objetivos comunes a todos. Es decir, la sociedad debe dejar a las personas o los grupos que la componen todo lo que ellos puedan realizar responsable y eficazmente a su nivel. En otras palabras, implica un alto grado de descentralización del poder del Estado, como lo plantea claramente la Doctrina Social de la Iglesia. (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 185-188)

Insiste en la obligación insoslayable de los gobernantes, en el proceso de administrar los mandatos de su pueblo, gestionar el bienestar y la felicidad de los ciudadanos del país, el estado, el municipio, la ciudad o pueblo a su cargo. No hay pretextos válidos para justificar el fracaso de esta gestión, porque esa es la única razón de ser de los gobernantes.

La conciencia es la depositaria del pensamiento y de la percepción moral que se denomina derecho natural, que vive en el ser interno y, por lo tanto, es inherente e inalienable. Jacques Maritain dice: “la ley natural y la luz de la conciencia moral no nos prescriben solamente cosas que se deben hacer o no hacer”, sino que “también reconocen derechos” y añade que “la verdadera filosofía de los derechos de la persona humana reposa sobre la idea de la ley natural. Es la ley natural la que nos prescribe nuestros deberes más fundamentales y en virtud de la cual toda ley obliga, y es también la que nos asigna nuestros derechos fundamentales” (Los Derechos del Hombre y la Ley Natural, p. 57-58)

Concluimos: Como cristianos reconocemos los principios y postulados de la enseñanza de la Iglesia católica, y hablamos concretamente de un estilo de vida cristiano que se basa en el amor al prójimo que nos hace aceptar a los demás y nos conduce a la perfección. Esto propicia la colaboración y la fraternidad entre todos nosotros para seguir los dictados de nuestra conciencia, que reflejan los principios inalienables del derecho natural.

Tenemos que ser muy cuidadosos de no apoyar tendencias políticas o ideológicas que alejen a la sociedad de la idea sublime de un Dios que podamos comprender y llevar en nuestro corazón como origen y fundamento de todas las cosas.

La aspiración a la Trascendencia (hacia Dios) aparece como una exigencia vital del ser humano y se convierte en un estilo de vida que no sólo respeta a la creación y a su creador, sino también a nuestros semejantes que nos hermana, por el que somos iguales.

Esta igualdad cobra carácter jurídico en los mecanismos que permiten el desarrollo de una democracia auténtica. La democracia es una obra de todos, incluso de los perdedores en el proceso político de tomar decisiones, porque todos contribuimos a la controversia enriquecedora de la diversidad. Y es nuestro estilo de vida cristiano lo que le debe dar impulso, cohesión y razón de ser. Un estilo de vida cristiano que se manifiesta con nuestra solidaridad, tolerancia y respeto por el derecho ajeno. Un estilo de vida basado en el amor a nuestros semejantes.

“El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don. Por ello, también en los momentos más difíciles y complejos, además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante todo a su amor “(Benedicto XVI, Caritas in Veritate, 79).

 

Durango, Dgo., 3 de Marzo del 2013                              + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                         Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                 Email: episcopeo@hotmail.com

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