¿Por quién votar? En caso de duda ¿El mal menor?
Algunas reflexiones para quienes tienen duda de si acudir o no a votar porque no les convence ningún candidato o partido.
El voto es utilizado normalmente como un instrumento de selección de las autoridades políticas. Es un modo de poner en acto el derecho natural del ciudadano de participar en la vida pública de su sociedad. Existe la obligación moral de votar.
Decir que es inútil y hasta una falta moral ejercer el voto, pues todos los candidatos son malos y todos los programas defectuosos, es una apreciación equivocada de la actividad política. En épocas caracterizadas por problemas sociales graves y una gran confusión de ideas, se hace más necesario que nunca acudir a la política para procurar resolver los problemas. Rehusarse a intervenir en la vida comunitaria porque no nos gusta lo que vemos, equivale a avalar la continuidad de lo existente. Destaca Santo Tomás Moro: “Si no conseguís realizar todo el bien que os proponéis, vuestros esfuerzos disminuirán por lo menos la intensidad del mal”.
Tampoco es correcta la impresión de que la política necesariamente conduce a la corrupción. Es cierto que el poder es ocasión de peligro moral, lo que ocurre, asimismo, con otras cualidades humanas, como la inteligencia, la cultura, la belleza, la riqueza, lo que no significa que merezcan calificarse de intrínsecamente malas. Puesto que la autoridad ha sido creada por Dios, su ejercicio no puede ser malo en sí mismo.
También se alega que la decisión de no participar en un proceso electoral, deviene de una obligación de conciencia. Es cierto, pero la conciencia debe estar iluminada por los principios y ayudada por el consejo prudente. No es posible identificar la conciencia humana con la autoconciencia del yo, con la certeza subjetiva de sí y del propio comportamiento moral «No se ha de oponer la conciencia personal y la razón a la ley moral o al Magisterio de la Iglesia»; (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 2039).
Abstenerse de hacer algo por objeción de conciencia es válido, si es la única manera de no afectar el principio en que se funda: no dañar. Y, en muchos casos, la objeción de conciencia no basta para cumplir con el deber moral de participar en la vida comunitaria. Antes de invocar la obligación de conciencia, cada persona debe procurar disponer de la información necesaria para evaluar correctamente a los partidos y candidatos que se presentan a una elección.
Afirma Santo Tomás de Aquino («Del gobierno de los príncipes», vol. 1ro., p. 35): “Cuando es forzoso escoger entre dos cosas, que en cada una de ellas hay peligro, aquélla se debe elegir de que menos mal se sigue”. El Papa Paulo VI escribía: “nunca es lícito, ni aún por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado, pero sí es lícito tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande” (Carta Encíclica Humane Vitae).
En ocasiones, el ciudadano no tiene la posibilidad de elegir entre varios partidos, pues ninguno le ofrece garantías mínimas, al presentar plataformas que permiten prever acciones perjudiciales para la sociedad, o declaraciones de principios que contradicen la ley natural. En esos casos, tiene el deber de abstenerse de votar. Pero no es habitual que no haya ningún partido aceptable; por lo tanto, aunque no le satisfaga totalmente, debe votar al partido que parezca menos peligroso.
Votar un partido que carece de posibilidades de obtener ni siquiera el mínimo de votos, o una diputación, o regiduría, no es una acción inútil. Si el partido satisface las expectativas, pues defiende principios sanos y presenta una plataforma que convendría aplicarse, y/o postula a dirigentes capaces y honestos, merece ser apoyado. El voto, en este caso, servirá de estímulo para quienes se dedican a la política en esa institución, les permitirá ser conocidos, y facilitará una futura elección con mejores perspectivas.
Es necesario defender un derecho natural completo, amplio para no descuidar las cuestiones económicas y políticas donde también debe cumplirse el orden natural. En la Exhortación Sacramentum Caritatis, se señala la grave responsabilidad social de decidir correctamente, cuando están en juego valores que no son negociables: Defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural; La familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer; La libertad de educación de los hijos; La promoción del bien común en todas sus formas. Esta orientación puede servir de guía para el análisis de las plataformas electorales y decidir el voto, ya que se concentra en los temas esenciales.
Se puede ejercer un Voto positivo. Alternativas: Votar por un partido y/o candidato que satisface íntegramente, para todos los niveles; Votar a varios partidos y/o candidatos simultáneamente, seleccionando los mejores candidatos en cada caso. Votar a un partido y/o candidato, pese a merecer objeciones, aplicando la doctrina del mal menor.
La participación en la vida cívica incluye varias acciones, pero el modo más simple y general de participar en un sistema democrático, es el ejercicio del voto, y ninguna causa justifica el abstencionismo político pues equivale a no estar dispuesto a contribuir al bien común de la propia sociedad. Si es imposible que esté bien ordenada una polis que no esté gobernada por los mejores sino por los malos, resulta imprescindible la participación activa de los ciudadanos para procurar seleccionar a los más aptos y honestos para el desempeño de las funciones públicas.
Durango, Dgo., 7 de Julio del 2013 + Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
Email: episcopeo@hotmail.com
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