E P I S C O P E O ¡Que se eleve fuerte en toda la Tierra el grito de la paz!

E P I S C O P E O

¡Que se eleve fuerte en toda la Tierra el grito de la paz!

Hace unos días recordamos la memoria de la beata madre Teresa de Calcuta. También en estos días el papa Francisco nos ha invitado a una jornada de oración y ayuno por la paz en Siria y en Medio Oriente, y por todos los que están involucrados en una posible intervención bélica.

            Se me hace importante citar algo del pensamiento de madre Teresa: “Nunca antes he estado en una guerra, pero he visto hambre y muerte. Me preguntaba a m í misma, ¿Qué sienten ellos cuando hacen esto? No lo entiendo. Todos son hijos de Dios. ¿Por qué hacen esto? No lo entiendo…” Su carta a George Bush y a Saddam Hussein, en enero de 1991, es oportuna para este momento que vivimos.

            “Acudo a ustedes con lágrimas en los ojos y con el amor de Dios en el corazón, para rogarles por los pobres y por los que se convertirán en pobres si la guerra que todos tememos estalla. Les imploro con todo mi corazón que trabajen, que trabajen duro por la paz de Dios y por reconciliarse.

Ambos tienen argumentos que presentar y un pueblo que cuidar, pero primero por favor escuchen a Aquel que vino al mundo para enseñamos la paz. Tienen el poder y la fuerza para destruir la presencia y la imagen de Dios, a Sus hombres, a Sus mujeres y a Sus niños. Por favor escuchen la voluntad de Dios. Dios nos ha creado para ser amados por Su amor y no para ser destruidos por nuestro odio.

A corto plazo puede haber ganadores y perdedores m esta guerra que todos tememos, pero ello nunca puede, nunca podrá justificar el sufrimiento, el dolor y la pérdida de vidas que provocarán sus armas.

Acudo a ustedes en nombre de Dios, del Dios que todos amamos y compartimos, para suplicar por los inocentes, nuestros pobres del mundo y aquellos que se convertirán en pobres debido a la guerra. Son ellos los que sufrirán más porque no tienen forma de escapar. Imploro de rodillas por ellos. Ellos sufrirán y nosotros seremos los culpables por no haber hecho todo lo que estaba en nuestro poder para protegerles y amarles. Les suplico por los que se quedarán huérfanos, las que se. Quedarán viudas y los que se quedarán solos, porque sus padres, maridos, hermanos e hijos han sido matados. Les suplico que por favor los salven. Les suplico por los que quedarán inválidos y desfigurados. Son los hijos de Dios. Les suplico por los que se quedarán sin casa, sin comida y sin amor. Por favor piensen en ellos como si fueran sus hijos. Finalmente, les suplico por los que perderán lo más valioso que Dios nos pueda dar, la vida, que es será arrebatada. Les suplico que salven a nuestros hermanos y hermanas, suyos y nuestros, porque han sido dados a nosotros por Dios para que les amemos y les queramos. No nos corresponde destruir lo que Dios nos ha dado. Por favor, dejen que sus mentes y su voluntad sean la mente y la voluntad de Dios. Tienen el poder de llevar la guerra al mundo o de construir la paz. Por FAVOR ESCOJAN EL CAMINO DE LA PAZ.

Mis hermanas, nuestros pobres y yo estamos rezando tanto por ustedes. El mundo entero reza para que abran sus corazones a Dios con amor. Quizá ganen la guerra pero ¿Cuál será el precio para las personas destrozadas, mutiladas y desaparecidas?

Apelo a ustedes, a su amor, a su amor por Dios y por sus semejantes. En el nombre de Dios y en el nombre de aquellos a los que ustedes harán pobres, no destruyan la vida y la paz. Dejen que triunfen el amor y la paz y que sus nombres sean recordados por el bien que han hecho, la alegría que han repartido y el amor que han compartido.

Que Dios les bendiga, ahora y siempre. Dios les bendiga”.

 Durango, Dgo., 8 de Septiembre del 2013                           + Mons. Enrique Sánchez Martínez

                                                                                                    Obispo Auxiliar de Durango

                                                                                                  Email: episcopeo@hotmail.com

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