Los publicanos y las prostitutas les precederán en el Reino de Dios

arzo-01Las Parábolas del Evangelio de S. Mateo, sobre el Reino, que serán leídas hoy y en los dos domingos siguientes, se refieren a un tema que ya habíamos insinuado hace ocho días: el rechazo del pueblo hebreo, porque no quiso escuchar a Jesús, y su sustitución por pueblos paganos.

            Jesús, hoy por S. Mateo, partiendo de una anécdota como premisa, puso a los sacerdotes y a los ancianos del pueblo el siguiente caso: “un hombre tenía dos hijos; dirigiéndose al primero le dijo: ve hoy a trabajar en la viña; el hijo respondió: sí, señor; pero no fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo; el hijo respondió, no tengo ganas; pero, arrepintiéndose luego, fue. Y pregunta Jesús: ¿quién de los dos cumplió la voluntad del Padre? Le respondieron, el último”.

            Jesús explica el trasfondo: “los publicanos y las prostitutas, irán delante de ustedes en el Reino de Dios. Porque, vino Juan el Bautista, por el camino de la justicia, y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas, sí le creyeron. Ustedes al contrario, aunque han visto estas cosas, no se han arrepentido para creerlas”.

La parábola de los dos hijos, justifica la actitud de Cristo hacia los despreciados y marginados de toda clase, aquella categoría de pobres, que es puede ser también categoría de nuestros tiempos. Jesús dirige la palabra a los grandes, a los sacerdotes y a los ancianos del pueblo; así, reivindica Jesús su preferencia por los    despreciados y marginados. Incluso, Jesús llega a decir que estos pobres están más cerca de la salvación, que los sabios que se consideran justos y amados por Dios, porque cumplen escrupulosamente todos los detalles de la antigua ley.

            Y Jesús no se detiene sólo en las palabras: entra a la casa de Zaqueo, se deja lavar los pies por una prostituta, libra a una adultera del linchamiento de los puros. Estos pobres están más cercanos a la salvación, porque su vida permite a Dios manifestar su misericordia. La Parábola se dirige pues, a los que se cierran a la Buena Nueva del Evangelio, a quienes no quieren reconocer la identidad de Dios en nombre de la propia justicia y se sienten presa de la propia suficiencia.

            La “viña” es imagen del pertenecer al Pueblo elegido. Pero, la fidelidad a Dios y la justicia no se juzgan por decir “si”, o por pertenecer a la viña, como Pueblo elegido, sino por los hechos de vida. Es necesario tener el valor de ensuciarse las manos y arriesgar la cara en la búsqueda de nuevos valores más cercanos a la libertad, al amor y a la felicidad humana. La pertenencia se juzga en base a las opciones operativas: “no todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos” (Mt 7,21). Las palabras, las ideologías pueden engañar, pueden ser una ilusión o un rompevientos. En cambio, la verdad del hombre se descubre por las obras. Ellas son inequívocas. Sólo por ellas el hombre muestra lo que es.

               Solo así, comprendemos el dicho de Jesús, que provoca escándalo a los oídos de los sabios y entendidos: “en verdad les digo, los publicanos y las prostitutas irán delante de ustedes en el Reino de Dios”.

            En un determinado momento de la historia, Dios no ha decidido rechazar a Israel y aceptar a las naciones paganas. Ha sido la actitud o el comportamiento en relación al Mesías, lo que ha hecho perder el rol que ejercía Israel, Pueblo de las Promesas y de la mediación. El modo con que vivían su “sí” a la Ley, los ha llevado a decir “no” a Cristo. Y, es preciso recapacitar en que  eso puede repetirse hoy entre nosotros, miembros ya de la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios.

Héctor González Martínez

Arz. de Durango

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