Liturgia Cívico-Electoral

Sr.-Arzobispo-288x300Durante todo mayo pasado, cada domingo publiqué uno a uno los cuatro  Mensajes de san Juan Pablo II en su visita a Durango el 9 de mayo del 1990. Hoy, para nuestra Fiesta Cívico-Electoral, actualizo un escrito mío del 2004.

             Pues hoy, desde temprano, ciudadanos y feligreses estaremos acudiendo a las urnas a emitir nuestro voto. Teniendo en cuenta que “si el Señor no edifica la casa en vano se cansan los albañiles”, he venido elevando plegarias al Buen Dios para que mueva los corazones de los apáticos y que hagamos una fiesta cívica, más aún una “liturgia” ejerciendo el derecho-deber cívico de participar.

Nosotros conocemos la palabra “liturgia” como el conjunto de Palabra y Rito que presentamos en los templos, principalmente en los Sacramentos, para glorificación a Dios y para redención humana. Pero, la palabra “liturgia” tiene un significado amplio, como el “conjunto de acciones que hace el ciudadano para servir a su pueblo o a su ciudad”.

             Esto se aplica mejor a las actividades ciudadanas en las culturas más antiguas o ancestrales, como las indígenas, en las que no se percibe sueldo por el desempeño de Presidente, Alcalde, Policía, Topil, Fiscal, Comités, Sacristán, Campanero o las elecciones en asamblea. Pero también vale para las formas democráticas modernas como Patronatos, Comités de Padres de Familia, Asociaciones civiles, afluencia a las urnas, organizados todos para participar complementariamente en apoyo a los que cobran por servir. Todas estas actividades quedan bajo el significado original de la  palabra “liturgia”.

             En este sentido la Iglesia es muy democrática, porque dentro del Pueblo de Dios, Diócesis, Parroquias y Templos promueven y organizan siempre a sus fieles laicos para que participen en distintos grupos y de diversas formas para beneficio de los mismos fieles, de la sociedad y del organismo eclesial.

            Por otra parte, política Participativa es un concepto reciente que califica la actividad política no sólo como acciones desde arriba, desde las cúpulas partidistas, sino de toda la ciudadanía. Hace tiempo escribí que “toda persona en lo individual y todo tipo de grupos sociales o eclesiales, de por sí y normalmente han de tener ojos para ver las necesidades del bien general y voluntad para poner en común esfuerzos prácticos que resuelvan los requerimientos sociales. Así lo hacen en los pueblos ancestrales para gestionar el agua potable, para reparar el camino, para introducir la corriente eléctrica, etc.”

            También, a nivel macro, qué hermoso espectáculo de participación, dan los ciudadanos cuando se manifiestan por las calles, en las plazas o en las urnas. No sólo los sindicatos o agremiados  Sino, toda la ciudadanía como sociedad viva y dinámica, como Cuerpo vivo de Cristo.  No sólo las izquierdas tienen derecho a llenar el zócalo para diatribas como en Cuba o en Venezuela. Las marchas por las calles o en las plazas son   expresión de política participativa y una auténtica celebración litúrgica en sentido cívico.

              Anteriormente los cambios políticos se resolvían con violencia y con las armas; los casos más recientes son Tlatelolco, jueves de Corpus, Colosio, Ruiz Massieu y el Card. Posadas. Ahora, aunque se escuchan voces de pesimismo y de desaliento, que nuestro espíritu de durangueños y zacatecanos de la Arquidiócesis ventile u oxigene al organismo social; no como un caso aislado, sino como mística e inspiración: que nadie ni nada capitalice la fiesta cívico-política para fines egoístas.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito de Durango

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