Elección de Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica (1).

                 3333550107_dd87082e26_q El martes 8 del mes próximo, los estadounidenses acudirán a las urnas electorales para elegir al próximo Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. La Campaña es protagonizada por el republicano Donald Trump y la demócrata Hilary Clinton. Como Trump, es apasionado antimexicanos y antiinmigrantes, lamento que nuestro  Presidente de la República lo haya invitado a conversar en Ciudad de México, siendo que la Virgen de Guadalupe nos llamó a todos los mexicanos representados en S. Juan Diego: “Juanito, Juan Dieguito, el más pequeño de mis hijos”.

                  Con autorización del Sr. Héctor Aguilar Camín, Director de la Revista “Nexos”, transcribo unos párrafos del número 466 del presente mes de octubre en que aparece el artículo de Juan Gómez Quiñonez y David R. Maciel, con el título de “Las raíces antimexicanas de Donald Trump”.

                  Transcribo de Nexos: “El racismo y la violencia contra la población no blanca en Estados Unidos no son una moda cultural desatada por el candidato republicano a la presidencia Donald Trump, sino una constante histórica que ha sido apoyada por diversas figuras públicas”.

                  “Hay un discurso popular que valida la tradición popular de acoger a los inmigrantes que llegan a territorio norteamericano y considerarlos elementos positivos para el país. Pero, a la vez, existe un discurso conservador muy negativo hacia la migración, y especialmente dirigido a ciertos grupos raciales y étnicos, y a minorías con estilos alternativos con el argumento de que todos ellos serían perjudiciales para el tejido social que se asume como homogéneo y armonioso. En otras palabras, aun cuando Estados Unidos se presenta a sí mismo como “un país de inmigrantes”, caracterizado por la premisa del “melting pot” (mezcla de razas), la realidad es que las actitudes y prácticas de la sociedad norteamericana  han estado dominadas por la visión anglosajona (y sus prejuicios)”.

                  “De acuerdo con esta visión del mundo, las minorías y los migrantes (particularmente aquellas de color) no encajarían como socios igualitarios, por lo que serían siempre considerados como de segunda clase y mantenidos como subordinados al orden dominante a través de leyes y prácticas. La explicación de tales opiniones y acciones discriminatorias involucran una mezcla de actitudes sociales, constructos ideológicos, prejuicios religiosos, ideología de supremacía blanca y la creencia de un ideal de cultura, identidad y carácter nacionales identificado como blanco, anglosajón y protestante, que colectivamente ha forjado el “American Way of Life”, (la ruta americana de vida) y la esencia de lo que ha hecho de Estados Unidos la potencia mundial que ha sido desde el siglo pasado”.

                    “En Estados Unidos ha existido una serie de actitudes peyorativas, convicciones y prácticas discriminatorias provenientes de épocas lejanas, impuestas a México y a individuos de origen mexicano. Estos sentimientos han existido desde la época de la Colonia, a partir del primer contacto entre los cazadores de pieles y los primero pobladores anglosajones, quienes los veían y los representaban como ignorantes, crueles y como parte de un mestizaje despreciable”.

                  “Estas actitudes se endurecieron considerablemente con la Rebelión de Texas y la batalla de El Álamo. Entonces los anglosajones agregaron odio, venganza y deseos de conquista a los estereotipos y prejuicios raciales en contra de los mexicanos. El discurso que justificaba la invasión del territorio mexicano se encontraba lleno de dichos constructos negativos”.

                  “Después de la guerra entre México y Estados Unidos de 1847, los casi 120,000 mexicanos que quedaron atrás en los territorios perdidos fueron el blanco del pensamiento y de las acciones xenofóbicos, que en muchas ocasiones llegaron a propiciar situaciones extremas como: los linchamientos de 1850-1920, la matanza de mexicanos en Texas de 1915-1916, las repatriaciones durante la Gran Depresión de 1930-1932 y las redadas que culminan en deportaciones en fábricas y vecindarios de inmigrantes en nuestros días”.

De todo lo anterior, en nuestros días, el más feroz y extremo portavoz es el republicano Donald Trump, quién en estos meses, se planta en los escenarios de Estados Unidos postulándose como aspirante a la Presidencia de esa nación, que después de una guerra se quedó con buena parte de nuestro territorio nacional. Continuará el próximo domingo.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito

 

La conversión de todos (2)

                  3333550107_dd87082e26_qEn el Antiguo Testamento, la religión natural se funda en el relato de la creación y de la propagación del género humano: “vengan a ver lo que ha hecho Dios, sus hazañas en favor de los hombres: convirtió el mar en tierra seca, por el río cruzaron a pie; así pues, celebrémoslo con alegría” (Salmo 66, vv. 5-6). De este relato se sigue que todos los hombres han de adorar al único Dios, como su Creador y Señor. Esta religión natural es deber de todo hombre. Si el pecado o el error alejan al hombre de Dios, es la creación la que exige al hombre racional que vuelva a Él. “Totalmente estúpidos son todos los hombres que no han conocido a Dios, los que por los bienes visibles no han descubierto al que existe, ni por la consideración de sus obras han reconocido al que las hizo” (Sab. 13. 1).

                  En el Nuevo Testamento, durante la vida pública de Jesús, Él y sus discípulos predicaron el Evangelio sólo a los israelitas (Mt 10). Cuando estos desdeñaron la salvación mesiánica y rechazaron a Cristo, inmediatamente  el Evangelio es anunciado a los gentiles. Antes de la Ascensión, Jesús ordena a sus discípulos anunciar llevar el Evangelio a todas las naciones (Mt 28,19). Entonces el Bautismo de Cornelio por Pedro (Hch 10), convierte en un hecho la conversión de los gentiles y su admisión en la Iglesia, sin la obligación de la ley mosaica.

                  Una vez resuelta la cuestión de principios, ya no la pudo anular ni siquiera la resistencia de los judaizantes. El gran Apóstol de los gentiles fue Pablo, que recibió solemnemente y llevó a cabo la tarea de misionar a los gentiles:

“el mismo Dios que constituyó a Pedro, Apóstol de los judíos, me constituyó a mí, Apóstol de los gentiles” (Gal 2,8).

La primera vez que los gentiles se convirtieron en gran número fue en Antioquía: al encontrar a muchos reunidos en la casa de Cornelio, Pedro les dijo: “Ustedes están enterados de lo que ha sucedido en el país de los judíos acerca de Jesús de Nazaret, a quién Dios ungió con el poder del Espíritu Santo. Él pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio, porque Dios estaba con Él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén… Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos…Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje”  (Hch 10, 37-44).

Esta vez en Antioquía fue la primera vez que se convirtieron a Cristo un gran número de gentiles. Según  Pablo, el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta la conversión de todos los gentiles. Por lo pronto, nosotros ya estamos bautizados y formamos la Iglesia del Señor.

Pero, nos conviene meditar que también nosotros éramos en otro tiempo rebeldes a Dios; pero ahora, “por la desobediencia de los israelitas alcanzamos misericordia; ahora, ellos son rebeldes en atención a la misericordia que Dios ha tenido con nosotros, para que también ellos tengan misericordia; porque Dios ha permitido que todos seamos rebeldes, para tener misericordia de todos” (Rom 11, 30-32).

Admiremos, el himno final del capítulo once de la Carta a los Romanos: “¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios!, ¡Nadie puede explicar sus decisiones ni comprender sus caminos!  Porque: ¿Quién conoce el pensamiento del Señor?, ¿Quién ha sido su consejero?, ¿Quién le ha prestado algo, para pedirle que se lo revuelva?, De Él, por Él y para Él son todas las cosas. A él la gloria por siempre. Amén”.

Pablo es plenamente consciente, de que el cómo y el cuándo de la restauración de su pueblo, pertenece a los planes misteriosos de Dios. Pero, al mismo tiempo está seguro de que se realizará, porque es algo que forma parte del proyecto salvífico general de Dios. De ahí el magnífico himno de alabanza y reconocimiento a los proyectos siempre sabios y soberanos de Dios, con que Pablo concluye la parte doctrinal de su carta a los Romanos. La actitud del creyente ha de ser de aceptación y humildad: Porque Dios es siempre más Grande que cualquiera de nosotros y que todos juntos.

¿Qué conclusión práctica puede tomar cada lector o agente participante en los presentes retos de nuestro Estado y de nuestros Municipios de Durango?  Ya sólo canto: “Todos caminando, vamos caminando: viendo, pensando, actuando con Jesús”.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito

 

La renovación interna de personas e Instituciones

                  3333550107_dd87082e26_qTodos hemos visto que desde el mes pasado se viene renovando el personal al frente de diversas Instituciones civiles, tanto en la capital como en los municipios del Estado.  De todo corazón, felicito y bendigo a quienes ya han sido nombrados, han rendido su protesta de ley y han tomado posesión de sus encomiendas, también les auguro muchos éxitos en bien de los ciudadanos; a los que aún suspiran por ser tomados en cuenta, les recomiendo que aprovechen para cargar baterías para que aguanten la carga de los años; recuerden que el Sr. Gobernador anunció que quienes no rindan lo necesario, serían relevados. Recordemos todos y aprendamos que los cargos no son para lucrar sino para servir a las Comunidades civiles o religiosas, y el que no vive para servir, es mejor que no estorbe y que se haga a un lado.

                  Por lo pronto, ya las lluvias torrenciales nos han puesto a prueba en esta ciudad, empezando por el puente negro, provocando una y otra vez,  daños al pavimento de las calles, deteriorando casas-habitación, arrastre de vehículos, y desgraciadamente causando la muerte de varias personas. Los ciudadanos de Durango pudimos  constatar la vocación de servicio de las actuales autoridades municipales y estatales, y de la ciudadanía. Felicito a miembros de la Presidencia Municipal y del Gobierno del Estado, y a ciudadanos espontáneos por su prestancia y responsabilidad en estas circunstancias. Elevo plegarias al cielo, a fin de que a esta fecha ya se haya normalizado el temporal y vayamos entrando en serenidad de ánimo y ambiental.

                  Por otra parte, circulan rumores sobre que en algunos ámbitos de la administración pública se presentan intromisiones políticas: en delegaciones federales, como el ISSTE, el INFONAVIT, Desarrollo Social, SEDATU, Pueblos Indígenas, Conagua, Relaciones Exteriores.  Ruego a Dios que para esta fecha ya se hayan apaciguado las marejadas, y se vaya regularizando con normalidad el proceso del cambio de estafeta.

                  También han salido preocupantes notas periodísticas:  que la Secretaría de Gobernación, desde el 2014 adeuda a Durango 961 millones del FONDEM; que la Administración anterior del Estado, dejó una deuda pública de 15,000 millones de pesos; que la Federación recortará 8,000 millones de pesos para comercializar el frijol; que en Canatlán, colapsó, partiéndose en tres partes, el puente que comunicaba de la carretera La Granja-Canatlán, a los pueblos de S. José de Gracia, Martín López y Nogales.

A todo ello, habrá que añadir que en este año la producción del frijol será más baja que el año pasado. Aserca y Sagarpa, deben ponerse las pilas, buscar un precio que favorezca a los agricultores; además de controlar a los especuladores de hoy y de siempre.

                  Por todo esto, es el título de esta entrega: “La renovación personal y general de personas e instituciones”; es decir hacerse nuevos; cambiar nuestra visión, nuestra orientación, el interior de nuestros corazones, nuestra proyección externa y social. A todo esto, desde el Evangelio se le llama conversión interior y exterior de todo el ser del cristiano: volver a nacer como en el Bautismo. Todo esto se refiere a cada uno a todas las personas de la sociedad y a cada uno de los grupos y organizaciones sociales: renovarse desde dentro para renovar nuestro entorno; lograr que nuestro sistema mental se empape del Evangelio: de las convicciones y actitudes de Jesús.  De lo contrario, no será posible lograr una auténtica transformación de los distintos niveles humanos y ambientales.

                  Para ello, nos ayudará meditar en la creación, como cantamos a veces: “Danos un corazón, grande para amar; danos un corazón fuerte para luchar. 1.- Hombres nuevos creadores de la historia, constructores de nueva humanidad; hombres nuevos que viven la existencia, como riesgo de un largo caminar. Danos un corazón… 2.-Hombres nuevos luchando en esperanza, caminantes sedientos de verdad; hombres nuevos sin frenos ni cadenas, hombres libres que exigen libertad. Danos un corazón… 3.- Hombres nuevos, amando sin fronteras, por encima de razas y lugar; hombres nuevos al lado de los pobres, compartiendo con ellos techo y pan. Danos un corazón…”

                  Y también: “Danos Señor, un corazón nuevo; derrama en nosotros un Espíritu nuevo. 1.- He aquí que vienen días, Palabra del Señor, en que yo sellaré con la casa de Israel, una Alianza Nueva. Danos Señor… 2.- Yo pondré mi ley en el fondo de su ser, y la escribiré en su corazón. Danos Señor… 3.- Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Yo les perdonaré todas sus faltas; no me acordaré más de sus pecados”.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito

 

La Nueva Evangelización en Juan Pablo II

3333550107_dd87082e26_q“Desde el principio, sin daros cuenta, habíais adivinado en vuestro corazón el gran deseo de Dios de que los hombres de todas las razas, nos fuéramos uniendo en una sola comunidad de amor, en una inmensa familia, cuya cabeza es Jesús, cuyo Padre es el Padre de Jesucristo, cuya alma es el Espíritu Santo, Espíritu de Jesús y del Padre. Esa familia es la Iglesia, que tiene por Madre a la Virgen María…”

     “Los más conscientes de vosotros anheláis que sea respetada vuestra cultura, vuestras tradiciones y costumbres, y que sea tomada en cuenta la forma de gobierno de vuestras comunidades. Es una legítima aspiración que se inscribe en el marco de la variedad expresiva del espíritu humano. Ello puede enriquecer no poco la convivencia humana, dentro del conjunto de las exigencias y equilibrio de una sociedad”.

“A este propósito deseo alentar a los sacerdotes y religiosos a evangelizar, teniendo bien en cuenta vuestra cultura indígena; y a acoger con alegría los elementos autóctonos de los que ellos mismos participan. En esa línea hago mío el pedido que vuestros obispos hicieron en Puebla: Que las Iglesias particulares se esmeren en adaptarse, realizando el esfuerzo de un traspasamiento del mensaje evangélico al lenguaje antropológico y a los símbolos de la cultura en que se inserta. (Puebla, 405)”.

Si los mexicanos hubieran oído eso, que era lo que siempre habían anhelado oír, ciertamente hubieran también entendido, que, aunque toda cultura puede servir de base al Evangelio, dada nuestra situación de pecado, puede que no todo en ella sea conforme a él, que recibir a Cristo también implica convertirse y purificarse, y hubieran aceptado y modificado todo lo no correcto de su cultura, correcciones, aun de fondo, en sus amadas tradiciones.

“Pero, aunque la Iglesia respeta y estima las culturas de cada pueblo, y por lo tanto las de vuestros grupos étnicos; aunque trata de valorizar todo lo positivo que hay en ellas, no puede renunciar a su deber de esforzarse por elevar las costumbres, predicando la moral del Decálogo, la más fundamental expresión ética de la humanidad, revelada por Dios mismo y completada con la ley del amor enseñada por Cristo. Considera a la vez un deber tratar de desterrar las prácticas o costumbres que sean contrarias a la moral y verdad del Evangelio. Ella, en efecto, ha de ser fiel a Dios y a su misión. Por lo cual no puede verse como un atropello la evangelización que invita a abandonar falsas concepciones de Dios, conductas antinaturales y aberrantes manipulaciones del hombre para el hombre  (Puebla, 406)”. 

       

  Héctor González Martínez.

Arzobispo Emérito de Durango.

La nueva Evangelización en Juan Pablo II.

3333550107_dd87082e26_qEl Santo Padre Juan Pablo II, el 31 de enero de 1985, dirigió un magnífico discurso en Ecuador, guía y ejemplo para la evangelización inculturada.

              “Hace 450 años la fe en Jesucristo, llegó a vuestros pueblos. Ya antes, sin que vosotros lo sospecharais, Dios había estado presente, iluminando vuestro camino. El Apóstol S. Juan nos lo dice, “es la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que llega a este mundo” (Jn 1,9).

              “Fue Él, quien alumbró el corazón de vuestros pueblos, para que fuerais descubriendo las huellas de Dios Creador en todas sus criaturas: en el sol y en la luna, en la buena y grande madre tierra, en la nieve y en el volcán, en las lagunas y en los ríos que bajan de vuestras altas cordilleras”.

              “¡Qué emoción la de vuestros padres, cuando a la luz del Evangelio, descubrieron que ellos mismos valían mucho más que todas las maravillas de la creación, porque ellos habían sido creados a imagen y semejanza de Dios, como retratos resplandecientes suyos! ¡Qué alegría la de vuestros Padres, cuando supieron que el Gran Dios que había creado todo para servicio de los hombres, ese mismo Dios había querido hacerse cercano a nosotros en su Hijo Jesucristo, haciéndose hombre, para que nosotros llegáramos a ser hijos adoptivos de Él! ¡Qué alegría para ellos conocer que todos los hombres somos hermanos, porque la vida de Jesús, Hijo de Dios, podemos tenerla también todos nosotros! Desde entonces, el espíritu de unidad y solidaridad, tan propio de vuestros pueblos, recibió más hondura y más fuerza”.

              “Este espíritu de unión solidaria se manifiesta aún en muchas formas: en la alegría de vuestro trabajo gratuito de la Comunidad, a favor de los necesidades comunes, en vuestras bellas fiestas, en la generosidad con que recibís a los forasteros, en el amor con que acompañáis a vuestros vecinos en sus penas. Así cumplís aquello que Dios nos pide en su Palabra diciendo: “alegraos con los que se alegran y llorad con los que lloran” (Rom 12,15). Esta unidad se muestra con gran riqueza en vuestras familias unidas por la sangre o el parentesco espiritual, y también en vuestras organizaciones como las “comunas”.

              “Pero, desde antes de la Evangelización había en vuestros pueblos, Semillas de Cristo: Estáis convencidos de seguir unidos más allá de la muerte; vuestros pueblos identifican el mal con la muerte y el bien con la vida; vuestros pueblos tienen un vivo sentido de la justicia; y Jesús proclama bienaventurados a los sedientos de Justicia (Mt 5, 6); vuestros pueblos dan gran valor a la palabra, y Jesús es Palabra del Padre; vuestros pueblos son abiertos a la interrelación; diría que vivís para relacionarnos; y Cristo es el camino para la relación entre Dios y los hombres y de los hombres entre sí: Todo esto son semillas de Cristo, que la evangelización encontró y  debió luego purificar, profundizar y completar”.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito de Durango.

 

Fiesta Cívico-religiosa

3333550107_dd87082e26_qHoy es día de fiesta cívica en el Estado de Durango; fiesta a que estamos convocados todos los ciudadanos en edad de votar con credencial de elector. Además de fiesta cívica, es también fiesta religiosa de responsabilidad social para transformar los ambientes y las estructuras del Estado. Quiera Dios que la fiesta cívico-religiosa, nos levante temprano y nos impulse a acudir a las casillas, a sufragar, con optimismo cristiano, teniendo claro en la conciencia, que cumplimos un deber de bautizados, para edificar un Estado mejor que el que recibimos hace cerca de cien años. Por tanto,  evitando mentiras, atropellos, venganzas, robos de urnas, compra de votos. Ante todo, apegados a la verdad y desterrando toda mentira.

Como bautizados, recordemos que los primeros padres fueron creados en el bien y que desde el Génesis Dios dijo que “todo lo que había creado era bueno” (Gn 1,31), que podían comer de todo, menos de un árbol. Pero, el demonio, príncipe de la mentira, en forma de serpiente, se entrometió diciendo a Eva: “De ningún modo morirán; lo que pasa es que Dios sabe que en el momento en que coman de ese árbol, se les abrirán los ojos, y serán como Dios, conocedores del bien y del mal. Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer, hermoso a la vista y deseable para adquirir sabiduría. Así que tomó de su fruto, comió, se lo dio a Adán que también comió. Entonces se les abrieron los ojos, se dieron cuenta que estaban desnudos, entrelazaron hojas de higuera y se vistieron con ellas” (Gn 3,1-7). El propósito del demonio en forma de serpiente, es sembrar desconfianza en relación a Dios; es la vieja y siempre actual tentación de igualarse a Dios, conocer su secreto, ser como Él.  La trampa surte efecto: la mujer mira con otros ojos al árbol; ve con gusto la posibilidad del conocimiento total, de la plena autonomía e independencia. El varón hasta ahora espectador pasivo, se convierte en cómplice mudo. El desenlace parece dar la razón al tentador: se les abren los ojos, sí, pero con una diferencia: no para verse como dioses; la desnudez que antes era expresión de felicidad, ahora es motivo de vergüenza, fracaso y deshumanización.

                  Milenios de tiempo después, ya en el Nuevo Testamento Cristo nos dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,16). Por tanto, tenemos a donde mirar, como nos enseñan el centurión romano quién al morir Jesús exclamó “verdaderamente este era Hijo de Dios”; nos lo testifican Nicodemo y José de Arimatea.  “Mirarán al que traspasaron” nos predican el  profeta Zacarias 12,10 y el evangelista S. Juan 19,37.

La primera lectura de hoy, narra que estando el profeta Elías en Zarepta, hospedado en casa de una viuda, enfermó y murió el hijo de la dueña de la casa, quién reclamó a Elías: “¿qué te hice yo, hombre de Dios?, ¿has venido a mi casa para que yo recuerde mis pecados y se muera mi hijo?” Elías, tomó al niño aparte, oró sobre él  y clamó al Señor: “devuélvele la vida a este niño”; el Señor escuchó la súplica de Elías y “el niño volvió a la vida”; Elías lo entregó a su madre. También en el Evangelio de S. Lucas vemos hoy, otro caso semejante: caminando Jesús acompañado por sus discípulos y mucha gente, al entrar al pueblo de Naím, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda. “Cuando el Señor la vio se compadeció de ella y le dijo: “no llores”; se acercó al ataúd, lo tocó y dijo: “Joven, yo te lo mando; levántate”. El que había muerto se levantó y comenzó a hablar; “Jesús lo entregó a su madre” (Lc 7, 11-17).

                  Nuestro Dios no es un Dios de muerte; aquí, en nuestra jornada cívico-religiosa se revela  como Dios de vida. Elías intercede por la vida; Jesús la da. Y nuestra misión en este mundo también es a favor de la vida de los seres humanos, de los aún no nacidos, de los animales irracionales, de la madre tierra, de la floresta, del medio ambiente, de la atmósfera, en una palabra de toda la creación. S. Francisco de Asís, nos enseñó a orar con la hermana tierra,  con la hermana agua, con el hermano  lobo y con el hermano sol. Toda la creación, salida viva y bendecida de las manos de Dios, es objeto de nuestro reconocimiento y de nuestra atención.

                  Particularmente, “quienes se desempeñan en la defensa de la dignidad de las personas, pueden encontrar en la fe cristiana argumentos profundos para ese compromiso. El Creador puede decir a cada uno de nosotros: “antes que te formaras en el seno de tu madre, yo te conocía” (Jer 1,59). Fuimos concebidos en el corazón de Dios, y por eso “cada uno de nosotros, es fruto del pensamiento de Dios. Cada uno es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario”: Benedicto XVI.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito

 

La Reforma y el II Imperio, 1855-1867

3333550107_dd87082e26_qEl Plan de Ayutla, proclamado el 9-VII-1854, obtuvo su completo triunfo el 9-VII-1855, en que Antonio López de Santa Anna, escapó de la Capital y desapareció definitivamente de la política. Santa Anna, había nacido en Jalapa en 21-II-1794. De 1823-1855, Santa Anna, fue el principal político mexicano, unas veces vencedor y otras vencido, cuatro veces presidente y dos en el destierro. Se le permitió volver y murió obscuramente en la Capital el 21-VI-1876.

                  De 1855 a 1857, gobiernan el país Juan N. Álvarez e Ignacio Comonfort. El primero, en su corta Presidencia efectiva, inició la Reforma liberal de las Instituciones nombrando para su gabinete a liberales exaltados. En la convocatoria para el Constituyente, priva al clero de sus derechos políticos, y por la ley Juárez declara renunciable el fuero eclesiástico, irrenunciable según el Derecho Eclesiástico. Esta ley pretendía desprestigiar al clero, llevando a los tribunales a sus miembros. El Supremo Tribunal de Justicia que protestó contra la ley Juárez fue disuelto. Como el general Álvarez se sentía incómodo en su sitio, dejó la presidencia a Comonfort, quién llevó con rigor la Reforma liberal y dio la ley Lerdo de desamortización de los bienes eclesiásticos, la prohibición de cobros por oficios parroquiales e impuso la Constitución de 1857.

                  El 1-XII-1857, Comonfort dejó de ser presidente sustituto y pasó a ser presidente constitucional, se encontró con el repudio general de la Constitución por el pueblo. La Constitución expedida el 5-II-1857, tenía como artículos reformistas, los siguientes: el 3º, de la enseñanza libre; el 5º, de la supresión de los votos religiosos; el 7º., de la libertad de imprenta, sin restricciones a favor de la religión; el 13ºde las leyes Juárez e Iglesias; el 27º., de la ley Lerdo, y el 123º.- de la intervención del poder federal en los actos del culto y de la disciplina externa. Los ánimos estaban muy exaltados; Comonfort, habiendo exaltado más los ánimos, abandonado por todos, el 21-I- 1858, salió de la Ciudad de México.

                  Su salida dio lugar a la formación de dos gobiernos. Uno, en la Capital, conservador con el general Félix Zuloaga; otro liberal, refugiado en Guanajuato, encabezado por Benito Juárez. Los dos gobiernos lucharon en tres campos: el legislativo, el diplomático y el de las armas, este último dirimió la contienda.

En este período los Presidentes fueron: Martín Carrera, del 14 de agosto al 12 de septiembre  de 1855. Juan N. Álvarez del 4 de octubre al 11 de diciembre  de 1855. Ignacio Comonfort, del 11 de diciembre de 1855 al 21 de enero de 1858. Hubo dos Gobiernos: uno Conservador y otro liberal:

                  El liberal con Benito Juárez desde el 19 de enero de 1858 hasta la caída del imperio de Maximiliano.

                  El Conservador con Félix Zuloaga del 23 de enero al 23 de diciembre de 1858. Manuel Robles Pezuela, del 23 de diciembre de 1858 al 21 de enero de 1859. José Mariano Salas, del 21 al 24 de enero de 1859. Félix Zuloaga, del 24 de enero al 2 de febrero de 1859. Miguel Miramón, del 2 de febrero de 1859 al 13 de agosto  de 1860. Félix Zuloaga, del 9 al 10 de mayo de 1860. José Ignacio Pavón, del 13 al 15 de agosto de 1860. Miguel Miramón, del 15 de agosto al 24 de diciembre de 1860. Félix Zuloaga, del 28 de diciembre de 1860 al 1862.

                  En este período, el aspecto de la nación era desolador. La pacificación no se había logrado ni parecía lograrse. A la tradicional anarquía política, se añadía la honda división de la sociedad en dos partidos que luchaban a muerte. El liberal había provocado una verdadera persecución religiosa con la legislación reformista y con los hechos vandálicos de algunos revolucionarios que saquearon y destruyeron iglesias y conventos.

                  El gobierno de Benito Juárez llevaba a cabo con rigor la reforma cerrando  conventos, despojando iglesias, desterrando a Obispos, destituyendo a los empleados que hubieran firmado protestas contra las leyes de reforma; pero no podía mantener su autoridad en los Estados de la Federación, que se hacían cada vez más independientes, ni podía pagar la deuda extranjera. Inglaterra, Francia y España recordaron que México les debía 70, 27 y 10 millones respectivamente. Entre diciembre y enero de 1862-3, desembarcaron en Veracruz ejércitos de las tres naciones. El ejército francés atacando a Puebla, fue derrotado. Las miras de Francia y España eran de restaurar en México la Monarquía; Estados Unidos, asechaba la oportunidad de lograr territorio para nuevos Estados de la Unión. El 15 de julio, Juárez entró a la Capital y con ello la república federal laica y los liberales que siguieron redactando a voluntad la historia de México.

Héctor González Martínez; Obispo Emérito

De la Independencia a la Revolución de Ayutla (1821-1854)

3333550107_dd87082e26_qEstando en tiempo electoral, como Sociedad y como Iglesia nos conviene mirar un poco a tiempos pasados para observarnos como en panorama y retrospectiva.

Después de la consumación de la Independencia, la organización política y administrativa del país, no tuvo consistencia hasta 1867, en que después de una guerra prolongada por la revolución liberal que transformó las instituciones políticas, económicas y religiosas, debilitando interiormente a la nación, hasta que se implantó la República Federal. El período es confuso, debido al gran número de gobernantes, constituciones y movimientos revolucionarios: dos imperios, tres repúblicas federales, dos repúblicas centrales, dos ejecutivos provisionales y dos regímenes a constitucionales.

 Al día siguiente de la entrada del ejército trigarante en México, 28 de septiembre de 1821, se instaló en la  capital una Junta Gubernativa compuesta de 34 personas, con Iturbide como Presidente. La función primaria de esta Junta era convocar un Congreso para elaborar la Constitución de México. Las elecciones de diputados al Congreso deberían tenerse el 29 de diciembre de 1821; y con eso terminaba la función y el poder de la Junta. Se tuvieron las elecciones y con toda solemnidad fue instalado el Congreso Constituyente el 24 de febrero de 1822 en la antigua Iglesia de los jesuitas de S. Pedro y S. Pablo.

Hubo en el Congreso cuatro facciones: la de los insurgentes, la de los borbonístas, la de los republicanos y la de los iturbidístas. Fue un Congreso soberano, pero falto de reglas: gastó el tiempo en temas ajenos o contrarios a su finalidad, adormeciéndose con largos discursos y palabrería farragosa, principalmente contra Iturbide, en quién sólo veían ambiciones de poder. El 19 de mayo, las tropas y el pueblo proclamaron como emperador a Iturbide; pero Iturbide permaneció indeciso. 150 congresistas asistieron a la sesión en que se nombró a Iturbide; en una nueva sesión del Congreso fue sancionada y ratificada por unanimidad.

Pero, el reinado de Iturbide solo duró 10 meses; reclamó al Congreso que en ocho meses no había producido nada; el 31 de octubre fue disuelta la asamblea; el 2 de diciembre Antonio López de Santa Anna, desde Veracruz proclamó la República y la destitución del emperador. En marzo de 1823, Iturbide restableció el Congreso que meses antes había destituido; el 20 del mismo mes abdicó y prometió salir del territorio mexicano.

La población era un mosaico étnico, había: españoles, criollos, mestizos, negros e indígenas, distribuidos principalmente en federalistas y republicanos centralistas: los federalistas, fundados en el principio de la soberanía nacional, querían hacer una federación de estados; los centralistas, preferían los principios del régimen autocrático central. Este conflicto de tendencias prolongó la lucha fratricida y retrasó la estabilidad del país por más de un siglo. En la primera parte del S. XIX fue más significativa la cantidad de motines, pronunciamientos, rebeldías y desastres guerreros que afligieron al país.

De 1824  a 1835, 16 individuos ocuparon la silla presidencial: Guadalupe Victoria, del 10 de octubre de 1824 al 1 de abril de 1829. Vicente Guerrero, del 1 de abril al 18 de diciembre de 1829. José María Bocanegra, del 18 al 23 de diciembre de 1829. Pedro Véles, asociado a Lucas Alamán y a Luis Quintanar, del 23 de diciembre de 1829 al 1 de enero de 1830. Anastasio Bustamante, del 1 de enero de 1830 al 14 de agosto de 1832. Melchor Múzquiz, del 14 de agosto al 26 de diciembre de 1832.  Manuel Gómez Pedraza, del 26 de diciembre de 1832 al 1 de abril de 1833. Valentín Gómez Farías, del 1 de abril de 1833 al 16 de mayo del 1833. Antonio López de Santa Anna, del 16 de mayo al 2 de junio de 1833. Valentín Gómez Farías, del 2 al 17 de junio del 1833. Antonio López de Santa Anna, del 17 de junio al 10 de julio de 1833. Valentín Gómez Farías, del 10 de julio al 28 de octubre de 1833. Antonio López de Santa Anna, del 28 de octubre al 15 de diciembre de 1833. Valentín Gómez Farías, del 15 de diciembre al 24 de abril de 1834. Antonio López de Santa Anna, del 24 de abril de 1834 al 28 de enero de 1835. Miguel Barragán, del 28 de enero de 1835 al 27 de febrero de 1836.       

                  En este período de inestabilidad, por primera vez, se intenta atacar los cimientos de la sociedad colonial con la secularización de las Misiones de California, incautación de los bienes de las Misiones de Filipinas, extinción de la Universidad de México y de los Colegios dirigidos por el clero, supresión del pago de los diezmos a la Iglesia y subasta pública de los bienes eclesiásticos.

Héctor González Martínez; Obispo Emérito

 

Carta-Annua del P. Nicolás de Anaya al P. Sup. en Roma (18)

                3333550107_dd87082e26_q  “Importó mucho este presidio, porque después, estando ya más firmes en la paz, los naturales declararon, que aunque ellos siempre habían tenido amor y afición a los ministros de su doctrina, la importunidad y persuasiones de los vecinos Tepehuanes les habían movido los ánimos a determinarse como ya lo estaban, de matar a los dos Padres Diego de Acevedo y Gaspar de Navarra y que esta resolución la habían dilatado para cuando los dos estuvieran juntos, más por diversas ocupaciones no lo había estado hasta este punto en que había ya suficiente defensa, que a no ser así, ya estuvieran muertos”.

                  “El Capitán de Sinaloa, Diego Martínez de Urbayde, como más práctico, envió un arbitrio y ardid al Alcalde Mayor de este puesto, para satisfacerse si estos eran fieles o no, mandándoles fuesen a las rancherías de los enemigos y procurasen trabar guerra con ellos para experimentar cuanto era su valor, y quienes eran los vencedores, encaminando su intención, a que si los Acaxees no eran enemigos de los Tepehuanes, lo fuesen, o si eran amigos los unos de los otros. Por esta diligencia, fueron 100 grandules de los Acaxees, y dieron en los enemigos, que huyeron y fueron muertos algunos, cuyas cabezas se trajeron, para señal de victoria; trajeron también una india gentil que prendieron para que se bautizara antes de morir”.

                  “Fue de importancia este hecho, porque quedaron nuestros indios más unidos a los españoles; y los enemigos, menos confiados de que entre ellos muchos eran parientes muy cercanos, y algunos hermanos y padres de nuestros Acaxees; y con esto, no se fiaron más del deudo o de la amistad. La india gentil que prendieron en este asalto declaró, que el intento de los Tepehuanes que ahí estaban cerca rancheados, no era de acometer o hacer el mal, a estos de Batoyapa, porque ya de ellos tenían recibido el alzamiento y ayudarles en la matanza de los Padres y de los españoles, sino que esperaban otro buen número de gente para unirse todos con estos de Batoyapa, y hacer el estrago que pudiesen”.

                  “No se sabe en qué parará, ni si es cierto, lo que la india ha dicho; más para todo ha importado la gente de presidio y el haberse declarado una por una estos naturales, por enemigos de los Tepehuanes, aunque los Padres de esta Misión, los de este partido y de los demás, no dejan de estar con cuidado de algunas señales que por este tiempo, han aparecido en el cielo en aquellas partes, porque ha habido cometas, y algunos temblores en la tierra que nunca se habían visto: en dos días tembló la tierra siete veces, y esto sólo allí, porque en las demás partes no se ha sentido nada; hánse oído bramidos a manera de espantos. Los truenos, estando el cielo sereno y claro, en la misma sierra hacia donde vive la nación Tepehuana; las señales no parecen ser de buenos sucesos”.

                  “Quiera nuestro Señor, que el mal de ellos, sea para los enemigos de nuestra Santa fe y religión, que hasta ahora suya ha sido la gloria en haber dado la vida por  ellas los Padres que en estas Misiones han muerto”.

                  Con la presente entrega termino la publicación de la Carta-Annua del P. Provincial en México, Nicolás de Arnaya firmada en Cd. de México el 18 de mayo del año 1617; documento bien ponderado y argumento histórico que abona al martirio de 8 Padres jesuitas, 1 franciscano y 1 dominico; más innumerables laicos que les acompañaban en la vida y en el ministerio misionero. No es todo el material de Archivo; todavía nos queda mucho por explorar, en este 400 Aniversario que se cumple en noviembre próximo.

Pero, con este documento bien razonado, todos quedamos ciertos de que el suceso es auténtico martirio por odio a la fe. Y así lo seguiremos presentando a propios y extraños. Así lo seguiremos presentando ante la Santa Sede, que tiene la última palabra.

                  Descansamos un poco de este tema, para dar lugar a otros tópicos que nos deben de interesar. En junio seguiremos dando a conocer el Archivo Arquidiocesano sobre este mismo tema.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito

 

Carta Annua del P. Nicolás de Anaya al P. Sup. Gral. en Roma (17)

                 3333550107_dd87082e26_q “Por haber atajado el paso del alzamiento, ninguno de los Padres de esa Misión padecieron: el P. Diego de Cueto, el P. Andrés González en Las Vegas, los Padres Gerónimo y Juan de Millén en S. Hipólito, y el P. Tutiño en el Real de S. Andrés”.

“Bien pensaron los Padres y los españoles de Topia, y de aquella Misión, que es toda de Acaxees, que también ellos quedaban seguros y quietos con las muertes de Don Andrés y de Juan Gordo, en Coapa, más con todo eso fue menester la buena diligencia y vigilancia que tuvo el Capitán Don Sebastián de Alvear, Alcalde Mayor de aquel Real, en la guarda y seguridad de los Padres de aquella Misión y en pertrechar el mismo Real de Topia, cercando una muy espaciosa plaza, con tres torreones en ella y más de sesenta soldados bien prevenidos con sus caballos de armas”.

“Lo que más guerra hacía aquí, como en otras partes era la falta de pólvora, que de haberla, no había qué temer a los enemigos; vista por ellos la prevención, y entendiendo que había suficiente reserva de todo género de bastimentos, no osaron acometer a este Real, con que quedaron seguros los Padres misioneros que allí se recogieron”.

“El P. Diego de Acebedo en Tecuchiapa, que es cabecera de su partido, tenía ya nueva del alzamiento general; temeroso de que sus Acaxees estaban muy vecinos de los Tepehuanes, no dejaba de tener recelo de que hiciesen otro tanto, aunque muy deseoso de tener la suerte que habían corrido los demás Padres. Añadióse la ocasión de las sospechas con un indio, el principal de Batoyapa, pueblo de su Doctrina, el más cercano a los Tepehuanes, le vino a ver convidándole, que fuese a su pueblo, y diciéndole palabras regaladas de que gustaba mucho de verles, y le pesaba que se apartase del partido; cosa que el indio no solía hacer, porque no era nada amoroso; le despidió el Padre, con el mismo amor, dándole de comer, regalándole y prometiéndole que en breve  iría a su pueblo. Creció el recelo, cuando al día siguiente vino el Fiscal del mismo pueblo, casi con las mismas razones”.

“Y, estando el Padre, dando y tomando consigo mismo, en si sería bueno ir o no ir, o qué consejo tomaría, quiso nuestro Señor, que estando en esta suspensión, aquella misma tarde recibió cartas del P. Visitador y del Capitán de Sinaloa, en que le advertían del grande peligro en que estaba, ordenándole que al punto saliese, con que conoció el Padre ser la voluntad de nuestro Señor. Y, así luego partió para S. Ignacio que es un Real de minas, a donde llegó de noche; de allí bajó a Sinaloa; y luego tubo aviso de Batoyapa, para donde le convidaban, que ya estaba alzado; y que habían venido a él tres Tepehuanes, amonestándoles siguiesen al nuevo dios, y llamando a los Principales del partido les dijeron que todos prometiesen, pena de la vida, que harían lo que se les ordenase. Proponíanles los mismos premios y las mismas amenazas que en otras partes, había hecho el falso dios”.

“Los Tepehuanes, preguntaban muchas veces por el Padre, diciendo que traían muy encargado que le quitasen luego la vida, y para más persuadirles y animarles a la conjuración, llevaron a algunos Acaxees para que a vista de ojos pudiesen dar testimonio de los cuerpos  de los Padres descabezados y tendidos con los demás españoles muertos en el pueblo de Santiago”.

                  “Después de algunos días, pareciendo que esto se había aquietado, y que aquellos pueblos estaban sin doctrina, el P. Diego de Acebedo hubo de volver a ellos; pero esto fue, acompañándole y haciéndole escolta soldados españoles, con que el Capitán de Sinaloa le socorrió a su costa, hasta que el Virrey de México diese orden  que se le pagase, como en esto hizo como lo hace en otras ocasiones, en servicio de Dios y de la Real Majestad. En esta ocasión envió setenta indios amigos y sus soldados que asistiesen a la defensa del Padre, no tanto por defenderlo de los de su partido, que estos eran aún más, sino de los Tepehuanes, que alguna vez vinieron más de ochenta con ánimo de matarlo, y ordenó que se hiciese un fuerte, en que dentro estuviesen los soldados y los Padres, y demás gente menuda, hasta que la tierra se aquietase. Les dio así mismo socorro de cien fanegas de maíz y otros bastimentos de que aquella tierra tiene mucha falta”.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito