La Ilustración

La Ilustración o Iluminismo, con su mayor influencia en el siglo XVIII, identifica un movimiento cultural como forma de ver el mundo, que conteniendo elementos filosóficos supera el campo filosófico. Es un movimiento cultural que se desarrolla e influye principalmente en Inglaterra, Francia y Alemania. Es como un ambiente que lo abarca todo.
Como una forma ambiental de pensar: “es la salida del hombre de su estado de minoría de edad, que debe imputarse a sí mismo. Minoría de edad, es la incapacidad de valerse del propio intelecto sin la guía de otro por si. Es imputable a sí mismo, si su causa no depende de defecto de la inteligencia sino de la falta de decisión y de la valentía para hacer uso de la propia inteligencia sin ser guiados por otros. ¡Ten la valentía de servirte por tu propia inteligencia” (Kant).
La clave de la Ilustración está en la razón empirista que invita a permanecer dóciles a los datos de los sentidos y a los resultados de los experimentos. Se trata de la razón como facultad o capacidad de conocer; capacidad inagotable que llevará hasta el conocimiento insondable de la naturaleza. El apego de la razón ayudará al desarrollo de las ciencias empíricas: botánica, química, zoología, historia natural, medicina.
La ilimitada confianza en la capacidad de la razón se manifiesta junto con la noción de progreso; la ampliación de las luces, llevará a una vida más humana, prudente y confortable. Con la Ilustración surge la filosofía de la historia, enfocando la historia humana desde un punto de vista universal y progresivo; la historia es el desarrollo de la razón, que hace que el hombre salga de las tinieblas medievales y entre en el reino de la racionalidad.
Esta visión de la historia se relaciona con otra característica de la Ilustración: el rechazo de la tradición; para la Ilustración, todo aspecto que no pueda ser explicado por la razón humana es, mito o superstición. El antitradicionalismo se concreta en el rechazo de la religión revelada, especialmente del catolicismo; reduciéndose a la construcción teórica del deísmo, es decir, una religión a la medida de la razón y sin misterios, bastando afirmar como contenido de toda religión la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y la vida futura. La actitud ilustrada sobre la religión se manifestó en Alemania en el proceso de racionalización de los dogmas; en Inglaterra y Francia con la defensa de la tolerancia, basada en el indiferentismo religioso.
Simultáneamente al rechazo de la religión revelada se encuentra el deseo de un cambio social: para la Ilustración la monarquía absoluta, la transmisión hereditaria del poder, la desigualdad social por nacimiento, el pacto colonial de las metrópolis son cosas inexplicables desde el punto de vista racional. La ilustración presentará un programa político liberal y democrático, a veces identificado con un programa revolucionario.
No se entendió la diferencia entre las circunstancias históricas concretas y el contenido divino de la Revelación; los ataques contra el orden social establecido se dirigieron contra la misma Iglesia Católica; el siglo XVIII tiene signo anticlerical: la moral y el derecho sufren cambios radicales; la moral ilustrada es una moral laicista sin relación con la trascendencia, el derecho natural será secularizado.
La fe en el progreso relaciona a las ideas ilustradas con el positivismo; la concepción moral y política las ligan con el liberalismo y el utilitarismo; la visión iluminada de la historia y la afirmación de su racionalidad en su devenir las acercan a Hegel y a Marx; la toma de conciencia sobre algunos aspectos de la dignidad humana pone de manifiesto el cimiento cristiano de base en la modernidad, aunque muchas veces el cimiento cristiano queda escondido bajo una fuerte secularización entendida como autonomía total de lo temporal ante la trascendencia.
Las categorías del pensamiento ilustrado infectarán primeramente al grupo social de la burguesía; luego, como forma de pensar popular, se extenderán a todo nivel y por todas partes. La Ilustración empuja hacia la actual secularización que como bola de nieve sigue avanzando.
Durango, Dgo. 24 de febrero del 2008.
Héctor González Martínez

La Modernidad (Pt 1)

Desde el “Antiguo Régimen” y su homogeneidad ideológica, se desarrollaron corrientes de pensamiento que minaron la estructura del pensamiento anterior. Algunos filósofos de dichas corrientes se denominaron a sí mismos “librepensadores”, para subrayar la distancia que les separaba de la ideología dominante y que a la postre daría lugar a la corriente llamada “Ilustración”.
La filosofía moderna pone su centro de reflexión y de interés en el sujeto y en la subjetividad; punto de vista jamás olvidado; más bien es una idea cada vez más explicitada, de la cual se extraen consecuencias culturales y filosóficas sobresalientes en la cultura occidental.
El siglo XVII, siglo de Descartes, de Bacón y de Galileo, fue tiempo en que la ciencia moderna tomó una importancia tal como para dar un sello característico a ese período. Por una parte, la filosofía racionalista crece y se desarrolla dentro de un espíritu sistemático, análogo al método matemático; por otra parte, la filosofía empírica pone el acento en la observación de los datos de hecho. Las dos corrientes filosóficas coinciden con la ciencia empírica: sistema, método, observación y experiencia.
Con todo, el interés religioso es otro elemento de ese tiempo. Así como es difícil encontrar un punto cronológico que compruebe la ruptura entre la Edad media y la Modernidad, señalando el cambio de época; y, en cambio es fácil observar una clara continuidad de elementos históricos, filosóficos y culturales: también se puede afirmar que el interés teológico medieval no desaparece con la Modernidad; lo que sucede es un cambio de perspectiva, pero no un olvido
Autores como Descartes, Pascal, Malebranche, Spinoza y Liebniz son pensadores que presentan el tema de Dios con fuerza notable. Igualmente el pensamiento empírico inglés, menos metafísico también toca el tema de Dios, aunque con acentos diferentes.
A la búsqueda de un principio dinámico de organización de la sociedad, la filosofía política presenta el tema del contrato social frente a una tendencia individualista del hombre, coherente con la conciencia moderna de la autonomía de lo humano. Luego, después de las revoluciones, se terminan las monarquías absolutas, se consolidan los estados modernos y nacerán las primeras formas de democracia moderna, aunque con una inspiración fuertemente individualista.
En el siglo XVI, la presencia de religiones distintas en la geografía europea, surgidas de la reforma luterana, calvinista y anglicana; y las subsiguientes guerras de religión causadas por la existencia de diversas creencias religiosas, llevaron a muchos en el siglo XVII a proponer la tolerancia, cuestión político-religiosa aparejada con la teoría del contrato social, como una forma de convivencia pacifica. Avanzando en los siglos, la palabra tolerancia se ha vuelto de uso común; pero, para que la tolerancia no se confunda con la indiferencia, es preciso asegurar que hay verdades, valores o virtudes objetivas que reclaman perennidad.
Para una inspiración y aspiración cristianas de la tolerancia, ayudaría recordar a Pascal: “Dios, que todo lo dispone con bondad, imprime la religión en el entendimiento por medio de razones y en el corazón por la gracia. Pero pretender inculcarla por la fuerza y con amenazas en la inteligencia y en el corazón no es sembrar la religión, sino el terror”.
Durango, Dgo. 10 de febrero del 2008.
Héctor González Martínez

El Nuevo Régimen.

Hoy solamente hago referencia al Plenario Presbiteral celebrado de lunes a viernes y al Plenario de Religiosas celebrado del viernes en la tarde al día de hoy al mediodía. Plenarios centrados en el Documento de Aparecida aplicado a unos y a otras: ¡Felicidades! y que el beneficio se proyecte a la Arquidiócesis y a la Sociedad.
Habiendo interrumpido, la serie que traíamos sobre el proceso secularizador, luego de seis domingos continuamos hoy con este proceso. La última entrega fue sobre “El Antiguo Régimen” de los siglos XVII y XVIII, como una etapa en que los Estados que trataron de solucionar los efectos de las divisiones religiosas acarreadas por la Reforma protestante, reforzaron sus poderes políticos y el control social.
Al final del “Antiguo Régimen” se dieron varios movimientos libertarios o revolucionarios; son los distintos procesos de cambio sucedidos en Europa y en América entre 1770 y 1850, denominados recientemente “Revolución Atlántica”: la Revolución francesa, la emancipación de las Colonias en Estados Unidos, las guerras de independencia en los países latinoamericanos. Estos sucesos dan pie al surgimiento del “Nuevo Régimen”.
Asomándonos a el, inicialmente lo podemos describir por los hechos, como el derrumbe del sistema bien trabado de creencias, verdades absolutas y principios establecidos en el “Antiguo Régimen”. En el nuevo, domina un pluralismo que todo lo relativiza, los dogmas no caen bien; sólo se acepta lo que se demuestra por la razón humana; en todo lo demás domina el principio de tolerancia, la coexistencia de opiniones diversas u opuestas, actitudes consideradas benéficas.
A los principios absolutos del “Antiguo Régimen”, siguen ahora los principios de la soberanía popular, los derechos del hombre y el sistema constitucional. Lo constitucional o lo anticonstitucional son los criterios para determinar lo que es bueno o malo en el orden público, pues lo propiamente moral queda en el ámbito personal y privado.
La filosofía política del “Nuevo Régimen” que sucedió al absolutismo, se puede calificar de liberal, manifiesta en la soberanía popular, la separación de poderes, el constitucionalismo y el reconocimiento legal de los derechos del ciudadano, manteniendo una democracia en que sólo sufraga la clase elitista de los ciudadanos con capacidad de hacerlo y que goza de todos los derechos civiles y políticos, sin abrir paso a la democracia con sufragio universal.
Institucionalmente, impera la racionalización, esto es los privilegios y las costumbres inveteradas son reemplazados por un organismo racionalizado en que cada función pública tiene su función de ser; centralizando toda la administración en el Estado, las circunscripciones locales inferiores quedan dependientes del poder central.
Socialmente se experimenta una profunda transformación, al procurar llegar a una verdadera sociedad de hombres libres e iguales. Se eliminan los privilegios de nacimiento; frente al Estado, todos son sencillamente ciudadanos; hay igualdad legal y para las leyes no hay distingos ni acepción de personas.
Contrastantemente, hay desigualdad de funciones: los más capacitados por su profesión o poder económico gozaban de todo los derechos políticos. El liberalismo de este régimen fue pues, elitista, fue la burguesías acomodada la que se benefició del poder político. Ha habido cambios, más favorables para unos que para otros.
Durango, Dgo. 3 de febrero del 2008.
Héctor González Martínez