Secularización y Romanticismo

La diferencia entre Ilustración y Romanticismo, radica en los valores que se ponen al centro de atención; pero, en el fondo el Romanticismo continúa la tendencia secularizadora de la Ilustración; no prevalecerá la razón, sino el amor, el arte, la vida o hasta el sufrimiento, pero que ocuparán el lugar de Dios.
El Romanticismo se aleja del frío racionalismo, abriéndose aparentemente a lo sobrenatural, pero los autores más influyentes, sustituyen el Dios cristiano trascendente por un valor humano elevado al nivel de lo divino. La secularización del Romanticismo, no desaparece la religiosidad, sino que la traslada del Dios trascendente a una divinidad en cierta medida creada por el hombre.
“Lo que encontramos no es una desaparición de lo religioso, sino que la fe se separa de la Iglesia, del dogma, de la relación institucional…, de tal manera que lo religioso fluye ahora desde el centro hacia las zonas periféricas y se enseñorea de nuevas esferas: algo terreno es elevado a lo ultraterreno y sagrado, y lo que se convierte en ultraterreno se ofrece como sustituto del viejo ultraterreno perdido o puesto en discusión” Así lo que esperan los poetas, no es la venida de Cristo, sino el retorno de la cultura griega; la fuerza operativa de la historia no es el Espíritu Santo, sino la plenitud dionisíaca del espíritu.
Literatos como Hölderin, Goethe o Schiller absolutizaron valores que sirven para llegar a Dios, y de medios que eran los convirtieron en fines. En Fausto, Goethe divinizó el amor humano. Bécquer en sus más celebres rimas habla del amor humano, frente al que está “mudo, absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante su altar”.
Igualmente se diviniza la vida terrena. Si la naturaleza obra y actúa continuamente, el hombre como parte de la naturaleza debe vivir en acción continua: “la convicción acerca de nuestra supervivencia brota para mí desde el concepto de actividad: si yo obro sin descanso hasta mi fin, la naturaleza está obligada a darme otra forma de existencia” (Goethe). De este texto se deduce que la vida eterna no se presenta como un don de Dios, sino como fruto de la actividad terrena: el obrar humano adquiere un sentido religioso autosalvífico.
Pero, habiendo desaparecido el horizonte de certezas trascendentales, esta vida envuelve ambiguamente dolor y sufrimiento. Las tragedias románticas presentan el sufrimiento como destino ineludible del hombre, que purifica y eleva. Con el pasar de los años, desaparece la función purificadora del sufrimiento y la visión romántica de la vida terminará en la ausencia de sentido y en el absurdo del nihilismo contemporáneo.
El Romanticismo recuperó ámbitos de la vida que habían sido ignorados o despreciados por la razón ilustrada; los sentimientos, el misterio, las particularidades culturales y la tradición recuperaban carta de ciudadanía en la especulación filosófica.
Sin embargo, su reacción anti-ilustrada abrió las puertas al irracionalismo que engendró corrientes intelectuales opuestas en los siglos sucesivos, a una concepción trascendente de la persona humana.
Y ¿qué otra cosa es, sino eso, lo que estamos respirando y transpirando en los ambientes actuales de nuestras sociedades, aunque se llamen cristianas y aún católicas como la cultura donde vivimos?: mentira, fraudes, alboroto político, abortos, eutanasia, violencias, pobreza, narcotráfico, narcomenudeo, ejecuciones, desigualdades, injusticia, etc.
Durango, Dgo. 18 de mayo del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

El Romanticismo

El Romanticismo es un movimiento cultural, artístico, literario, filosófico y musical, una corriente opuesta a la Ilustración, desarrollada en Europa entre los siglos XVIII y XIX, tildando a la Ilustración de unilateral y alejada de la vida. En Alemania se desarrolla paralelamente al idealismo y es donde adquiere significado.original.
Georg Philipp Friedrich von Hardenberg (1772-1801), define: “el mundo debe ser romantizado. Así, se redescubre su significado original. Romantizar es un potenciamiento cualitativo…. Cuando doy a lo común un sentido más elevado, a lo ordinario un aspecto misterioso, a lo conocido la dignidad de lo desconocido, a lo finito una apariencia infinita, entonces yo lo romantizo”.
En el movimiento cultural y literario con toques filosóficos, denominado Sturm und Drang (tempestad é ímpetu) destacan Johann Wolfgang Goethe y Friederich Schiller. Algunas obras de Goethe, como Fausto llegaron a ser símbolos para los románticos. Goethe ve a la naturaleza como un todo viviente, hasta en sus elementos ínfimos; su concepción del arte está íntimamente unida a la naturaleza: el genio es naturaleza que crea y el arte es como la naturaleza actividad creadora. Con el Cristianismo mantiene una relación ambigua con tendencia a humanizar su contenido sobrenatural.
Schiller, gira en torno al amor por la libertad en todos sus ámbitos político, social y moral. La escuela más alta de libertad es la belleza; su figura del alma bella gozó de éxito en la época romántica: el alma bella cumple el deber con naturalidad espontánea, atraída por la belleza; es el alma capaz de una gracia capaz de armonizar instinto y moral. Descubramos los vuelos románticos de Schiller en el Himno de la alegría en el novena Sinfonía de Bethoven.
Contra la razón ilustrada se exaltaron el sentimiento y la pasión; contra la cultura lo natural y lo instintivo; contra la ley y la constricción, la autonomía y la libertad; contra la regla, la fantasía y la genialidad creadoras. Esto originó algunas figuras típicas: el rebelde, por su rexhazo valiente de toda oprsión y autoridad; el niño, modelo de naturalidad y espontaneidad de sentimientos; el genio, por su capacidad taumaturgica de crear rompiendo cánones o reglas establecidas.
Las reflexiones más interesantes de este movimiento se desarrollaron en torno al arte y a la religión. El arte entendido como forma privilegiada para orientar la existencia humana finita hacia lo infinito. La religión, como pasión de infinito y como sentimiento y experiencia panteísta de lo divino.
A ello se añaden grandes capítulos sobre el clasicismo, la revaloración del sentimiento, el redescubrimiento de lo infinito, el interés por la historia y la tradición, la función del arte como saber de salvación.
Ilustración y Romanticismo no son totalmente opuestos; tienen en el fondo una matriz ideológica común: la autonomía del hombre: se encuentran en las raíces de la cultura contemporánea; el hombre del tercer milenio conserva muchos elementos contradictorios, de las dos corrientes. El romanticismo sustituye la razón por un sentimiento no regulado, que tiende al infinito, que debe probarlo todo, saborearlo todo sin poner límites a sus deseos.
Desde este enfoque, descubrimos que todavía hoy vivimos en el romanticismo.
Durango, Dgo. 11 de mayo del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

KANT

Emmanuel Kant (1724-1804), en la filosofía anterior a él tuvo una preparación y una prolongación a modo de diálogo en la filosofía posterior. La aportación revolucionaria de Kant, es afrontar el problema del conocimiento centrándose no en el objeto sino en el sujeto que construye objetos con estructuras cognoscitivas subjetivas. Se trata de verificar la posibilidad de la metafísica como conocimiento científico.
En el ambiente de Kant, en que muchos negaban la posibilidad de la metafísica, en 1781, publicó la Crítica de la razón pura, como respuesta a la pregunta: ¿qué podemos conocer?; el término Crítica, se entiende como un tratado sobre el método que debería seguir la metafísica; el término Razón pura, se entiende como la razón no contaminada por la experiencia sensible. Ello, encaminado a examinar la facultad de razonar los conocimientos que se pueda poseer al margen de la experiencia sensible.
Porque, según Kant, hay dos tipos de conocimiento; el primero, es sensible, particular y contingente, que no teniendo experiencia de cosas necesarias y universales, se expresa en juicios sintéticos a posteriori; significa que añade un nuevo conocimiento al sujeto; a posteriori significa que se tiene tal conocimiento después de la experiencia. El otro conocimiento es el racional, a priori o antes de la experiencia, universal y necesario, que no añade nuevo conocimiento al sujeto y se expresa en juicios analíticos y necesarios.
Hay que intentar combinar la necesidad y la universalidad de los juicios analíticos con el aumento de conocimiento que dan los juicios sintéticos. Es pues, necesario, encontrar un juicio que sea a la vez sintético, que añade nuevo conocimiento; y a priori, es universal y necesario.
En el culmen del proceso cognoscitivo, Kant pone el “yo pienso” o percepción trascendental, que es la función unificadora fundamental del entendimiento. El sujeto es el factor decisivo del proceso cognoscitivo, pero no en el vacío; pues la intuición sensible, es el inicio de este proceso.
La Crítica de la razón pura como trabajo previo, da lugar en 1788 a la Crítica de la razón práctica, como respuesta a la pregunta moral: ¿qué debemos hacer?; pues según Kant, la totalidad de la Filosofía debe responder a tres preguntas: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me es permitido esperar? Se trata de una moral del deber.
Hasta antes de Kant, el concepto básico de moral era el bien en relación con el fin último del hombre, concepto considerado por Kant como en sí mismo inmoral, pues la tendencia hacia un bien es egoísta, hedonista y utilitaria.
Pero la moral de Kant es débil frente a la moral racionalista que entiende el bien como un absoluto que trasciende lo sensible; es débil frente a la moral clásica del bien moral como realización teleológicamente plena de la naturaleza humana.
Con todo, la critica de Kant a la búsqueda de la felicidad desde una obligación, es útil a los bautizados que buscan su propio bien movidos por tendencias egoístas; y, siendo que esta tendencia es habitual y natural, una tendencia natural, necesaria y no libre, nunca puede servir de base a una obligación moral.
Como exigencias de la razón práctica, Kant introduce la teoría de los postulados (inmortalidad del alma, libertad y existencia de Dios), no como dogmas teóricos sino como presupuestos prácticos para la vida moral. La trascendencia queda en mera inmanencia.
En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785), en la tercera formulación del imperativo categórico: obra de modo que tu voluntad, pueda considerarse como universalmente legislativa, Kant introduce el concepto de autonomía, pues el deber no se impone ya que proviene de la razón que constituye al hombre. Someterse a una razón externa sería una heteronomía incompatible con la dignidad de la persona humana. Todo apunta a la autonomía de la razón.
Durango, Dgo. 4 de mayo del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango