Selecciones de Teología 4

En la entrega del 7 de diciembre, refiriéndome a la teoría sobre la Penitencia y la Eucaristía publicada en 1968 en Selecciones de Teología, expresé que dicha teoría es tema ya repetidamente superado por el Magisterio de la Iglesia. Ofrezco otras muestras.
En el año 1983, el Código de Derecho Canónico asienta: “Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya posibilidad de confesarse; y en cuyo caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluya el propósito de confesarse cuanto antes” (Canon 916).
En abril de 2003, la Enciclica “Ecclesia de Eucharistia” de Juan Pablo II urge reconciliarse para comulgar: “La integridad de los vínculos invisibles es un deber moral bien preciso del cristiano que quiera participar plenamente en la Eucaristía comulgando el Cuerpo y la Sangre de Cristo… La Eucaristía y la Penitencia son dos Sacramentos estrechamente vinculados entre sí. La Eucaristía, al hacer presente el Sacrificio redentor de la Cruz, perpetuándolo sacramentalmente, significa que de ella se deriva una exigencia continua de conversión, de respuesta personal a la exhortación que S. Pablo dirigió a los cristianos de Corinto: ‘en nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!” (2Cor 5,20). Así pues, si el cristiano tiene conciencia de un pecado grave está obligado a seguir el itinerario penitencial, mediante el Sacramento de la Reconciliación para acercarse a la plena participación en el Sacrificio eucarístico” (nn. 36-37).
En marzo del 2004, la Instrucción de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los Sacramentos, amplía: “Por lo que se refiere al acto penitencial, situado al comienzo de la Misa, este tiene la finalidad de disponer a todos para que celebren adecuadamente los sagrados misterios, aunque carece de la eficacia del Sacramento de la Penitencia, y no se puede pensar que sustituye, para el perdón de los pecados graves, lo que corresponde al Sacramento de la Penitencia. La costumbre de la Iglesia manifiesta que es necesario que cada uno se examine a sí mismo en profundidad, para que quien sea consciente de estar en pecado grave no celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse; en cuyo caso, recuerde que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes” (80-81).
En febrero del 2007, la Exhortación Apostólica postsinodal Sacramentum caritatis” de Benedicto XVI, exhorta: “No se puede esperar una participación activa en la liturgia eucarística cuando se asiste superficialmente, sin antes examinar la propia vida. Favorece dicha disposición interior, por ejemplo, el recogimiento y el silencio al menos unos instantes antes de comenzar la liturgia, el ayuno y, cuando sea necesario la confesión sacramental. Un corazón reconciliado con Dios permite la verdadera participación… Sin duda, la plena participación en la Eucaristía se da cuando nos acercamos también personalmente al altar para recibir la Comunión. No obstante, se ha de poner atención para que esta afirmación correcta no induzca a un cierto automatismo entre los fieles, como si por el sólo hecho de encontrarse en la Iglesia durante la liturgia se tenga ya el derecho o quizá incluso el deber de acercarse a la Mesa Eucarística”.
Suficientes documentos del Magisterio eclesial a favor de la recta enseñanza.
Durango, Dgo. 28 de diciembre del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

A Sacerdotes y Seminaristas en el Extranjero.

“Que el Señor Jesús que quiso encarnarse en el seno de una familia y nos la ha dado como modelo perfecto para nuestras familias, nos conceda la paz, la alegría y el estar unidos por los lazos del amor”.
Como ya es tradición en este tiempo, me comunico especialmente con ustedes, con el mensaje común, pero con un saludo particularmente afectuoso, de manera que en estos días, yo les sienta cercanos e igualmente ustedes me sientan cercano.
El texto de la felicitación lleva el tema de la Sagrada Familia, no sólo porque el mes próximo se celebrará en México el Encuentro Mundial de las Familias, sino porque en el avance de la Misión Arquidiocesana, dedicaremos todo el año 2009, a la siguiente IV Etapa como “Año de la Familia”.
Entre el Presbiterio, no se ha logrado o no se ha querido comprender, que el Plan Diocesano de Pastoral tiene seis prioridades: Evangelización y Catequesis, Liturgia, Pastoral Social, Familia, Juventud y Formación de agentes. Y que correspondientemente, las Etapas de la Misión corren paralelas a las Prioridades, buscando potenciarlas: Evangelización, Biblia, Catequesis y Familia. Y parece pretexto para no apoyarlas cuanto se necesita, por lo que la Misión no alcanza su máximo.
Como causa puede ser que nos ha faltado impulsar suficientemente la oración y la conversión personal y pastoral. Les dejo esa tarea, para que la hagan convicción y desde allá apoyen asiduamente.
De todas maneras, con nuestras imperfecciones se sigue adelante, y ya tenemos impresos cuarenta mil folletos con el tema de la familia y ya se están grabando los cantos. La apertura de la IV Etapa será el 10 de enero, a las 11.00 de la mañana en la Velaria y a las 5.00 de la tarde en el Francés de la Laguna.
Al mismo tiempo vamos impulsando dos iniciativas: la Iniciación Cristiana y el Diaconado Permanente.
Naturalmente, que también estamos trabajando en los preparativos para la erección de la Diócesis de Gómez Palacio el día 17 de febrero. La nueva Diócesis comprenderá 38 Parroquias, 49 Presbíteros y unos 40 seminaristas entre menores y mayores. De los Presbíteros recientemente he intercambiado a Herminio y a Julio; a principios de enero se trasladarán Antúnez (de Lajas) y Cuco (de Guanaceví) a Venecia y a Nazas respectivamente, intercambiando con Miguel Ángel (de Venecia a Guanaceví) y Miguel Ángel (de Nazas a Lajas). También trasladaré a Emiliano como Vicario al Sgdo, Corazón de Cd. Lerdo y al Chapo lo trasladaré a la Arquidiócesis. Hay otros tres Presbíteros que igualmente desean cambio a la Arquidiócesis, pero no hay otros que quieran cambio a Gómez; tendrán qué esperar a que aparezcan, pues no podemos dejar vacantes en Gómez; mientras tanto, deben trabajar empeñosamente en impulsar la nueva Diócesis; si le hacen al enzarapado, yo no los quiero en Durango. De la Parroquia de S. Felipe (Venecia) cambié al P. Ricardo Rosales, quien está enfermo de mal de Parkinson y de bipolaridad; todavía no se asienta para ocupar su puesto de Vicario en Nuevo Ideal; en S. Felipe puse al P. Alberto de la O. que estaba en S. Pedro y S. Pablo del Sgdo. Corazón de Gómez Palacio.
Hay que orar a tiempo y destiempo, que el Señor nos haga instrumentos aptos como discípulos y misioneros de hoy; gracias por ello y Felicidades por Navidad.
Durango, Dgo. 22 de diciembre del 2008. Héctor González Martínez
Arz. de Durango

Selecciones de Teología 3

Habiendo asentado que la teoría sobre la suficiencia ordinaria de la Eucaristía para el perdón de los pecados frente al Sacramento de la Penitencia, es una teoría de 1967 insostenible frente a la repetida enseñanza del Magisterio posterior al Concilio Vaticano II; es teoría ya superada en repetidos documentos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.
Juan Pablo II y Benedicto XVI sí saben Teología y enseñan como doctores eminentes y como tales, superando la teoría de “La Maison-Dieu” en 1967 y poniendo en su centro la enseñanza católica sobre la Penitencia y la Eucaristía.
Así pues, nuevamente leamos a Juan Pablo II, en su Carta del Jueves Santo del 2002; advierte a los Sacerdotes de todo el mundo, que el Sacramento de la Econciliación “pasa, desde hace algunos decenios por una cierta crisis, a la que me he referido más de una vez, queriendo incluso que un Sínodo de Obispos reflexionara sobre ella, y recogiendo después sus indicaciones en la Exhortación apostólica Reconciliación y Penitencia”. La crisis comprende la despreocupación de muchos por el pecado e igualmente el descuido por acercarse a confesarlo personalmente; la crisis alcanza a descuidar el confesionario y preferir la práctica de recibir la absolución general o simplemente preferir comulgar sin confesarse.
Juan Pablo II en su carta a los Sacerdotes, presenta aspectos finos y delicados de este Sacramento de amor, compasión y misericordia, tomando como ejemplo el caso de Zaqueo: “para ilustrar algunas dimensiones específicas de este especialísimo coloquio de salvación que es la confesión sacramental, quisiera proponer hoy como “icono bíblico” el encuentro de Jesús con Zaqueo (Cf Lc. 19,1-10). En efecto me parece que lo que ocurre entre Jesús y el “jefe de publicanos” de Jericó se asemeja a ciertos aspectos de una celebración del Sacramento de la misericordia. Siguiendo este relato breve, pero tan intenso, queremos descubrir en las actitudes y en la voz de Cristo todos aquellos matices de sabiduría humana y sobrenatural que también nosotros hemos de intentar expresar para que el Sacramento sea vivido en el mejor de los modos. Como sabemos, el relato presenta el encuentro de Jesús y Zaqueo, casi como un hecho casual. Jesús entra a Jericó y lo recorre acompañado por la muchedumbre. Zaqueo parece impulsado sólo por la curiosidad al encaramarse sobre el sicómoro. A veces, el encuentro de Dios con el hombre tiene también la apariencia de la casualidad. Pero, nada es casual por parte de Dios”.
“Ahora bien, éste es precisamente el caso de Zaqueo. Todo lo que le sucede es asombroso. Si en un determinado momento no se hubiera producido la “sorpresa” de la mirada de Cristo, quizá hubiera permanecido como un espectador mudo de su paso por las calles de Jericó. Jesús habría pasado al lado, pero no dentro de su vida”.
“Al estar en realidades pastorales muy diversas, a veces puede desanimarnos y desmotivarnos el hecho de que no sólo muchos cristianos no hagan el debido caso a la vida sacramental, sino que, a menudo, se acerquen a los Sacramentos de modo superficial”.
“Para nosotros es imposible valorar cuánto haya penetrado la mirada de Cristo en el alma del publicano de Jericó. Sabemos, sin embargo, que aquellos ojos son los mismos que se fijan en cada uno de nuestros penitentes”.
Vayan estas cuantas delicadas y finas pinceladas de Juan Pablo II, profundizando sobre el Sacramento de la Penitencia, animando a confesores y penitentes a experimentar, aprovechar y disfrutar de la mirada de Jesús hasta lo íntimo de la persona.
Durango, Dgo. 21 de diciembre del 2008.
Héctor González Martínez
Arz.de Durango.

Selecciones de Teología 2

Hace ocho días aludí a la doctrina de J. M. R. Tillard publicada en 1967 en La Maison-Dieu sobre la Eucaristía y la Penitencia, articulo extractado y condensado en 1968 por Selecciones de Teología. Y expresé que era doctrina ya censurada por la Iglesia.
Contrastando con esa doctrina transcribo pues hoy dos párrafos del Santo Padre Juan Pablo II en su Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo del 2002, donde cualquiera puede hacerse claridad en su conciencia para su práctica sacramental. Hermosa y claramente se refiere el Papa a la misión que el Señor nos da de representarle en el Sacrificio Eucarístico y en el Sacramento de la Reconciliación.
“Hay una íntima conexión entre los dos Sacramentos. La Eucaristía, cumbre de la economía sacramental, es también su fuente: en cierto sentido, todos los Sacramentos provienen y conducen a ella. Esto vale de modo especial para el Sacramento destinado a “mediar” el perdón de Dios, el cual acoge de nuevo entre sus brazos al pecador arrepentido. En efecto, es verdad que la Eucaristía, en cuanto representación del Sacrificio de Cristo, tiene también la misión de rescatarnos del pecado. A este propósito, el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que “la Eucaristía no puede unirnos a Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados” (1393). Sin embargo, en la economía de gracia elegida por Cristo, esta energía purificadora, si bien obtiene directamente la purificación de los pecados veniales, sólo indirectamente incide sobre los pecados mortales, que trastornan de manera radical la relación del fiel con Dios, y su comunión con la Iglesia. “La Eucaristía, dice también el Catecismo, no está ordenada al perdón de los pecados mortales. Esto es propio del Sacramento de la Reconciliación. Lo propio de la Eucaristía es ser el Sacramento de los que están en la plena comunión con la Iglesia (n. 1395)”.
“Reiterando esta verdad, la Iglesia no quiere ciertamente infravalorar el papel de la Eucaristía. Lo que intenta es acoger su significado dentro de la economía sacramental en su conjunto, tal como ha sido diseñada por la sabiduría salvadora de Dios. Por lo demás es la línea indicada perentoriamente por el Apóstol, al dirigirse así a los Corintios: “quien coma el Pan o beba la Copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el Pan y beba la Copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1Cor 11, 27-29). En la perspectiva de esta advertencia paulina se sitúa el principio según el cual “quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir al Sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar” ( Catecismo 1385)”.
Es esta, una enseñanza sabia, límpida y transparente para abrevar a la grey santa de Durango, que me ha sido confiada. Y, habiendo advertido de relativismo o reduccionismo, también ahora proporciono la sana enseñanza de nuestro muy amado Juan Pablo II. Quedo pues tranquilo, según dijo Dios por Ezequiel: “hijo de hombre, te he puesto como vigía para la casa de Israel: si oyes una palabra que salga de mi boca, inmediatamente se lo advertirás de mi parte… si no hablas de tal manera que deje su mala conducta y así salve su vida, ese malvado morirá debido a su falta, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. En cambio si se lo adviertes y él no quiere renunciar a su maldad y a su mala conducta, morirá debido a su falta, pero tú habrás salvado tu vida” (Ez 3, 17- 19)
Durango, Dgo. 14 de diciembre del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango

Selecciones de Teología 1

De 1982 a 1988 fui Obispo de Campeche y me toco inaugurar el Seminario Mayor, incluyendo su Biblioteca.
Para este fin solicité a diversas Instituciones apoyo bibliográfico; la UNAM me apoyó con parte de su magnifica bibliografía y la editorial Espasa-Calpe con su Enciclopedia. Solicité a la Santa Sede me obsequiara la Biblioteca de Autores Cristianos y la colección que estaba saliendo de Selecciones de Teología; la Santa Sede me obsequió la colección entera de la BAC.
Pero, en cuanto a Selecciones de Teología, la Santa Sede me contestó que dicha colección no es apta para estudiantes de Teología en los Seminarios y no me la envió. Por ello fue que J.M.R Tillard, en 1967 publicó en la revista francesa “La Maison-Dieu” un articulo sobre “Penitencia y Eucaristía”; artículo que fue extractado y condensado en 1968 por Selecciones de Teología.
Ahora, más de cuarenta años después, acaba de aparecer en Durango en edición separata, con tiraje de 1000 ejemplares, aquel artículo sobre Penitencia y Eucaristía, extractado y condensado por Selecciones de Teología; y circula desde la semana antepasada, bajo la responsabilidad de tres personas de esta ciudad.
Hemos de suponer, que si la trascripción es fiel, la intención del artículo en la “La Maison Dieu” era presentar a sus lectores la reconciliación sacramental dimanando de la Eucaristía sin necesidad del Sacramento de la Penitencia, sobre todo para acercarse a comulgar. Pero, prácticamente viene a consistir en una relativización de la enseñanza católica sobre el Sacramento de la Penitencia.
Quizá también hemos de comprender, que, queriéndolo o no, la intención y la finalidad de esta publicación son propagar y reforzar los síntomas de postmodernidad, relativismo y reduccionismo que afectan un tanto por todas partes; síntomas que ya se notaban en la cristiandad de Durango en los últimos diez años.
Sin duda que viene a ser una relativización y un reduccionismo de la doctrina católica hacia una postura cómoda y “light”, incluso luteranizante; lo muestra la cita de la contraportada de Soren Kierkegard, un teólogo heredero de doctrinas luteranas.
Hago notar que las personas responsables de esta publicación, carecen de formación doctrinal y de misión canónica con licencia para enseñar Teología o para editar lo publicado. No hay autoridad alguna que les haya extendido la “venia docendi” (autorización para enseñar), el “nihil obstat” y el “imprimatur” (el nada obsta y el imprímase) de un censor y de una autoridad eclesiásticos, para publicar e imprimir. Dicho de otra manera: no tienen autoridad para enseñar o publicar temas teológicos, ya censurados por el magisterio de la Iglesia.
Ahora que aparecen abiertamente estas posturas, no debemos sorprendernos; ya nos advirtió S. Pablo: “llegará un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán maestros a su gusto, hábiles en captar su atención” (2Tim 4,3).
Pero, también añado secundando a S. Pablo: “a pesar de todo, no se hunden los sólidos cimientos puestos por Dios, en los cuales está inscrito: el Señor conoce a los suyos; aléjese de la maldad el que invoca el nombre del Señor. En una casa rica no hay sólo vajillas de oro y plata, sino también de madera y de barro” (2 Tim 2, 19).
Durango, Dgo. 7 de diciembre del 2008.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango.