La Iglesia reconoce en los enfermos la presencia de Cristo sufriente
La Pastoral de la Salud es la “presencia y la acción de la Iglesia para llevar la luz y la gracia del Señor Resucitado a los que sufren y a los que los cuidan, para fomentar una cultura de la vida y la salud”. Dice Aparecida que “La Pastoral de la Salud es la respuesta a los grandes interrogantes de la vida, como son el sufrimiento y la muerte, a la luz de la muerte y resurrección del Señor “(418). Esta pastoral no solo se dirige a los enfermos, sino también a los sanos, y pretende inspirar una cultura más sensible al sufrimiento, la marginación y a los valores de la vida y de la salud.
Las comunidades eclesiales (en su articulación de barrios, manzanas, zonas pastorales, decanatos, etc.) organizan su pastoral conjugando estas dimensiones: el anuncio de Cristo y de su Evangelio, la celebración de su presencia y el testimonio a través de la comunión o fraternidad y el servicio de solidaridad. A ejemplo de las primeras comunidades cristianas: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones…Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según la necesidad de cada uno” (Hch. 2,42-44). La pastoral de la salud abarca estas dimensiones de la evangelización, colaborando con las demás articulaciones pastorales de las comunidades locales y diocesanas.
La pastoral de la salud pone énfasis en el anuncio del sentido cristiano del sufrimiento humano, en los temas candentes de la bioética contemporánea, en el anuncio de los valores del Reino retomados por la Doctrina Social de la Iglesia: servicio, compromiso social, solidaridad, subsidiariedad, valor del cuidado de la salud, promoción de una cultura de la vida y la salud.
“Como todas las demás personas, los cristianos sienten y experimentan el dolor: pero su fe les ayuda a comprender más profundamente el misterio del sufrimiento y a soportar su dolor con más valor. En las palabras de Cristo ellos encuentran que la enfermedad tiene un sentido y un valor para su salvación propia y la del mundo…La enfermedad va íntimamente ligada a la condición humana, y sin embargo, en términos generales no se puede considerar como un castigo impuesto a cada individuo por sus pecados personales ( Jn 9,3). Cristo mismo, inocente de todo pecado, al cumplir las palabras de Isaías en su pasión, tomó sobre sí todas las heridas y compartió todos los sufrimientos humanos (Is 53,4-5). Y Cristo sigue sufriendo dolores y tormentos en sus miembros, que están configurados con Él”. (Ritos de la Unción y del Viático. Introducción 1-2).
Jesucristo nos invita a luchar contra el sufrimiento, como hizo Él, y a valorar la salud como bien precioso y frágil, “…en tal forma que podamos cumplir nuestro papel en la sociedad humana y en la Iglesia. Pero siempre debemos estar preparados para completar lo que falta a los sufrimientos de Cristo para la salvación del mundo, mientras tenemos en perspectiva la liberación de la creación para la gloria de los hijos de Dios (Col 1, 24: Rom 8, 19-21). Más aún, el papel de los enfermos en la Iglesia consiste en recordar a los demás las cosas esenciales o más altas. Con su testimonio, los enfermos demuestran que nuestra vida mortal tiene que ser redimida por medio del misterio de la muerte y resurrección de Cristo” (Directrices para la Pastoral de la Salud en México 32-35).
La salud es un tema que mueve grandes intereses en el mundo, y está tomando nuevas e importantes connotaciones. No se relaciona únicamente a factores físicos y orgánicos, sino que involucra a las dimensiones psíquicas y espirituales de la persona, relacionándose con los aspectos sociales y del medio ambiente en los que la persona vive. En la cultura actual no cabe la muerte y, ante su realidad, se trata de ocultarla. La Pastoral de la Salud transforma el sentido de la muerte en el anuncio de la muerte y resurrección del Señor, única verdadera salud. También reúne en la economía sacramental del amor de Cristo, el amor de muchos “buenos samaritanos”, presbíteros, diáconos, religiosas, laicos y profesionales de la salud.
En las visitas a los enfermos en los centros de salud, en la compañía silenciosa al enfermo, en el cariñoso trato, en la delicada atención a los requerimientos de la enfermedad se manifiesta, a través de los profesionales y voluntarios discípulos del Señor, la maternidad de la Iglesia que arropa con su ternura, fortalece el corazón y, en el caso del moribundo, lo acompaña en el tránsito definitivo. El enfermo recibe con amor la Palabra, el perdón, el Sacramento de la Unción y los gestos de caridad de los hermanos. El sufrimiento humano es una experiencia especial de la cruz y de la resurrección del Señor (Aparecida 418-419).
Durango, Dgo., 24 de Agosto del 2014.
+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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