Sagrada Familia: esperanza para el mundo y para nuestras familias
La Iglesia constantemente nos ha invitado a los cristianos a reflexionar sobre la institución de la familia y a tomar conciencia de su carácter sagrado. Los problemas que la época moderna plantea, en especial en lo que se refiere a la vida: como el control de la natalidad, el drama de los matrimonios fracasados y de las parejas cristianas divorciadas y casadas de nuevo, la difusión del aborto, del infanticidio y de la mentalidad anticonceptiva, los variados problemas económicos de la familia y de la misma educación de los hijos a veces sometida al Estado, ponen en crisis esta célula esencial de la sociedad humana. Ente esta situación es necesario reafirmar que el fundamento de la vida humana es la relación conyugal entre los esposos, relación que, entre cristianos es sacramental.
Ante esta realidad debemos recuperar una eficaz catequesis sobre el ideal cristiano de la comunión conyugal y de la vida de la familia, que valorice una espiritualidad de la paternidad y de la maternidad. La familia cristiana para poder ser llamada “Iglesia domestica” debe constituir el ámbito en el que los padres transmiten la fe siendo para los hijos su primer testimonio de la fe con la palabra y con el ejemplo, y ser a la vez el ambiente vital donde los hijos, educados en los valores evangélicos, puedan descubrir su vocación al servicio de la sociedad y de la Iglesia y encontrar el cauce para realizar su identidad cristiana (Meditatio. Lectio divina para cada día del año. Verbo divino)
El domingo después de la Navidad celebramos la liturgia dedicada a la “Sagrada Familia”. La comunidad de fe también es una familia constituida en la historia de la salvación por Aquel que por la vía de la humanidad misma ha vencido al pecado.
El nos ha provisto de esa familia de creyentes en su promesa a través de todos los siglos y que se ha hecho parte de la familia humana para que el destino de toda familia no fuera ya la violencia y la muerte, sino el ser lugar de crecimiento y maduración de la vid auténticamente humana.
El Catecismo de la Iglesia Católica (2201-2206) afirma que, “La familia cristiana constituye una revelación y una actuación específicas de la comunión eclesial; por eso puede y debe decirse Iglesia doméstica”. Es una comunidad de fe, esperanza y caridad, posee en la Iglesia una importancia singular como aparece en el Nuevo Testamento (Ef 5, 21-6, 4).
La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera.
Las relaciones en el seno de la familia entrañan una afinidad de sentimientos, afectos e intereses que provienen sobre todo del mutuo respeto de las personas. La familia es una comunidad privilegiada llamada a realizar un propósito común de los esposos y una cooperación diligente de los padres en la educación de los hijos (Gaudium et spes 52).
Durango, Dgo., 28 de Diciembre del 2014.
+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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