No seamos partícipes del flagelo del sometimiento del hombre por el hombre; Sí seamos artífices de la globalización de la solidaridad y de la fraternidad
Desde el mes de Agosto del 2009, me hice cargo, por petición del Sr. Dn. Héctor González en ese entonces Arzobispo de Durango, de la publicación semanal “Episcopeo” que él escribía desde hacía varios años. En el inicio de este 2015, dejo de escribir bajo esta columna, pero voy a seguir escribiendo y enviando un mensaje semanal.
Este dia 1° de enero del 2015 celebramos la Jornada Mundial por la Paz “No esclavos sino hermanos”. En el último episcopeo del 2014 presenté la realidad de la paz como un don para los hombres, pero también la realidad del fenómeno del sometimiento del hombre por parte del hombre. La esclavitud contemporánea se manifiesta en: la trata de personas, el tráfico ilegal de los emigrantes y de otras formas conocidas y desconocidas de la esclavitud. Son trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores: en el trabajo doméstico, en la agricultura, en la industria manufacturera, en la minería.
Son las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, son los esclavos y esclavas sexuales; son los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional. Son los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales.
Aunque la realidad sea cruda, existe un compromiso común para derrotar la esclavitud. Muchas congregaciones religiosas realizan un gran trabajo silencioso en favor de las víctimas. Trabajan en contextos difíciles, a veces dominados por la violencia. La actividad de las congregaciones religiosas se estructura principalmente en torno a tres acciones: la asistencia a las víctimas, su rehabilitación bajo el aspecto psicológico y formativo, y su reinserción en la sociedad de destino o de origen.
Para este inmenso trabajo de poner fin al flagelo de la explotación de la persona humana. Se requiere un triple compromiso a nivel institucional de prevención, protección de las víctimas y persecución judicial contra los responsables. Además, como las organizaciones criminales utilizan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para derrotar a este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad.
Sobre todo el papel del Estado, que debe vigilar para que en su legislación nacional en materia de migración, trabajo, adopciones, deslocalización de empresas y comercialización de los productos elaborados mediante la explotación del trabajo, se respete la dignidad de la persona. Se necesitan leyes justas, centradas en la persona humana, que defiendan sus derechos fundamentales y los restablezcan cuando son pisoteados, así como mecanismos de seguridad eficaces para controlar la aplicación correcta de estas normas, que no dejen espacio a la corrupción y la impunidad.
Pero también es necesaria la presencia de las organizaciones intergubernamentales, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, están llamadas a implementar iniciativas coordinadas para luchar contra las redes transnacionales del crimen organizado que gestionan la trata de personas y el tráfico ilegal de emigrantes.
Es también importante la colaboración de las empresas, y de las organizaciones de la sociedad civil. Las primeras, tienen el deber de garantizar a sus empleados condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados, pero también han de vigilar para que no se produzcan en las cadenas de distribución formas de servidumbre o trata de personas. Las segundas, tienen la tarea de sensibilizar y estimular las conciencias acerca de las medidas necesarias para combatir y erradicar la cultura de la esclavitud.
La Iglesia en su tarea de “anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad”, se esfuerza constantemente en las acciones de carácter caritativo partiendo de la verdad sobre el hombre. Tiene la misión de mostrar a todos, el camino de la conversión que lleve a cambiar el modo de ver al prójimo, a reconocer en el otro, sea quien sea, a un hermano y a una hermana en la humanidad; reconocer su dignidad intrínseca en la verdad y libertad.
Estamos frente a un fenómeno mundial que sobrepasa las competencias de una sola comunidad o nación. Para derrotarlo, se necesita una movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno. Por esta razón, hago un llamamiento urgente a todos especialmente a quienes son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad, sino que tengan el valor de tocar la carne sufriente de Cristo, que se hace visible a través de los numerosos rostros de los que él mismo llama “mis hermanos más pequeños” (Mt 25,40.45).
Dios nos preguntará a cada uno de nosotros: ¿Qué has hecho con tu hermano? (Gn 4,9-10). La globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad, que les dé esperanza y los haga reanudar con ánimo el camino, a través de los problemas de nuestro tiempo y las nuevas perspectivas que trae consigo, y que Dios pone en nuestras manos.
Durango, Dgo., 4 de enero del 2015.
+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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