Cosas de los tiempos
Según la mentalidad de la edad media, se aceptaba la intervención de los Papas en el ejercicio de la “plenitud del poder apostólico”, reconociendo o confirmando los derechos de las naciones o de los príncipes sobre descubrimientos, conquistas, posesiones de tierras y mares, personas y comercio.
Un ejemplo: ante la caída de Constantinopla en 1453, el Papado se mantuvo neutral, sobre las campañas y conquistas de Portugal en las costas occidentales del norte de África, hasta que el rey de Portugal, Alfonso V, respondió al Papa Nicolás V, aceptando participar en una “Cruzada” contra los turcos.
Contemporáneamente, los reyes de Castilla instauraron su poder sobre las Islas Canarias, abriendo una larga disputa entre Castellanos y Portugueses, acerca de las tierras africanas poco a poco descubiertas y acerca del comercio con dichas regiones.
En enero de 1454, con la extensa Bula “Romanus Pontifex”, promulgada por el Papa Nicolás V, le fueron reconocidos a Portugal los territorios descubiertos en África, y al mismo tiempo fue fortalecida la fama del Príncipe Enrique de Portugal como el Navegante. Abreviando seleccionando, decía la Bula: “decretamos que… los territorios ya ocupados y lo que eventualmente lo sean en el futuro…, sean propiedad y pertenezcan por siempre, por derecho, al mismo rey Alfonso, a sus sucesores y al Infante…, y a ningún otro”.
Cuando en marzo de 1493, Cristóbal Colón, regresó de su primer viaje a América, fue obligado a desembarcar en Portugal y el rey Juan II le reprimió severamente, por lo que consideraba como una interferencia en los derechos conferidos a Portugal por la Bula Romanus Pontifex: Según Juan II, las tierras descubiertas por Colón, entraban en el monopolio de las nuevas tierras garantizadas por la Bula. Los reyes de España. Fernando e Isabel, inmediatamente informaron detalladamente
El Papa Alejandro VI, de origen español y amigo del Papa, el 3-4 de mayo de 1493, emitió tres Bulas, acogiendo los reclamos de España. La segunda, firmada el 4 de mayo, es la más importante, arbitrando por le plenitud del Poder Apostólico del Papa, señalando una línea imaginaria de un polo al otro, pasando a cien leguas al occidente y al sur de las Islas Azores y de Cabo Verde. Las tierras al occidente de esta línea pertenecerían a España y las tierras situadas al este de esta línea, quedarían para Portugal.
La decisión incluía los mares adyacentes y la obligación “en virtud de santa obediencia, de enviar allá. …, personas honestas y temerosas de Dios, instruidos, hábiles y experimentados, para que instruyan a los nativos y a los habitantes en la fe cristiana y les inculquen buenos principios”. Por ello, desde el principio, llegaron al Continente personas como Juan de Tecto, Juan de Aora y Pedro de Gante; luego doce Franciscanos con Fr. Martín de Valencia al frente del grupo; y después muchos más, hasta la Nueva Vizcaya.
Héctor González Martínez
Arz. Emérito de Durango
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