La Virgen de Guadalupe
Hasta 1531, fue notable el fruto de bautizados por los franciscanos; en carta del 12 de junio del 1531, escribió Fran Juan de Zumárraga al Capítulo General de su Orden, informando de más de un millón de Bautismos administrados por franciscanos, quinientos templos idolátricos derribados, y más de veinte mil ídolos destruidos. Sin embargo, los naturales rehusaban en bloque la idea cristiana del matrimonio y a abandonar la poligamia.
Pero, algo realmente convincente y motivante, pasó en diciembre de 1531: según una constante y firme tradición oral y escrita, los días 9-12, en la colina del Tepeyac, sucedió el gran Acontecimiento Guadalupano: la Virgen María se apareció al indio nahua converso, Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
La narración del Acontecimiento Guadalupano en el “Nican Mopohua” de Antonio Valeriano, consigna todo lo que escuchó oralmente a Juan Diego, iniciando: “Diez años después de conquistada la Ciudad de México, cuando ya estaban depuestas las espadas, los escudos, cuando por todas partes había paz en los pueblos; así como brotó, ya verdece, ya abre su corola la fe, el conocimiento de Aquel por quien se vive: el Verdadero Dios”.
Dijo Santa María de Guadalupe a Juan Diego: “Sábelo, ten por cierto, hijo mío el más pequeño, que soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios por Quién se vive, el Creador de las personas, el Dueño de la tierra. Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada, en donde Lo mostraré, Lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto: Lo daré a todas las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación” (NM 26-28),
Diciendo “soy la perfecta siempre Virgen”, Ella declaró ser perfecta Virgen, antes de que el Papa Pío IX, definiera con la Bula Ineffabilis Deus, la Inmaculada Concepción como Dogma de fe, el 8 de diciembre de 1854. Pidió la Virgen, por medio de Juan Diego: “mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada”; según la cultura nahua, el templo, la casita sagrada o el lugar del culto, era lo más valioso y como el coronamiento de los pueblos, era como la piedra fundadora. De donde también podemos concluir que Santa María de Guadalupe es la Fundadora de la nacionalidad mexicana.
Diciendo Santa María de Guadalupe, que desea su “casita sagrada”, para mostrar, ensalzar y poner de manifiesto “al verdaderísimo Dios por Quien se vive”, del que es Madre, nos anuncia a su Hijo Jesucristo, convirtiéndose en la primera evangelizadora de México; mostrándonos a su Hijo, a Quien lleva en su vientre, aprendamos a llevar a Cristo siempre y a todas partes, como el primer anuncio misionero y evangelizador.
Diciendo Santa María de Guadalupe, que Ella mostrará “al verdaderísimo Dios por Quien se vive a todas las gentes, por medio de su amor personal, su mirada compasiva, su auxilio y su salvación”, da a conocer su método evangelizador. También toda su imagen en la tilma de San Juan Diego, es un libro abierto con muchos elementos culturales, que hablan elocuentemente y atraen a todos los mexicanos sin distinción, de manera que el himno nacional guadalupano proclama abiertamente: “desde entonces, para el mexicano ser guadalupano es algo esencial”. Para los mexicanos construir un templo es cimentar una nación: hay millares de templos en México y somos millones de bautizados, como piedras vivas, para seguir edificando a México como templo de Dios y de Sta. Ma. de Guadalupe. Ya para 1536, el fervor a sus ritos y dioses, se volcó a Cristo, su Iglesia y su Evangelio.
Héctor González Martínez
Obispo Emérito de Durango
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