Más de Misioneros Franciscanos
Cuando Fr. Gerónimo de Mendoza, evangelizaba solo, entre Sombrerete y Nombre de Dios, sintiendo que sin ningún compañero no daba abasto, pidió apoyo a su Provincial, y accediendo este, envió a Nombre de Dios a Fr. Pedro de Espinareda, Fr. Diego de la Cadena, Fr. Jacinto de S. Francisco, al donado Lucas (indígena michoacano) y a un Hno. Lego.
De estos, sobre todo el donado Lucas, se ocupó con celo en esta Villa, ayudando a Fr. Diego de la Cadena en la conversión de los indígenas y selló con su sangre, su paso por la Nueva Vizcaya, (cofundador del pueblo de S. Juan Bautista de Analco, junto con Fr. Diego de la Cadena). Moraba en el convento de S. Francisco de Guadiana, cuando su superior el P. Espinareda lo designó para acompañar a Fr. Juan de Tapia a México. Este misionero. Juan de Tapia, se inició en el convento de Palencia, España, vino a la Nueva España y a Guadiana, cuando estaba reciente el martirio de Fr. Bernardo Cossín, a quién quiso suceder, y así salió a predicar a los gentiles obteniendo buen éxito. En 1564, por encomienda del P. Espinareda, Fr. Juan y el donado Lucas, viajaban rumbo a México a solicitar más misioneros, pero camino a Zacatecas, en un paraje llamado de las Tapias, encontraron una ranchería de indígenas idólatras, a quiénes Fr. Juan luego inició a predicarles la religión cristiana. Los indígenas empezaron a dispararles flechas; pero, como Fr. Juan continuaba predicando con el crucifijo en las manos, se le acercaron y lo mataron a golpe de macana e igualmente a su compañero Lucas. Los franciscanos del convento de Zacatecas recogieron los cadáveres y los sepultaron en su convento.
En 1568, los indígenas martirizaron otro franciscano que, caminando rumbo a Saltillo, en un paraje llamado Punta de Santa Elena, encontró a numerosos indígenas, empezó a predicarles en idioma guachichil, y ellos irritados le dieron muerte a flechazos.
En 1581, la expedición al norte del río Conchos, que atraviesa gran parte del Estado de Chihuahua y desemboca en el Río Bravo, costó la vida a tres franciscanos del convento de S. Francisco de Guadiana. Ya antes, el andaluz Fr. Agustín Rodríguez había incursionado sólo, desde el Valle de S. Bartolomé hasta el Paso del norte, habiendo regresado por las licencias necesarias para la conversión de los gentiles de aquellas tierras. Ahora regresaba, acompañado del también andaluz Fr. Francisco López, del catalán Fr. Juan de Santa María y del mando militar de don Francisco Sánchez Chamuscado. Recorrieron las márgenes del río Conchos; los misioneros se asentaron en un lugar estratégico, pero Sánchez Chamuscado con su gente se regresó a Santa Bárbara, a donde no llegó, muriendo en el camino. Los misioneros se quedaron a misionar; pero, sin el respaldo militar, fueron muertos por los indígenas: Fr Agustín y Fr Francisco fueron martirizados en Sta. Ma. De las Carretas; Fr. Juan, saliendo de Santa María y dirigiéndose a la Provincia a solicitar misioneros para Nuevo México, se recostó a descansar al pie de un árbol, donde lo encontraron unos bárbaros, quiénes le echaron una enorme piedra en la cabeza y le mataron. Por el mismo tiempo, otros gentiles atacaron a Santa María de las Carretas, martirizando a Fr. Agustín y a Fr. Francisco. El P. Arlegui, asegura que el capitán Espejo encontró los restos y los trasladó al convento del Valle de S. Bartolomé, donde fueron sepultados.
En 1582, cerca de Colotlán en el arroyo que llaman del Fraile, algunos indios a los que predicaba Fr. Luis de Villalobos, afeándoles sus ritos y costumbres, le dieron muerte. Sus restos fueron levantados y sepultados en el convento de Guadalupe, Zacatecas.
Fr. Juan Serrato, en 1580 Guardián del convento de Guadalupe Zacatecas, determinó dejar su pacífico convento, y, acompañado de indígenas bautizados, ir a perseguir al demonio a la sierra de Michis (la Michilía). Llegando a Atotonilco, distante de S. Fco del Mezquital, ayudado por sus acompañantes, destruyó y quemó ídolos de los gentiles; quiénes, enojados, a flechazos mataron al misionero y a los cristianos. Fr. Juan fue sepultado en el convento de Nombre de Dios, al lado de muchos otros insignes misioneros, que con su virtud y celo ilustraron la Provincia de Zacatecas.
Héctor González Martínez
Obispo Emérito
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