Cuarta de Misioneros Franciscanos
En 1644, los indígenas del Mezquital, Mapimí y otros pueblos, se rebelaron, quejándose del rigor de los religiosos franciscanos y jesuitas, que los obligaban a vivir en rigidez y disciplina, e iniciaron a organizase en gavilla y a rebelarse contra los padres, asaltando los caminos y aumentando el bandolerismo. Por fin, los “tobosos” se rebelaron abiertamente y hubo necesidad de combatirlos en regla; se hizo campaña al mando del Capitán Barraza, hasta que este, disgustado por las órdenes y contraórdenes del Gobierno, se retiró del servicio, sucediéndole el Maestre de Campo Francisco Montaño de la Cueva, pero pronto los rebeldes atacaron las haciendas, robaron el ganado e incendiaron las casas. Entretanto los “conchos”, “salineros” y “colorados” se aliaron a la rebelión atacando diversos pueblos dando muerte en S. Francisco de los Conchos, Chih., a los franciscanos Fr. Félix de Zigarrán, a Fr. Francisco Labado y al Cacique llamado D. José. Desde el Valle de S. Bartolomé, Fr. Antonio Moreira escribe al P. Provincial: “el día de la Encarnación…, con seis compañeros fui a S. Francisco de los Conchos…, llegamos a la iglesia, y hallamos los dos religiosos muertos y desnudos: el P. Guardián Tomás Zimarrán con cinco flechas en el corazón y la cabeza machucada; y Fr. Francisco Labado, con catorce flechazos desde los pechos hasta las rodillas. Hallé robado y saqueado el convento… todas las celdas quemadas, sin que quedase en todo el convento, un pedazo de lienzo con que cubrir el rostro de los difuntos. En la misma iglesia quemada fueron sepultados los cadáveres de los misioneros franciscanos.
En 1683 o 1686, en las doctrinas de S. Diego de los Hemes, perteneciente a las misiones de Nuevo México, Fr. Juan de Jesús fue martirizado, en medio de la plaza situada frente a la iglesia, atravesándole el pecho con una espada.
También en 1686, en S. Juan del Rio, Dgo., fue martirizado el franciscano encargado de la doctrina, Fr. Esteban Benítez. Un Obispo había decretado que en este pueblo no se saliera fuera de el a confesar, sino con el acompañamiento de escolta. En una ocasión que el franciscano fue a consultar al Obispo sobre esto, al regresar, se detuvo a descansar a cinco leguas en el arroyo llamado de los Berros. Al notar que se acercaban los indígenas, no alcanzaron a incorporarse y correr; recibieron un furioso ataque muriendo el franciscano y sus acompañantes. Al misionero, le dieron un fuerte golpe de piedra en la cabeza y lo despojaron de su hábito; cuando se supo lo sucedido, acudieron de S. Juan por los cadáveres; a Fray Esteban lo sepultaron en el convento de S. Francisco del lugar. Aprendido el indígena que tiró la pedrada al misionero, lo condujeron a Durango, donde fue condenado a morir en la horca.
Veamos los datos sobresalientes del último misionero franciscano martirizado en el S. XVII. Fr. Francisco Casañas, nació en Barcelona en 1656 de padres nobles. Educado conforme a su alcurnia, deseando entrar a la vida religiosa, tuvo que vencer la resistencia de sus padres. Después del noviciado y la profesión, y terminando brillantemente sus estudios, llegó a ser brillante predicador. Atendiendo al llamado de Fr. Antonio Linaz, que recorría España en busca de misioneros para las misiones de la Nueva España, se embarcó en Cádiz para Veracruz; predicando y doctrinando continuó su viaje a pié hasta Ciudad de México y Querétaro; de donde regresó a México, para misionar en la iglesia de S. Francisco. Se cuenta que ahí, confesando, sospechó que tras de la rejilla se encontraba el demonio en forma de mujer; cuentan las crónicas, que Fr. Francisco de Jesús, sometiendo a la fingida mujer a un serio cuestionamiento, la hizo confesar que era el demonio, con el propósito de impedir que muchas gentes se acercaran al confesionario. El demonio tuvo que retirarse muy cortado. El Padre fue luego predicando en Campeche, Veracruz, Querétaro, Nuevo León y Texas. Cuando en 1693 los superiores solicitaron misioneros para Nuevo México, allá fue Fr. Francisco de Jesús, donde empezó reformando y componiendo la iglesia y el convento. Se cuenta que en medio del atrio de la iglesia, clavó una cruz de madera, diciendo que ahí debía encontrar la muerte si se la daban los indígenas. El 4 de junio de 1696, ahí estaba cuando los apaches asaltaron el pueblo y corrió a abrazar su cruz, donde le martirizaron.
Héctor González Martínez; Obispo Emérito
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