El Beato Fray Junipero Serra

Sr.-Arzobispo-288x300Fraile franciscano nacido en Petra, Mallorca España, el 24-XI-1713, hijo de Antonio Serra y Margarita Ferrer; su nombre de Bautismo era Miguel José. Sus padres analfabetos, le dieron escuela en el convento franciscano de S. Bernardino en Petra; continuó sus estudios en el convento de S. Francisco de Mallorca. A los 16 años se hizo fraile franciscano y tomó el nombre de Junipero. Ahí mismo, estudió Filosofía y luego la enseñó de 1740 a 1743; pasando luego a enseñar Teología Escotista en la Universidad Luliana de Palma. Doctor en Filosofía y en Teología, se trasladó a América, donde fundó varias misiones en la Sierra Gorda de Querétaro y nueve en la Alta California, colaborando en otras quince.

            El 13 de abril de 1749 se embarcó en Málaga y Cádiz, pero solo después de ocho meses pudo viajar a la Nueva España junto con su gran amigo Fray Francisco Palou y otros veinte misioneros franciscanos, desembarcando en Veracruz el 7 de diciembre. Sus acompañantes siguieron su camino hacia Ciudad de México, en carruajes; Fray Junipero y otro franciscano, deciden hacer el camino a pie; en este viaje contrae una dolencia en una pierna, que le acompañará de por vida.

            En Ciudad de México, desde el Colegio de S. Fernando, impulsó la labor misionera. A los seis meses recibió la aprobación del Virrey para iniciar su misión en la Sierra Gorda de Querétaro, donde, junto a la labor estrictamente misionera, construyó iglesias, que son admiradas hasta el presente, e inició a los indígenas pames en la ganadería, la agricultura, a hilar y tejer.

            Después, su destino fue un inhóspito territorio apache en el río San Sabá, afluente del Colorado en Texas. Pero la muerte del Virrey retrasó su salida, permaneciendo en Ciudad de México, como maestro de novicios y desempeñando el cargo de comisario de la Inquisición.

            En 1767, 16 misioneros franciscanos, encabezados por Fr. Junipero, sustituyeron en el norte de la Nueva Vizcaya, a los jesuitas expulsados por el Rey. Salieron de S. Blas y desembarcaron en Loreto, determinando seguir explorando la Alta California, para llevar la “luz del Evangelio” a los indígenas que no conocían la agricultura y se alimentaban de frutas y raíces silvestres, bellotas, venados, alces y conejos, y la pesca. No sabían vestirse más que de pieles de venado, plumas, piel de nutria y barro. La finalidad principal de sus misiones era difundir el Evangelio, pero junto a ello, también iba aparejada la promoción humana. A las mujeres les enseñó cocina, costura y confección de tejidos.

            Entre Fr. Junipero y el Visitador General José de Galves, planearon detalladamente cuatro expediciones  para ocupar la Alta California; la cuarta  por tierra, llevando a Fr. Junípero como capellán y cronista; esta empezó el 28 de marzo de 1769, con una comitiva de ganado vacuno, porcino y equino. El 3 de julio erigió la Misión de S. Carlos Borromeo. El 16 de julio, en S. Diego fundó la Misión de S. Diego de Alcalá. En julio de 1771, fundó la Misión de S. Antonio de Padua y en agosto la de S. Gabriel en las inmediaciones de Los Ángeles. El 1 de septiembre de 1772, fundó la Misión de S. Luis Obispo de Tortosa.

            En 1773, llega al Colegio de S. Fernando en Ciudad de México, redacta un informe para el Virrey Bucarelli, titulado “Representación sobre la conquista temporal y espiritual de la Alta California”, conocido como Representación de 1773, o Carta de los derechos de los indios.

En Estados Unidos, se erigió una escultura a Fr. Junipero, en el Salón Nacional de las Estatuas. El 28-IX-1988, san Juan Pablo II beatificó a Fr. Junípero Serra; ahora se habla de que el Papa Francisco lo canonizará el 23 de septiembre de este año, durante su visita a Estados Unidos.

Aunque algunos sectores nativos critican esta iniciativa, diciendo que el misionero franciscano les acarreó enfermedades y torturas en Estados Unidos.

            Por nuestra parte, al margen de celos, infundios y prejuicios, reconocemos los méritos de Fr. Junípero y rogamos a Dios que sea canonizado.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito

 

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *