Guardar silencio con discreción y hablar cuando es útil
El pastor debe saber guardar silencio con discreción y hablar cuando es útil, de tal modo que nunca diga lo que se debe callar, ni deje de decir aquello que hay que manifestar. Porque así como el hablar indiscreto lleva al error, así el silencio imprudente deja en su error a quienes pudieran haber sido adoctrinados. Porque con frecuencia acontece que hay algunos prelados poco prudentes, que no se atreven a hablar con libertad por miedo de perder la estima de sus súbditos; con ello, como lo dice la Verdad, no cuidan a su grey con el interés de un verdadero pastor, sino a la manera de un mercenario, pues callar y disimular los defectos es lo mismo que huir cuando se acerca el lobo.
Por eso el Señor reprende a estos prelados, llamándoles, por boca del profeta: “Perros mudos, incapaces de ladrar”. Y también dice de ellos en otro lugar: “No acudieron a la brecha ni levantaron cerco en torno a la casa de Israel, para que resistiera en la batalla, en el día del Señor”. Acudir a la brecha significa aquí oponerse a los grandes de este mundo, hablando con entera libertad para defender a la grey; y resistir en la batalla en el día del Señor es lo mismo que luchar por amor a la justicia contra los malos que acechan.
¿Y qué otra cosa significa no atreverse el pastor a predicar la verdad, sino huir, volviendo la espalda, cuando se presenta el enemigo? Porque si el pastor sale en defensa de la grey es como si en realidad levantara cerco en torno a la casa de Israel. Por eso, en otro lugar, se dice al pueblo delincuente: “Tus profetas te predicaron cosas falsas y vanas, y no revelaron tu culpa para invitarte a penitencia”. Pues hay que tener presente que en la Escritura se da algunas veces el nombre de profeta a aquellos que, al recordar al pueblo cuán caducas son las cosas presentes, le anuncian ya las realidades futuras. Aquellos, en cambio, a quienes la Palabra de Dios acusa de predicar cosas falsas y vanas son los que, temiendo denunciar los pecados, halagan a los culpables con falsas seguridades y, en lugar de manifestarles sus culpas, enmudecen ante ellos.
Porque la reprensión es la llave con que se abren semejantes postemas: ella hace que se descubran muchas culpas que desconocen a veces incluso los mismos que las cometieron. Por eso san Pablo dice que el Obispo debe ser capaz de “exhortar y animar con sana instrucción y rebatir a los contradictores”. Y, de manera semejante, afirma Malaquías: “De la boca del sacerdote se espera instrucción, en sus labios se busca enseñanza, porque es mensajero del Señor”. Y también dice el Señor por boca de Isaías: “Grita a voz en cuello, sin cejar, alza la voz como una trompeta”.
Quienquiera pues que se llega al sacerdocio recibe el oficio de pregonero, para ir dando voces antes de la venida del riguroso juez que ya se acerca. Pero, si el sacerdote no predica, ¿por ventura no será semejante a un pregonero mudo? Por esta razón el Espíritu Santo quiso asentarse, ya desde el principio, en forma de lenguas sobre los pastores; así daba a entender que de inmediato hacía predicadores de sí mismo a aquellos sobre los cuales había descendido.
- 1. (De la Regla Pastoral de san Gregorio Magno, Papa del 590 al 604; Libro 2, 4: PL 77, 30-31).
Mons. Héctor González Martínez
Obispo Emérito de Durango.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!