Los tres Beatos Niños Mártires de Tlaxcala
El 13 de mayo de 1524, desembarcaron en S. Juan de Ulúa, los doce franciscanos, presididos por Fr. Martín de Valencia y considerados como los fundadores de la Iglesia en México. A mediados del mismo año, en presencia de Cortés, tuvieron una Junta Administrativa de lo espiritual, determinando distribuirse en cuatro grupos para evangelizar la tierra: Ciudad de México, Texcoco, Tlaxcala y Huejotzingo. También tomaron medidas sobre catequesis, bautismo, confesiones, enfermos, matrimonio, y la extremaunción.
Para aprender la lengua, se les ocurrió hacerse niños con los niños, jugando con ellos, se fijaban en los vocablos, los apuntaban y los compartían por las tardes. Además, componían letras y tonadas de cantos, que agradaban a los indígenas; pero, también derrocaban templos y destruían ídolos; ante esta osadía, bastaba que un fraile enviara algunos niños con rosarios y otros objetos, para que los indígenas se alejaran de idolatrías, hechicerías o borracheras.
La Evangelización franciscana en la Nueva España, en contacto con los niños, adolescentes y jovencitos, pronto rindió frutos de vida cristiana con los primeros mártires que conocemos: tres niños, educados en la primera escuela franciscana de Tlaxcala: Cristóbal, Antonio y Juan.
Cristóbal, nacido en Atlihuetzía, que en náhuatl significa “agua que cae”, hijo de Acxotecatl y Tlapazilotzin, tenía unos doce años cuando fue martirizado. El niño asimiló rápidamente la doctrina cristiana, y él mismo pidió el Bautismo. Pronto empezó a exhortar a su padre y a sus familiares a dejar la embriaguez y los ídolos. Viendo que no le hacían caso, empezó a recoger y destruir los ídolos de la familia y a derramar el pulque. Acxotecatl retiró a sus hijos de la escuela y quedándose sólo con Cristóbal, lo increpaba, lo golpeaba a puntapiés y a garrotazos, hasta echarlo al fuego. Rescatado por su madre y demás familiares, sobrevivió hasta el día siguiente. Llamó a su padre y le dijo: “no pienses que estoy enojado, porque yo estoy muy alegre; me has hecho más honra que lo que vale tu señorío”.
Antonio y Juan, nacieron en el Señorío de Tizatlán. Antonio era nieto de Xicotencátl, el Grande, Señor de Tizatlán y Senador de Tlaxcala. De Juan sólo se sabe que era servidor de Antonio. Dos años después del martirio de Cristóbal, pasaron por Tlaxcala dos religiosos dominicos, Fr. Bernardino Minaya y Fr. Gonzalo Lucero, dirigiéndose a misionar en Oaxaca. Mirando tantos niños en la escuela franciscana, solicitaron a Fr. Martin de Valencia, que les facilitara algunos compañeros para catequistas e intérpretes. Fueron designados Antonio y Juan, y un tercero llamado Diego. Fray Martín de Valencia les exhortó a estar preparados, si les tocaba sufrir mucho; ellos contestaron estar dispuestos. Llegando a Tepeaca, los dominicos comenzaron a predicar el Evangelio. Los niños se dedicaron a recoger ídolos en Tecali y Cuahutinchán, donde fueron sorprendidos por los naturales, quienes les mataron a palos. El niño Diego se escapó.
El franciscano Fr. Toribio de Benavente, llamado Motolinía por los indígenas, y otros documentos narran el hecho, recogido de los mismos familiares. En 1982, Mons. Luis Munive Escobar, Obispo de Tlaxcala y originario de ahí mismo, introdujo y favoreció la Causa, con el fin de presentar a la niñez y a la juventud de México, modelos evangelizadores y catequistas. También, para hacer justicia a la primera Evangelización del siglo XVI, que en tan poco tiempo logró admirables frutos de santidad.
El 6 de mayo de 1990, en la Basílica de Guadalupe en México, el Santo Padre Juan Pablo II, declaró Beatos a los niños Mártires de Tlaxcala Cristóbal, Antonio y Juan. Con ello, estos niños tlaxcaltecas, misioneros, catequistas y mártires, pueden ser venerados en la Diócesis de Tlaxcala. Para que sean declarados Santos Canonizados, se requiere la presentación y el reconocimiento de un auténtico milagro. Entonces, podrán tener culto en cualquier lugar de la Iglesia Universal.
Héctor González Martínez; Obispo Emérito
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