Reminiscencia sobre el P. Santarén

3333550107_dd87082e26_qEl padre jesuita, Juan de Albízuri, que fue misionero en Topia y contemporáneo del P. Santarén, escribió que el “P. Hernando halló los pueblos de Topia, S. Andrés, Recuchuapa y Xiximíes, muy lucidos en nobleza, riquezas, trajes, edificios y comercios de todas las cosas humanas; pero con la copiosa turba de hombres, que de todas partes acudía a ellos, por la pujanza de la plata de sus minas”.

            “Que habían crecido poderosamente los vicios y reinaba la maldad, la libertad de la carne, la avaricia y confusión con que se estrechaba a muy breves límites la piedad cristiana… Así se estimará más el cambio notable que en breve tiempo hizo el P. Hernando, en los corazones de los hombres; y se conozcan las arduas diligencias del misionero introduciendo una admirable reforma. Victoria digna de la mano poderosa de Dios, cuya infinita bondad forzosamente ha de ser alabada, que es el principal intento, que cuando estas gentes estaban en el abismo de sus maldades y la corriente de sus pecados había salido de madre, provocando la ira divina, que en vez de castigarlos, trata de remediarlos enviando a este fervoroso Padre por su embajador y haciéndolo instrumento de su gloria”.

            “La gente que vive en estos rumbos de la Cristiandad (especialmente en las minas), es la de mayor desenvoltura y libertad del mundo, la que más ama los regalos y la lascivia de la vida. La abundancia de las riquezas, es la mayor ocasión de pecar, pues el continuo manejo de la plata, los hace liberales y manirrotos para comprar sus gustos y dar larga rienda a la voluntad, por medios lícitos o ilícitos. Más no por esa abundancia se les sacia el apetito de adquirir más; antes, predomina en ellos insaciable sed de más plata y oro; y el que topa con una mina, piensa en hacer linaje de por sí, cueste lo que costare al cuerpo o al alma. Los indígenas, aunque no reina en ellos tanto la codicia, pero sí, poderosamente la lujuria y la embriaguez (vicios propios de bárbaros). De estas hidras, brotan otras mil cabezas de sortilegios, hechizos, inicuos abusos e infidelidades, mezclando la verdadera religión con idolatrías”.

            “Acudían a estas partes, los hombres más perdidos de toda la Nueva España, sacando el cuerpo a la justicia y al suplicio de sus atrocidades y delitos: los mal casados, los alzados con haciendas y mujeres ajenas, publicando que eran propias, de suerte que estos lugares tan distantes del superior eran cueva de sediciosos, sacrílegos, homicidas, ladrones, descontentos y desalmados; donde vivían con extraña desenvoltura y libertad, comprando la voluntad a los ministros de justicia, poco enteros y nada activos en la ejecución de las leyes. Por interés, ambición y otras razones particulares, disimulaban todo y querían cohonestar su error inexcusable, diciendo que aquí eran tierras de guerra que necesitaban de todos, buenos y malos para su defensa”.

            “Faltando pues el poderoso vínculo por el cual andan hermanadas justicia y religión, en lo que consiste la felicidad interior y la política; no conservando pues la justicia, faltó el lustre de la religión, viviendo  olvidados de los medios que conducen a la salvación y a la vida eterna. Estaban establecidos muchos abusos, tratos ilícitos y usuras, que por ignorancia o por malicia, libremente se permitían. Había muchas y antiguas enemistades e innumerables pleitos, que el continuo trasiego de negocios y la codicia del interés traen consigo”.

            “Y ¿qué diré de los trablajes, heridas y muertes por la tropa que había, gente lasciva y desbocada en sus vicios?; ¿de las torpes amistades envejecidas de muchos años, teniendo algunos públicamente, de las puertas adentro dos o tres mujeres?; ¿qué, de las blasfemias y juramentos por ambición, lisonjas, liviandades, calumnias, bandos, turbaciones privadas y públicas, haciendas tiranizadas y otros mil vicios con que estaban hechas un bosque cerrado aquellas tierras, donde con la falta de sacerdotes y predicadores, casi ninguno frecuentaba los Sacramentos, si no es de año a año y de esto faltaban los más, que en muchos años no oían un sermón”.

            “Y así causó novedad y admiración, ver predicar al P. Hernando todos los domingos y fiestas del año….. Comenzó a predicar con tanta frecuencia, que predicaba cada semana seis y ocho sermones, y algunas días tres o cuatro, animando a la virtud y aprecio de Dios, dando remedios admirables a toda clase de gente”.

              El 29 de diciembre de 1616, desde la Hacienda de Las Vegas, Misión de S. Gregorio, el P. Andrés Tutino, escribe acerca de su Misión: “Aquí se está terminando otro torreón con que el Presidio podrá afrontar a los Tepehuanes, Xíximes y Acaxees. Yo doy infinitas gracias a Dios por hallarme en tal ocasión, pues nunca he tenido por bien empleada mi venida a las Índias, como en este tiempo”.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito

1 comentario
  1. Maria C.
    Maria C. Dice:

    Pobres Sacerdotes, que tienen que enfrentarse a toda esa suciedad, perdón la expresión, pero eso es el pecado. Gracias a Dios por esos sacerdotes Santos y de mucha oración, porque sin la oración y la penitencia imposible. El Santo Cura De Ars; es un ejemplo. Son las piedras vivas de la Santa Iglesia, esto me llena de agradecimiento por todos los sacerdotes, hermoso de ellos recibimos la salvación, y la Santa Eucaristía. Dios los bendiga y bendiga a Don Hector Gonzáles Martines por su trabajo tan valioso.

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