Islamismo (2)

            3333550107_dd87082e26_qLa huida de La Meca a Medina, el 16 de julio del 622, marca el inicio de la era musulmana. Desde el comienzo Mahoma actuó como jefe político; la política se mezclaba con la religión y dirigía todos los pasos de Mahoma. Desde el principio, todo su esfuerzo fue enderezado a crear en torno suyo una fuerza capaz de romper la oposición de los coraichitas en La Meca y a asegurar su hegemonía sobre las naciones árabes. El lazo de unión debía ser el motivo religioso. Para ello, ya había afianzado su personalidad; ya no era el hombre suave y tímido que necesitaba el apoyo de su esposa. Ahora, ya era duro e inflexible, obstinado y tenaz en sus empresas; ya no se arredraba ante las dificultades; todos los medios eran buenos con tal que le llevaran al éxito de sus empresas.

            Dos cosas tuvo que realizar de inmediato: organizar el nuevo culto en Medina para dar a toda su actividad un carácter religioso; y organizar todas sus fuerzas para romper la oposición de los coraichitas de La Meca. Para lo primero, impuso ayunos, oraciones y limosnas para los pobres; hizo edificar una mezquita en Medina, a la que debían acudir todos sus seguidores, que empezaron a llamarse “muslimes”: musulmanes o creyentes.

            Para lo segundo, a los dos años, la mayor parte de los habitantes de Medina ya eran partidarios suyos, fanatizados como él, excepto los judíos que, viendo amenazados sus intereses comerciales, se opusieron al principio. Ante la imposibilidad de convencerlos, les declaró abiertamente la guerra, juzgándolos de intérpretes falsarios de la voluntad de Abrahám pues, Mahoma y los árabes del norte, eran los verdaderos descendientes de Ismael y de Abrahám; el Kaaba, edificio cúbico, construido en el centro de La Meca para velar por la piedra negra, era el primitivo templo de Abrahám. Era necesario rescatarlo y volverlo a su estado primitivo. Esto le sirvió para congraciarse con los judíos. Al mismo tiempo, desterraba a unos y trataba mal a otros; recargándolos de impuestos, despojaba de sus bienes a los que más se le oponían; no se frenaba ante el mismo asesinato.

            Así pudo dedicarse de lleno a la “guerra santa” contra los infieles o sea los que no aceptaban su misión. Lo primero fue la conquista de La Meca para constituirlo en el centro del culto musulmán; para ello, con grupos bien armados, hostigó a las caravanas de comerciantes coraichitas. En 624 se llegó a un acercamiento en Badr, éxito que exhaltó su orgullo hasta el paroxismo; entusiasmo, que al año siguiente disminuyó con la derrota en Ohod, la cual envalentonó a los coraichitas, quienes en 627 atacaron a la Ciudad de Medina y la sitiaron por tres semanas. Pero, Mahoma había construido una fosa alrededor de la ciudad y valientemente la defendió derrotando a los coraichitas.

             Esta victoria fue el clímax de la exaltación y de la misión sin límites de Mahoma. De todas partes acudían grupo de beduinos a ponerse a sus órdenes. En el año 630 Mahoma tenía un ejército de 10,000 hombres completamente incondicionales, considerando Mahoma llegado el momento de tomar La Meca. Concluyó un convenio secreto con Abou-Sofián, quien prometió abrirle las puertas de la ciudad, con tal de que concediera amnistía general. Presentándose de improviso, venció rápidamente la poca resistencia que se le opuso.

            La Meca estaba en su poder; dando siete vueltas al Kaaba, en señal de reverencia, tomó posesión y ordenando arrojar todos los ídolos, dejó solo la piedra negra, símbolo de la divinidad; luego recibió el homenaje de la ciudad. El triunfo fue rápido y fácil. Para completarlo y dar sensación de fuerza, realizó una redada policíaca  por los territorios vecinos, logrando deshacer algunos grupos de beduinos. Los coraichitas y otras tribus árabes reconocieron el dominio de Mahoma y aceptaron su religión. Desde ese momento, La Meca es el centro del Movimiento musulmán. Rápidamente se le fueron juntando las tribus de Arabia; aunque ciertamente Mahoma no alcanzó a ver el punto culminante, pues murió en junio del 632; pero ya los árabes reconocían a Mahoma como profeta de Allah.

            Los judíos, descendientes de Abraham y de Ismael, por el comercio se introdujeron en los territorios de los coraichitas. También los cristianos, aunque no todos ortodoxos,  empujados por su impulso proselitista migraron de Abisinia, Egipto, Siria y en general de Asia Menor a territorio de los coraichitas. Lograron levantar templos y monasterios. Los árabes estimaban su religiosidad, su elevado misticismo, la vida eremítica y la profundidad de sus libros sagrados, llamándolos “hombres de los libros”; sobre todo admiraban su despego del mundo y de lo material. Por su testimonio, algunos árabes se convirtieron, influyendo algo en el ambiente; pero ni unos ni otros pueden ser considerados como precursores del mahometismo.

Héctor González Martínez

 Obispo Emérito

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