Carta Annua-Informe del P. Provincial al P. General en Roma (14)

                  3333550107_dd87082e26_q“En otra visita de esta Misión de las Parras, luego que comenzó la peste enviaron a llamar al Padre y con mucho fervor y disposición como si fueran antiguos cristianos se confesaron y previnieron para lo que pudiese suceder, trocando en estas espirituales y santas diligencias las vanas supersticiones que solían tener y ya han dejado, entre las cuales eran una de matar primero a quienes daba la enfermedad, en forma de ofrenda y sacrificio. No ha sido parte el alzamiento y conjuración de los vecinos tepehuanes, para impedir que de la gente de la sierra que se va reduciendo en la Misión de La Laguna y Parras, haya bajado mucha a pedir Bautismo; y si el temor de la enfermedad no les hubiera puesto algún recelo, nunca tanta gente nueva, se hubiera llegado a nuestra santa Fe, en estos días, ha aparecido en estas comarcas, a causa de andar en guerra con sus vecinos, que también son gentiles”.

                  “El ver bajar tanta gente causó algún recelo a los Padres, no fuese algún ardid, y para prevención enviaron indios de confianza que los reconociesen, y en una de las más cercanas parcialidades, se vio una cuadrilla de casi 300 de arco y flecha. De otra llegaron algunos mal heridos a curarse a los ranchos de algunos cristianos; los cuales dieron aviso al Padre; fue allá, y halló a un gentil atravesado por una flecha de parte a parte, con muy poca esperanza de vivir; mostró muy buen afecto de quererse bautizar y decía que esperaba en nuestro Señor, que por medio de este Sacramento había de alcanzar salud, no sólo del alma, sino también del cuerpo; y fue así, porque sin otro remedio, catequizado y bautizado, recibió salud. (Siguen ejemplos de viejos que a la muerte pedían el Bautismo)”.

“A esta Misión de Las Parras, pertenece el partido que llaman del Río de las Nazas con otro pueblo de San Miguel, de indios, de esta misma doctrina, y está junto al Real de las minas de Mapimí. Estos indios, luego que supieron del alzamiento de los Tepehuanes, se vinieron a la cabecera del partido a estar con el Padre, y todos se han ofrecido a morir, antes que dejarse llevar de las persuasiones de los Tepehuanes de aquella cordillera; de los cuales, unos que llaman “los negritos”, dieron en el dicho Real de Mapimí, quemando algunas haciendas y casas, matando las bestias, y llevándose el ganado y la ropa y los ornamentos de las iglesias; y de entenderse que algunos indios del río de Las Nazas habían ayudado de este parcialidad, y de otros indicios, procedió a ver preso algunos de estos por orden de los españoles y haber ahorcado a algunos como arriba se dijo, que fue ocasión de que aquí se pusiese en plática el alzamiento y matanza de los españoles”.

“Al punto supieron nuestros Padres de lo que se trataba y que entre los indios se había propuesto qué se debería hacer de los Sacerdotes, y, que aunque no faltaron algunos que mostraron ingratitud, los más fueron de parecer que dejasen a elección de los Padres, quedarse o irse a tierra de paz; moviendo para esto nuestro Señor los corazones de dos indios principales que deshicieron con buenas razones las falsas sospechas y sentimientos, y les persuadieron a que no se empeñasen inconsideradamente en cosas que les podían costar muy caro. Fueron tantos los que avisaron de este motín a los Padres, y tal turbación y espanto de la gente antes de saberse por entero esta resolución de los indios, que se juzgó que sería lo mismo de estos Sacerdotes que de los que habían muerto en otras partes; y aunque eran las siete de la noche cuando se entendió que era la última de su vida, pareció conveniente consumir en aquella hora el Santísimo Sacramento, como se hizo, disponiéndose los Padres a morir y llamando a algunos indios para instruirlos en lo que podían ayudar a aquietar a los demás, con que mostraron quedar de parte de los Padres, que uno de los más principales se puso en la plaza, y a voces reprehendió a los alborotadores, y, sin que nadie se lo advirtiera recogió a su gente y la dispuso con armas haciendo a los padres centinela, lo más de la noche, que fue bien lluviosa; y después acá él y otros han hecho muy buenos oficios; con que no sólo se han aquietado los de esta Misión, más aún muchos de ellos han salido con gusto a la guerra contra los Tepehuanes, en ayuda y defensa de los Padres y de los españoles”.

“La otra Misión de la sierra de S. Andrés que, parte es de indios Acaxees y parte de la nación Xíximie, no padeció menores peligros en tiempo del alzamiento: el primero que tuvo noticia del alzamiento que comenzaba, fue el P. Andrés Tutiño, en un pueblo llamado Tacaya, de indios Acaxees, sujetos a S. Gregorio, cabecera de aquella parte que el Padre doctrina”.

Héctor González Martínez; Obispo Emérito

 

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