La nueva Evangelización en Juan Pablo II.

3333550107_dd87082e26_qEl Santo Padre Juan Pablo II, el 31 de enero de 1985, dirigió un magnífico discurso en Ecuador, guía y ejemplo para la evangelización inculturada.

              “Hace 450 años la fe en Jesucristo, llegó a vuestros pueblos. Ya antes, sin que vosotros lo sospecharais, Dios había estado presente, iluminando vuestro camino. El Apóstol S. Juan nos lo dice, “es la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que llega a este mundo” (Jn 1,9).

              “Fue Él, quien alumbró el corazón de vuestros pueblos, para que fuerais descubriendo las huellas de Dios Creador en todas sus criaturas: en el sol y en la luna, en la buena y grande madre tierra, en la nieve y en el volcán, en las lagunas y en los ríos que bajan de vuestras altas cordilleras”.

              “¡Qué emoción la de vuestros padres, cuando a la luz del Evangelio, descubrieron que ellos mismos valían mucho más que todas las maravillas de la creación, porque ellos habían sido creados a imagen y semejanza de Dios, como retratos resplandecientes suyos! ¡Qué alegría la de vuestros Padres, cuando supieron que el Gran Dios que había creado todo para servicio de los hombres, ese mismo Dios había querido hacerse cercano a nosotros en su Hijo Jesucristo, haciéndose hombre, para que nosotros llegáramos a ser hijos adoptivos de Él! ¡Qué alegría para ellos conocer que todos los hombres somos hermanos, porque la vida de Jesús, Hijo de Dios, podemos tenerla también todos nosotros! Desde entonces, el espíritu de unidad y solidaridad, tan propio de vuestros pueblos, recibió más hondura y más fuerza”.

              “Este espíritu de unión solidaria se manifiesta aún en muchas formas: en la alegría de vuestro trabajo gratuito de la Comunidad, a favor de los necesidades comunes, en vuestras bellas fiestas, en la generosidad con que recibís a los forasteros, en el amor con que acompañáis a vuestros vecinos en sus penas. Así cumplís aquello que Dios nos pide en su Palabra diciendo: “alegraos con los que se alegran y llorad con los que lloran” (Rom 12,15). Esta unidad se muestra con gran riqueza en vuestras familias unidas por la sangre o el parentesco espiritual, y también en vuestras organizaciones como las “comunas”.

              “Pero, desde antes de la Evangelización había en vuestros pueblos, Semillas de Cristo: Estáis convencidos de seguir unidos más allá de la muerte; vuestros pueblos identifican el mal con la muerte y el bien con la vida; vuestros pueblos tienen un vivo sentido de la justicia; y Jesús proclama bienaventurados a los sedientos de Justicia (Mt 5, 6); vuestros pueblos dan gran valor a la palabra, y Jesús es Palabra del Padre; vuestros pueblos son abiertos a la interrelación; diría que vivís para relacionarnos; y Cristo es el camino para la relación entre Dios y los hombres y de los hombres entre sí: Todo esto son semillas de Cristo, que la evangelización encontró y  debió luego purificar, profundizar y completar”.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito de Durango.

 

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