La conversión de todos (2)

                  3333550107_dd87082e26_qEn el Antiguo Testamento, la religión natural se funda en el relato de la creación y de la propagación del género humano: “vengan a ver lo que ha hecho Dios, sus hazañas en favor de los hombres: convirtió el mar en tierra seca, por el río cruzaron a pie; así pues, celebrémoslo con alegría” (Salmo 66, vv. 5-6). De este relato se sigue que todos los hombres han de adorar al único Dios, como su Creador y Señor. Esta religión natural es deber de todo hombre. Si el pecado o el error alejan al hombre de Dios, es la creación la que exige al hombre racional que vuelva a Él. “Totalmente estúpidos son todos los hombres que no han conocido a Dios, los que por los bienes visibles no han descubierto al que existe, ni por la consideración de sus obras han reconocido al que las hizo” (Sab. 13. 1).

                  En el Nuevo Testamento, durante la vida pública de Jesús, Él y sus discípulos predicaron el Evangelio sólo a los israelitas (Mt 10). Cuando estos desdeñaron la salvación mesiánica y rechazaron a Cristo, inmediatamente  el Evangelio es anunciado a los gentiles. Antes de la Ascensión, Jesús ordena a sus discípulos anunciar llevar el Evangelio a todas las naciones (Mt 28,19). Entonces el Bautismo de Cornelio por Pedro (Hch 10), convierte en un hecho la conversión de los gentiles y su admisión en la Iglesia, sin la obligación de la ley mosaica.

                  Una vez resuelta la cuestión de principios, ya no la pudo anular ni siquiera la resistencia de los judaizantes. El gran Apóstol de los gentiles fue Pablo, que recibió solemnemente y llevó a cabo la tarea de misionar a los gentiles:

“el mismo Dios que constituyó a Pedro, Apóstol de los judíos, me constituyó a mí, Apóstol de los gentiles” (Gal 2,8).

La primera vez que los gentiles se convirtieron en gran número fue en Antioquía: al encontrar a muchos reunidos en la casa de Cornelio, Pedro les dijo: “Ustedes están enterados de lo que ha sucedido en el país de los judíos acerca de Jesús de Nazaret, a quién Dios ungió con el poder del Espíritu Santo. Él pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio, porque Dios estaba con Él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén… Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos…Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje”  (Hch 10, 37-44).

Esta vez en Antioquía fue la primera vez que se convirtieron a Cristo un gran número de gentiles. Según  Pablo, el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta la conversión de todos los gentiles. Por lo pronto, nosotros ya estamos bautizados y formamos la Iglesia del Señor.

Pero, nos conviene meditar que también nosotros éramos en otro tiempo rebeldes a Dios; pero ahora, “por la desobediencia de los israelitas alcanzamos misericordia; ahora, ellos son rebeldes en atención a la misericordia que Dios ha tenido con nosotros, para que también ellos tengan misericordia; porque Dios ha permitido que todos seamos rebeldes, para tener misericordia de todos” (Rom 11, 30-32).

Admiremos, el himno final del capítulo once de la Carta a los Romanos: “¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios!, ¡Nadie puede explicar sus decisiones ni comprender sus caminos!  Porque: ¿Quién conoce el pensamiento del Señor?, ¿Quién ha sido su consejero?, ¿Quién le ha prestado algo, para pedirle que se lo revuelva?, De Él, por Él y para Él son todas las cosas. A él la gloria por siempre. Amén”.

Pablo es plenamente consciente, de que el cómo y el cuándo de la restauración de su pueblo, pertenece a los planes misteriosos de Dios. Pero, al mismo tiempo está seguro de que se realizará, porque es algo que forma parte del proyecto salvífico general de Dios. De ahí el magnífico himno de alabanza y reconocimiento a los proyectos siempre sabios y soberanos de Dios, con que Pablo concluye la parte doctrinal de su carta a los Romanos. La actitud del creyente ha de ser de aceptación y humildad: Porque Dios es siempre más Grande que cualquiera de nosotros y que todos juntos.

¿Qué conclusión práctica puede tomar cada lector o agente participante en los presentes retos de nuestro Estado y de nuestros Municipios de Durango?  Ya sólo canto: “Todos caminando, vamos caminando: viendo, pensando, actuando con Jesús”.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito

 

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