“Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que está a punto de llegar, el todopoderoso”
Iniciando todavía un nuevo año, asomémonos con un esfuerzo especial y concentrado en las palabras iniciales arriba escritas. La palabra “apocalipsis”, es la traducción literal de una palabra griega que significa retirar el velo o descubrir el misterio que hay detrás de una persona, una cosa o un acontecimiento. Es una revelación o manifestación de algo oculto. Así pues, al asomarnos hoy al Apocalipsis, es porque Dios quiere revelarnos algo.
Los primeros tres versículos funcionan como introducción a todo el libro; que trata de una revelación concedida por Dios y hecha por Jesús, a través de un ángel a su siervo Juan, para que este la comunique a toda la comunidad. Su contenido son los acontecimientos inmediatos y su lugar propio es la celebración litúrgica, en la que intervienen un lector y una asamblea que escucha.
Desde el primer momento se insiste en la presencia de Jesucristo, como centro de todos los acontecimientos narrados en el libro; todo el Apocalipsis se refiere constantemente a su persona y actividad. Se insiste también en la credibilidad del testigo que obtiene el rango de profeta. La bienaventuranza del c.1. v. 3 y las otras 6 proclamadas a lo largo del libro, lo convierten en un libro de dicha y de consuelo y no en un catálogo de desventuras y fatalismos.
Del c.1,v.8, destaquemos el título que encabeza esta página: “Alfa y Omega”, son la primera letra y la última del alfabeto griego: para establecer, que Cristo es el principio y el fin de todas las cosas, por Quién todo ha sido creado y por Quién todo subsiste.
Los capítulos 2 y 3, en su conjunto, son un detallado proceso penitencial que el autor propone a cada una de las siete Iglesias antes de descubrirle el sentido de la historia, pues sólo aquellos que se han convertido a Cristo serán capaces de contemplar el desarrollo de la historia en su profundidad.
A la Iglesia de Efeso: “¡Regresa al primer amor”! A la Iglesia de Esmirna: “¡Sé fiel hasta la muerte”! A la Iglesia de Pérgamo: “¡Cambia de conducta”! A la Iglesia de Tiatira: “¡Conserva la auténtica doctrina”! A la Iglesia de Sardes: ¡”Estén alerta”! A la Iglesia de Filadelfia: ¡Permanece fiel”! A la Iglesia de Laodicea: ¡”Deja tu tibieza”¡ Sin duda, que tales señalamientos y consignas de conducta siguen teniendo vigencia y eficacia para regenerarnos en todo tiempo y lugar.
Nos quedamos con estos incisivos mensajes de la revelación apocalíptica, reconociendo sinceramente que en nuestro derredor actual aún hay síntomas que contrastan con los valores humanos y cristianos que profesamos para impulsar la renovación de las personas, de los diferentes sistemas gubernamentales y de las mismas comunidades religiosas, que deberían servir de estímulo y de fermento en toda agrupación humana de cualquier signo.
Agradeciendo a Dios los tiempos que estamos viviendo, recojamos esta llamada de atención y reflejémonos en ella para servir de fermento en nuestra Iglesia y en las agrupaciones humanas que nos correspondan.
Héctor González Martínez
Obispo Emérito
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