La Palabra de Dios es abundancia del bien
Para iluminar este título, les comparto textualmente un comentario de S. Efrén Diácono, que tiene como título: La Palabra de Dios, fuente inagotable de vida. ¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases?
Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la Palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su Palabra; para que todo el que la estudie, pueda ver en ella, lo que más le plazca. Escondió en su Palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros, pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos a que se enfocara su reflexión.
La Palabra de Dios es el árbol de vida que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de todos lados una bebida espiritual. “Comieron, dice el Apóstol el mismo manjar espiritual y bebieron la misma bebida espiritual”.
Aquel pues, que llegue a alcanzar alguna parte de este tesoro de esta palabra no crea que en ella se halla solamente lo que él ha hallado, sino que ha de pensar que, de las muchas cosas que hay en ella, esto es lo único que ha podido alcanzar. Ni por el hecho de que esta sola parte ha podido ser entendida por él, tenga esta palabra por pobre o estéril y la desprecie, sino que, considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por la riqueza que encierra.
Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El sediento se alegra cuando bebe, y no se entristece porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de vencer tu sed, pero tu sed no ha de vencer la fuente, porque si tu sed queda saciada sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed podrás de nuevo beber de ella; en cambio, si al saciarse tu sed se secara también la fuente, tu victoria sería en perjuicio tuyo.
Da gracias, por lo que has recibido y no te entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tu parte; lo que ha quedado es tu herencia.
Lo que, por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento, si perseveras, lo podrás recibir en otra ocasión.
No te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo lo que no puede ser sorbido de una sola vez, ni desistas por pereza de lo que puedes ir tomando poco a poco.
Héctor González Martínez
Obispo Emérito
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