San Juan Pablo II en Durango

Sr.-Arzobispo-288x300El 9 de mayo de 1990, en el Teatro Ricardo Castro, el Santo Padre Juan Pablo II dirigió su Mensaje a los empresarios de Durango, de México y de Latinoamérica: ocasión para él, “de una comunicación directa y abierta, del espíritu que anima el Magisterio pontificio en materia social,” y para nosotros, “una oportunidad para mostrar comprensión y acogida a la Doctrina Social de la Iglesia”.

            Nos dijo: “desde esta ciudad de Durango, nos sentimos unidos también a los empresarios mexicanos que no han podido venir a este encuentro…, la mirada se extiende a todos los responsables de las actividades económicas en América Latina… el hilo conductor de nuestra reflexión será la figura del empresario y el papel que está llamado a desempeñar en las actuales circunstancias de vuestro continente”.

            “Hemos de contemplar la actividad humana a la luz de la colaboración con Dios, que todo hombre está llamado a prestar. También nuestro mundo de hoy, también México, al igual que toda Latinoamérica, debe hacerse eco de este designio divino y colaborar con el Creador  en la transformación del mundo según el plan de Dios”.

            “Cristo llama a transformar el mundo en cada época. Cristo llama desde las necesidades de cada época. Llama desde los hambrientos y los sedientos; desde los que no tienen casa para alojarse, ni ropa con que vestirse; desde los enfermos y los privados de su legítima libertad (Mt. 25, 31-46). Ahí está Él; en todos ellos se puede reconocer la voz y el rostro de Cristo”.

            “Haciéndome intérprete de esa voz del Señor, la Iglesia no cesa de despertar la conciencia de sus hijos y de todos los hombres de buena voluntad. Precisamente, desde esta perspectiva, quiero compartir con vosotros algunas reflexiones sobre la figura del empresario latinoamericano. La voz del Señor debe hacerse sentir con fuerza en América Latina, pues las profundas diferencias sociales existentes están a la vista de todos y constituyen un gigantesco desafío a quienes tienen una relevante responsabilidad en el campo socio-económico”.

            “En el ejercicio de su misión profética la Iglesia quiere alentar la reflexión crítica sobre los procesos sociales, teniendo siempre como punto de mira la superación de situaciones no plenamente conformes con las metas creadas por el Señor de la creación… Corresponde pues a sus miembros, expertos en los diversos campos del saber, continuar la búsqueda de soluciones válidas y duraderas que orienten los procesos humanos hacia los ideales propuestos por la Palabra revelada”.

            “En el caso concreto de México, hay que reconocer que, a pesar de los ingentes recursos con que el Creador ha dotado a este país, se está todavía muy lejos del ideal de justicia. Al lado de grandes riquezas y de estilos de vida semejantes, y a veces superiores a los de países más prósperos, se encuentran grandes mayorías desprovistas de los recursos más elementales. Los últimos años han visto el creciente deterioro del poder adquisitivo del dinero; y fenómenos típicos de la organización de la economía… han producido dolorosos efectos a todos los niveles. Es preciso repetirlo una vez más: son siempre los más débiles quienes sufren las peores consecuencias, viéndose encerrados en un círculo de pobreza creciente; y ¿cómo no decir con la Biblia, que la miseria de los más débiles clama al Altísimo? (Ex 22, 21-23)”.

            Hace 25 años que San Juan Pablo II, nos dirigió este mensaje, y mirándonos al presente,  advertimos que esta doctrina social, no ha calado en muchas conciencias, ambientes y realidades de México: los análisis de estos tiempos de campaña pre-electoral, previos a la Jornada Cívica del domingo 7 de junio, muestran nuevas pobrezas e injusticias por todos los rumbos de México, violencia que aflora por una y otra parte, persiste y hasta crece la impunidad, se agudiza la abulia cívica, se opaca el interés por acudir a las urnas, dejando a la sociedad para el interés de pocos.

            Tengamos claro: que sin ti y sin mí; México no superará sus desafíos. Por tanto, ciudadano: ponte de pie y disponte a participar en la Fiesta Cívica del domingo 7 de junio.

Héctor González Martínez

                                                                                                                                                                                                                       Obispo Emérito de Durango

 

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