Tres Colegios “De propaganda Fide”

Sr.-Arzobispo-288x300El pasado domingo 28 de junio, visité en su domicilio de la Ciudad de Zacatecas, al Pbro. Dr. Jesús López de Lara, quien vivió en nuestro Seminario Mayor, unos 3-5 años cuando yo era prefecto de Teólogos. Aquí, él inició la experiencia nacional de los Cursos Introductorios al Seminario Mayor. Ahora, el Padre está escribiendo una historia de las Misiones franciscanas realizadas en el norte de México desde los Colegios “De Propaganda Fide”. Él me hizo el favor de regalarme el capítulo V de ese borrador, en que me basaré para esta entrega y la siguiente.

             Fr. Antonio Linaz de Jesús María, con el apoyo del Papa y del Rey reclutaba en España jóvenes franciscanos para fundar el Colegio “De Propaganda Fide” de Santa Cruz de Querétaro. Fr. Antonio Margil de Jesús, nacido el 18 de agosto de 1657 en Valencia, ingresó al noviciado a los 16 años de edad, y después de estudiar filosofía y teología, fue ordenado Sacerdote en 1682; sintiendo  el llamado a pasar a la Nueva España, junto con otros 23 seleccionados, después de tres meses de navegación llegó a Veracruz el 6 de junio de 1683.

              Era maravilloso el nuevo mundo que esperaba a Fr. Margil: geografía fantástica, multitud de razas, lenguas y costumbres; culturas indígenas vivas, dóciles y expectantes algunas y otras indomables y cerradas; montañas gigantescas, barrancas y desiertos inexplorados. Pero, sobre todo, una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios; Santa María de Guadalupe sería para él su inmediata superiora, su Preladita.

            El panorama del trabajo misional no tenía límites: habría de trabajar con pueblos paganos y comunidades ya cristianas, con laicos, religiosas y sacerdotes, en ciudades, pueblos, aldeas y caseríos. Fr. Margil predicará en iglesias, barrios y plazas, enseñando a cantar el Alabado de S. Francisco. En marzo de 1584 comienzan las correrías increíbles de Fr. Margil: sale de su Colegio de Querétaro y va a san Francisco el Grande de México, a Puebla, Orizaba, Córdoba, Campeche y Mérida, Tabasco y Chiapas; a donde llega agotado y enfermo. Recibe la Extremaunción, le preparan el ataúd. Se recupera y en Guatemala trabaja con los indígenas más pobres y miserables; recorre El Salvador, con el crucifijo en lo alto del báculo y cantando. En Nicaragua se hospeda en un pequeño convento franciscano, llega a Costa Rica. Catorce años largos y maravillosos, de duro viajar entre indígenas miserables y hostiles; muchas veces estuvo a punto de morir de hambre o asesinado por los infieles. Su regreso por Chiapas y Oaxaca durante tres años, el 22 de abril de 1697 llega a Querétaro, como Guardián y Superior: habiendo vivido las más duras exigencias de la conquista espiritual, ahora podía formar a otros frailes que continuaran la tarea. Podía orar, estudiar y reponer las fuerzas corporales. En 1698 en un viaje pasa por Morelia, Apaseo, Celaya, Acámbaro, Zinapécuaro y Charo. Por Toluca va a Ciudad de México y regresa a Querétaro, deteniéndose en cada lugar  lo necesario para predicar, confesar y servir a quienes se lo piden.

            Al terminar su trienio, regresa a Guatemala a poner paz y a fundar un segundo Colegio “De Propaganda Fide”. Recorre el Istmo hasta Panamá. El 25 de julio de 1706, estando en Costa Rica recibe orden del P. Comisario General de trasladarse hasta Zacatecas, para fundar ahí otro Colegio “De Propaganda Fide”, ya aprobado por el Rey el 27 de enero de 1704, Colegio establecido en Guadalupe Zac en 1707. De este colegio salieron misioneros para suplir a los desterrados jesuitas en 1767 y misioneros para el norte de México, hasta más allá del Rio Bravo o Grande. Por Fresnillo y Sombrerete llegó a Durango en caminata misionera.

Fr. Antonio Margil de Jesús, fue uno de los más grandes misioneros de todos los tiempos, recorriendo a pie, los caminos desde Panamá hasta Lousiana y Texas: cuarenta años de trabajos y fatigas, afrontando muy variados climas, hostilidad de los infieles, variedad de lenguas, amenazas de martirio, alimentándose a base de raíces, frutas silvestres, maíz y cacao. A los sesenta años estaba flaco, calvo y encorvado; pero seguía caminando a pie, aunque más despacio, sin perder su firmeza y alegría; muriendo en Zacatecas el 6 de agosto de 1726; fue sepultado en la Capilla.

Héctor González Martínez

 Obispo Emérito

 

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