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20 de Junio de 2017
Pronunciada por Mons. José Antonio Fernández Hurtado, Arzobispo de la Arquidiócesis de Durango, en ocasión de la peregrinación de su Arquidiócesis a la Basílica de Guadalupe.
Queridos sacerdotes, religiosos, diáconos, seminaristas, hermanos y hermanas en Cristo Jesús.
Nos sentimos muy contentos de poder realizar esta peregrinación de nuestra Arquidiócesis de Durango a esta hermosa Basílica, para visitar con amor, a la madre de Dios y madre nuestra, la Santísima Virgen de Guadalupe.
Hemos legado a este lugar sagrado, de distintas parroquias y decanatos, tanto del estado de Zacatecas, como del estado de Durango, quienes conforman esta amada Iglesia Particular; también se unen a nuestra celebración personas que viven en esta Ciudad de México y Zona conurbada, las cuales tienen sus raíces familiares en las hermosas tierras de la Arquidiócesis de Durango; también nos acompañan amistades de otros lugares de la Republica Mexicana. Quiero resaltar también la presencia de Nuestros Seminarios Menor y Mayor con sus sacerdotes formadores, sin duda será una grata experiencia en donde crecerá el amo por nuestra Madre Santísima.
El evangelio que hemos escuchado nos relata la visita de la Virgen María a su prima santa Isabel. En el encuentro de las dos madres, se destaca el humilde y pequeño lugar de Galilea, pues la salvación de Dios llega desde un lugar humilde, fuera de las grandes Instituciones religiosas de Israel. También María se dirige a otro lugar de por si humilde, una ciudad pequeña de Judá, identificado como AinKaren (Fuente de la viña).
Es de considerar el largo y escabroso camino de Nazareth hasta la casa de Isabel en Judá. Muchos kilómetros (150 km. 36 hrs.), María en la caravana, un camino de varios días. Eso nos indica la importancia para la Hija de Sion en esta visita, en este encuentro gozoso.
Por tanto, el encuentro de las dos madres, es en realidad el encuentro de los hijos. En el momento del saludo nos manifiesta el gozo de Juan en el seno de Isabel ante la presencia del Señor, el Mesías. Lucas, subraya el tema de la predilección de Dios que se apiada de los pobres y desprotegidos y la confianza en que Dios cumple su promesa. El Señor visita a su pueblo, lo resguarda y lo bendice.
El pasado 25 de abril en la Asamblea del Episcopado Mexicano, en Pbro. Dr. Gustavo Watson Marrón nos dio una conferencia muy enriquecedora sobre el “Acontecimiento de Santa María de Guadalupe”, uno de los puntos que trato fue el de la Inculturación y lo vemos en su imagen se encuentra en este lugar y podemos contemplar.
Reproduzco algunas de sus reflexiones:
En primer lugar está el hecho de que Dios haya querido dejar una imagen. Los pueblos prehispánicos no tenían alfabeto. Todas las cosas las transmitían a través de pinturas, que ahora llamamos códices. Así escribían su historia. Las imágenes eran indispensables para la comunicación entre ellos. El hecho de que a un pueblo que se comunicaba así se le envíe una imagen de la Madre de Dios es una perfecta catequesis.
Un segundo aspecto es el rostro. No es un rostro indio ni español, sino mestizo. Hoy ese rostro es totalmente normal en México, pero no lo era entonces. Apenas está empezando a darse la mezcla de razas. Al principio eso no fue fácil. En el rostro de la virgen de Guadalupe vemos la propuesta de un mensaje de comunión, a fin de superar las diferencias entre las razas a través de la paz y náhuatl, de aquí que su expresión tierna y amorosa, de una madre que contempla a su hijo, indica amor, caricia, protección, inmenso interés por el otro. La manera de mirar la Virgen, de lado equivalía a pensar en el que se mira, no olvidarse de el.
Un tercer elemento simbólico es el del sol, que aparece detrás de la imagen, como abriéndose paso entre la bruma, lo que traía enseguida a la mente indígena una rase que ellos usaban en su idioma para hablar de la llegada de Dios. Como vemos, el talle que marca el cinto no está en la cintura, sino elevado hasta el pecho, mostrando que es muchacha esta encinta, con el sol iluminando al Hijo que viene. El manto representa el cielo lleno de estrellas, y la túnica representa la tierra llena de flores, y el sol esta iluminando el conjunto. Los indígenas contemplaban como un eterno conflicto la sucesión del sol, la luna y las estrellas, por ello se sentían obligados a ofrecer sus sangre en los sacrificios humanos para permitir la permanencia del sol y con ello de la vida. En la imagen plasmada en la tilma de Juan Diego todo está superado. El ángel sostiene con una mano el manto y con la otra la túnica, indicando la unidad cósmica entre el cielo y la tierra que viene a través de aquel que nace en María, Jesucristo.
Se puede decir algo mas sobre las flores presentes, tanto en la imagen como en el relato de las apariciones, el Nican Mopohua. Los pueblos mesoamericanos concebían la verdad, la bondad y el valor del hombre como algo que tiene buenas raíces. Una cosa es cierta o es buena si está arraigada. Por lo tanto, una bella flor es la evidencia de una buena raíz y la promesa de un buen fruto. Para los indígenas, nada había mas bello, nada mas excelso como don de Dios que las flores, porque las flores eran lo mas divino que el hombre poseía en la tierra.
Los invito a que juntos le demos gracias a nuestro Dios, por habernos regalado una Madre que nos ama, a expresarle a la Santísima Virgen María de Guadalupe que la queremos de corazón y le agradecemos profundamente su presencia cercana en esta peregrinación que estamos realizando, nos fortalece en nuestra caminar de discípulos misioneros de Cristo.
Queremos poner en las manos benditas de la Morenita del Tepeyac, la vida de nuestros pueblos y familias, de nuestro presbiterio, parroquias, decanatos, comunidades de religiosas, seminarios, centros de formación para laicos; autoridades civiles; a todos, con sus luces y sombras, alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, salud y enfermedad, todo ello te lo pedimos con sencillez, bendícenos y acompáñanos Madre santa.
Desde octubre pasado, iniciamos en la Arquidiócesis de Durango, un “Proyecto Integral de Pastoral”, algunos ya están participando, muchos todavía no se han enterado, queremos que todos participen, es muy importante la sinodalidad, es decir, caminar juntos: laicos, laicas, religiosos, religiosas, sacerdotes, obispos ¿qué queremos con este proyecto? Queremos revitalizar la Iglesia de Durango; a través de la contemplación (ver), el discernimiento (Juzgar) y el compromiso (actuar), que nos lleve a tener un Proyecto integral que responda al desafío de anunciar con alegría el evangelio en este cambio de época.
Queridos hermanos y hermanas que esta gratificante visita a la Casa de Nuestra Madre, nos fortalezca, que regresemos con bien a nuestros hogares y comunidades, a nuestra parroquia y decanatos, a nuestra amada Arquidiócesis de Durango, animándonos a cambiar siempre, con amor, alegría y esperanza y fe por los caminos del Señor. Dios Uno y Trino nos bendigan y la Virgen de Guadalupe nos acompaña y proteja. Amen.
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