Homilía Domingo XXVIII ordinario; 14-X-2012
Riqueza y disponibilidad
Los conceptos del Antiguo y del Nuevo Testamento sobre la riqueza y la pobreza, contrastan hasta parecer, en algunos casos opuestos. Aún en textos recientes, el Antiguo Testamento se complace en exaltar la riqueza de personajes de la historia de Israel, como de Abraham, Isaac, Jacob, Job, David, Salomón. La riqueza es signo de la generosidad divina, imagen de la abundancia mesiánica. La prosperidad material es signo de la bendición y de la aceptación divinas.
En la lectura del Evangelio, Jesús dice a uno que había cumplido los mandamientos desde su juventud: “Te falta una cosa: vete, vende lo que tengas y repártelo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”. Entristecido por aquellas palabras, “se retiró afligido, porque tenía muchos
bienes”. Jesús dijo a los discípulos: “qué difícil es para los que tienen riquezas entrar en el Reino de los cielos. Es más fácil que un camello pase por el agujero de una aguja, que un rico se salve”.
Se trata de un proverbio propio de la sabiduría oriental, como estos: “un hijo sabio es la alegría de su padre, un hijo insensato es la amargura de su madre; los tesoros mal adquiridos no se aprovechan, una vida honrada en cambio, libra de la muerte; la mano perezosa atrae la pobreza, la mano diligente se enriquece. A los orientales se les facilitan figuras como la hipérbole de un camello o de un elefante pasando por el agujero de una aguja; como la contraposición de la hormiga y el camello. Celso, con Platón asentaba: “es imposible que un hombre extraordinariamente bueno, sea al mismo tiempo extraordinariamente rico”.
El proverbio del Evangelio de Marcos c. 10, “es más fácil que un camello pase por el agujero de una aguja, que un rico se salve”, en sabiduría oriental y bíblica, expresa de una manera tajante la imposibilidad de que el rico entre en el Reino de Dios. Aunque se quiera entender el camello como una soga y el ojo de la aguja como una puerta estrecha, la riqueza es un obstáculo contrario a la salvación. Jesús no suaviza sus palabras ante la pregunta de los discípulos, horrorizados ante la imposibilidad de la salvación; al contrario la subraya: “para los hombres es imposible”; pero Dios, para quien nada hay imposible dará a los hombres la fuerza que de suyo les falta, para separarse de los lazos de la riqueza por el Reino de Dios.
El episodio de las exigencias para entrar en el Reino, es subrayado con el caso de un joven rico, que quiere saber lo necesario para salvarse; y se encuentra con que no basta observar la materialidad de los mandamientos; se exige una renuncia y una donación total. La reacción del rico evidencia que clase de obstáculo sean las riquezas en el camino hacia el Reino. La exigencia proyectada por Cristo asusta a quien quiere ser discípulo; y tal susto es poco disminuido por la reacción de los Apóstoles y por la promesa de Jesús. En realidad el discípulo está continuamente ante una elección: o Dios o las riquezas.
En la primera lectura, el libro de la Sabiduría: “imploré y vino a mí el espíritu de sabiduría: la preferí a cetros y tronos; comparando, estimé en nada la riqueza”. En efecto, pedir a Dios la docilidad de corazón, la capacidad de hacer justicia y de distinguir el bien del mal, equivale a pedir la sabiduría. Salomón la colocó por encima de cualquier otra cosa; por ello, Dios se la concedió junto con muchos otros bienes. Con estas reflexiones los judíos desterrados se defendían de la sabiduría griega, para buscar la sabiduría que viene de Dios; en nuestro caso es la sabiduría del Evangelio.
El Nuevo testamento nos abre una perspectiva nueva. El mensaje del Reino anuncia el don total de Dios, que pide disponibilidad y desapego más completos, para seguir a Jesús. No se puede servir a dos señores, y el dinero es un patrón exigente: sofoca en el avaro la palabra del Evangelio, hace olvidar lo esencial, la soberanía de Dios, en el camino de la perfección cristiana bloquea los corazones bien dispuestos. Precisamente, haciéndose pobre por nosotros, el Señor nos ha enriquecido con sus inescrutables riquezas. Y solo los pobres son capaces de acoger la nueva noticia.
este pasaje bíblico es de mis favoritos, y precisamente hace dos semanas me eligieron en mi parroquia para coordinadora; claramente supe que el Señor Jesús me estaba llamando para ese servicio, y claro que no puse ninguna objeción. lo curioso es que en días anteriores a esto, me fui a informar para terminar la prepa abierta, y estaba con que si o no, bueno pues ahora decidí definitivamente que por lo pronto dejo esa idea y me voy a dedicar al 100% en mi servicio en la parroquia.