Alégrense, la liberación está cerca

Domingo III de Adviento; 15-XII-2013

Alégrense, la liberación está cerca

 

En medio de la austeridad del Adviento, hoy, tercarzo-01er domingo se llama domingo de alegarse. Por eso, el título de esta predicación: “alégrense, la liberación está cerca”.

Meditamos esto en base al Evangelio de S. Mateo: Juan Bautista, encarcelado, “oyó hablar de las obras de Cristo y mandó a preguntarle: ¿eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? Jesús respondió: vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio”. A la luz de este párrafo de S. Mateo, podemos leer los signos que estamos llamados a proyectar para que todos los vean. Sobre todo fijémonos en lo último: “a los pobres se les anuncia el Evangelio”.

 

En el centro de este párrafo, está la pregunta de siempre: saber si Jesús es el Mesías o si hay que esperar a otro: todo depende de qué Mesías se busca. Para Juan Bautista, Jesús realizaba un tipo de Mesías, distinto del que se esperaba. Pero Jesús indica la clave para una respuesta: confrontar las obras con las Escrituras y no escandalizarse del modo humilde de presentarse. Pero, el anuncio del Evangelio permanece siempre válido, porque está proyectado a un tiempo en que será plenamente realizado.

 

Pues Cristo viene como guía de la humanidad descarriada, desconfiada y cansada de regresar a Dios. Él es la cabeza de los redimidos por el camino santo de la obediencia y de la fidelidad. Pero, esta venida de Cristo debe explicitarse en el transcurso de las generaciones: la liberación que se acerca, exige tiempo y fatiga, y el gozo es más bien la lograda meta parcial, que proyecta en esperanza a la meta final.

 

El proceso de liberación humana de sus esclavitudes y condicionamientos internos o externos, arriesga de perder de vista la esperanza última, por la urgencia de acelerar las estructuras deshumanizantes, de concientizar a los hombres y reconducirlos a la dignidad y a la autonomía de personas. Por otra parte, frecuentemente la pereza y el egoísmo de los cristianos oscurece y afecta el anuncio de la liberación de Jesús, cuyos signos son hoy el compromiso por los pobres, los marginados, las minorías, la defensa de los derechos de la conciencia, el compartir la suerte de quien no tiene esperanza.

 

Toda evangelización ha de llevar a una liberación; si no hay liberación no hay auténtica evangelización. El gozoso anuncio del Cristo liberador, resulta creíble si sus mensajeros o agentes saben pagar personalmente, de ser previamente testigos del gozo de ser liberados.

Los cristianos deben saber que anunciar la Buena Nueva de la Salvación, es un mensaje de gozo y de liberación. En un mundo rico en posibilidades, pero al mismo tiempo, envuelto en un juego de contradicciones y hasta juzgado por algunos como absurdo, los cristianos deben comunicar el gozo en que viven: un gozo extraordinariamente realista y que expresa la certeza fundada en Cristo, de que no obstante      las dificultades y las aparentes contradicciones, se está edificando el futuro de la humanidad. Tal y así, es el empeño del cristiano, expresado en una bendición litúrgica: “que el Señor nos haga firmes en la fe, gozosos en la esperanza y activos en la caridad”.

 

Existen muchas satisfacciones humanas, familiares y sociales; pero existe un gozo más profundo, el de quienes se hacen pobres ante Dios y esperan todo de Él y de la fidelidad a su Alianza. Nada, ni la prueba, puede disminuir este gozo. El gozo de Dios es fuerza y poder. La gloria de la Iglesia, en su condición terrestre es el gozo de construir el Reino, la nueva humanidad, el mundo nuevo, la nueva tierra, los nuevos cielos.

Héctor González Martínez

Arz. de Durango

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