Jesucristo resucitado se manifiesta en los Pastores de la Iglesia
En los Hechos de los Apóstoles, después de describir lo acontecido en Cristo, como parte del Plan Salvífico de Dios, S. Pedro resume su anuncio en una frase enérgica: “sepa con certeza todo Israel, que Dios ha constituído Señor y Cristo a Jesús, a Quién ustedes crucificaron”. Los oyentes se conmovieron y reconocieron sus pecados. Así, el Evangelio alcanzó su finalidad, es decir la conversión, el bautismo y el perdón de los pecados. El Bautismo recibido como acto de consagración a Cristo, no sólo es signo del perdón obtenido, sino también sello de pertenencia, al nuevo pueblo constituido por judíos y paganos, pueblo al que se trasladan las promesas hechas desde tiempos antiguas.
En la segunda lectura que es de la primera carta de S. Pedro, al igual que en los Evangelios sinópticos, dirigiéndose a los escribas recientemente convertidos, expuestos a distintas hostilidades, los exhortan a seguir el ejemplo de Cristo. Pero Jesús, no sólo es presentado como un ejemplo, sino también como Aquel que los ha salvado para una vida justa y recta; y que por ello es el guía de sus almas.
Por todo ello, el Evangelio de S. Juan nos presenta a Jesús como el Buen Pastor que conoce a sus ovejas y que ellas le conocen a Él, como puerta para entrar al redil. La imagen del pastor que guía a sus ovejas, era familiar a Israel, pueblo nómada dedicado a pastorear ovejas por el desierto. Esta imagen de pastoreo, alentó en tiempos posteriores, la meditación religiosa de las relaciones con Dios. Sus dirigentes deberían ser servidores del único pastor; pero muy frecuentemente, siguiendo intereses egoístas o visiones políticas inadecuadas traicionaron, desviaron o dañaron el rebaño de Dios.
Pero, Jesús se presenta como pastor según el corazón de Dios, anunciado por los profetas. Él conoce íntimamente al Padre y transmite este conocimiento a los suyos en el Evangelio. Por eso, Él es la puerta, el mediador. Él conoce íntimamente nuestra condición, porque como “cordero” ha llevado son Sí todos nuestros pecados. Él guía a los suyos con la autoridad de quien ama y ha dado su vida; y nosotros, en la fe escuchamos su voz y lo seguimos. Jesús, confió al Colegio de los Apóstoles su ministerio pastoral para con los que ya han traspasado la puerta del redil y hacia aquellos que aún deberán alcanzarla. Este servicio hace efectiva la presencia de Cristo resucitado, en medio de los suyos, la prolonga en el tiempo y en el espacio por medio de la sucesión apostólica y la colegialidad.
Como todas las realidades que se refieren a la Iglesia peregrinante, el servicio pastoral es de orden sacramental y remite hacia Cristo Señor que, invisible, guía a los suyos a la “comunión de vida” con el Padre Celestial, por medio de los ministros de la Palabra y de los Sacramentos. Pero, también en el gobierno y en la responsabilidad de las comunidades y de cada uno de los hermanos, los Pastores saben que su autoridad nace de la obediencia a Cristo que debe buscar todo el cuerpo de la Iglesia debe buscar y de quien ellos toman la voz.
Hoy, el discurso sobre los pastores de la Iglesia no es fácil por los avatares históricos que han deformado prospectivas y falseado mentalidades aún entre los fieles. Con todo, hoy es urgente, restituir a los pastores y a sus funciones en la Iglesia su verdad y su autenticidad. El Obispo no es un dignatario, un alto funcionario del Espíritu, lejano y separado de su rebaño, sino el centro de unidad de la Iglesia Local; el Maestro y el Padre de la familia diocesana. Los sacerdotes no son burócratas o funcionarios a los cuales hay que dirigirse para llenar expedientes o para obtener recomendaciones; tampoco son distribuidores de Sacramentos o de limosnas; son sobre todo, pastores del pueblo, servidores con amor y dedicación; su autoridad es el signo del gobierno del Señor; todo, en relación con Cristo Resucitado.
Héctor González Martínez
Arz. de Durango
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