San Juan Pablo II: El hombre es el camino de la Iglesia
Una de sus grandes encíclicas sociales de San Juan Pablo II es la Centesimus Annus (1991). De ella quiero entresacar algunos párrafos del capítulo VI, donde delinea la Misión de la Iglesia desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia.
En los últimos cien años la Iglesia ha manifestado repetidas veces su pensamiento social, y su única finalidad ha sido la atención y la responsabilidad hacia el hombre, confiado a ella por Cristo mismo, hacia este hombre, que la única criatura que Dios ha querido por sí misma y sobre la cual tiene su proyecto, es decir, la participación en la salvación eterna. No se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e histórico: se trata de cada hombre, porque a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio.
De ahí se sigue que la Iglesia no puede abandonar al hombre, y que este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente conduce a través del misterio de la encarnación y de la redención.
Es esto y solamente esto lo que inspira la doctrina social de la Iglesia. Si ella ha ido elaborándola progresivamente de forma sistemática, es porque toda la riqueza doctrinal de la Iglesia tiene como horizonte al hombre en su realidad concreta de pecador y de justo.
La Iglesia, especialmente hoy día, mira al hombre, inserido en la compleja trama de relaciones de la sociedad moderna. Las ciencias humanas y la filosofía ayudan a interpretar la centralidad del hombre en la sociedad y a hacerlo capaz de comprenderse mejor a sí mismo, como “ser social”. Sin embargo, solamente la fe le revela plenamente su identidad verdadera, y precisamente de ella arranca la doctrina social de la Iglesia, la cual, valiéndose de todas las aportaciones de las ciencias y de la filosofía, se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación.
De esto se deduce que la doctrina social tiene de por sí el valor de un instrumento de evangelización: en cuanto tal, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela al hombre a sí mismo. Solamente bajo esta perspectiva se ocupa de lo demás: de los derechos humanos de cada uno, la familia y la educación, los deberes del Estado, el ordenamiento de la sociedad nacional e internacional, la vida económica, la cultura, la guerra y la paz, así como del respeto a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte.
La Iglesia conoce el “sentido del hombre” gracias a la Revelación divina. “Para conocer al hombre, el hombre verdadero, el hombre integral, hay que conocer a Dios”, decía el Papa Pablo VI. La antropología cristiana es realidad un capítulo de la teología y, por esa misma razón, la doctrina social de la Iglesia, preocupándose del hombre, interesándose por él y por su modo de comportarse en el mundo, pertenece al campo de la teología y especialmente de la teología moral.
La dimensión teológica se hace necesaria para interpretar y resolver los actuales problemas de la convivencia humana. Lo cual es válido tanto para la solución “atea”, que priva al hombre de una parte esencial, la espiritual, como para las soluciones permisivas o consumísticas, las cuales con diversos pretextos tratan de convencerlo de su independencia de toda ley y de Dios mismo, encerrándolo en un egoísmo que termina por perjudicarle a él y a los demás.
La Iglesia, cuando anuncia al hombre la salvación de Dios, cuando le ofrece y comunica la vida divina mediante los sacramentos, cuando orienta su vida a través de los mandamientos del amor a Dios y al prójimo, contribuye al enriquecimiento de la dignidad del hombre. Pero la Iglesia, así como no puede abandonar nunca esta misión religiosa y trascendente en favor del hombre, del mismo modo se da cuenta de que su obra encuentra hoy particulares dificultades y obstáculos.
Esta es la razón del por qué la Iglesia se compromete siempre con renovadas fuerzas y con nuevos métodos en la evangelización que promueve al hombre integral, así lo queremos hacer realidad en nuestra Arquidiócesis de Durango. Hoy más que nunca la Iglesia seguirá siendo “signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana”, como ha tratado de hacer siempre desde el comienzo de su existencia, caminando junto al hombre a lo largo de toda la historia.
Durango, Dgo., 22 de Junio del 2014.
+ Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
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