Homilía Misa Crismal 2015
1.- Queridos sacerdotes, religiosos, diáconos, religiosas, seminaristas, miembros de grupos, movimientos y asociaciones, hermanos y hermanas en Cristo Jesús Nuestro Señor.
2.- En esta Santa Misa, renovaremos las promesas sacerdotales y bendeciré los oleos- los aceites que son instrumentos de salvación:
- Con el Santo Crisma que se consagra, serán ungidos los nuevos bautizados y signados en la frente los que se confirmaran, así mismo el Santo Crisma es usado para consagrar a los nuevos sacerdotes y dedicar nuevos templos;
- El aceite de los catecúmenos se utilizara para quienes reciban el bautismo.
- Con el óleo de los enfermos, nuestros hermanos dolientes son aliviados y fortalecidos de sus enfermedades.
3.- En la primera lectura del libro de profeta Isaías escuchamos: “ El espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido”… estas palabras se refieren ante todo a la misión mesiánica de Jesús, consagrado por virtud del Espíritu Santo y convertido en Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, sellada con sangre. Todas las prefiguraciones del sacerdocio en el antiguo testamento encuentran su realización en Jesucristo, único y definitivo mediador entre Dios y los hombres.
4.- En el evangelio escuchamos: “Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír” (Lc. 4,21). Así comenta Jesús en la Sinagoga de Nazaret, ante los ojos atónitos de sus interlocutores, el anuncio profético de Isaías. Afirma que Él es el ungido, a quien el Padre ha enviado para traer a los hombres la liberación de sus pecados y anunciar la buena nueva a los pobres y afligidos; Él es el que ha venido a revelar el rostro amoroso de su Padre; ha venido a proclamar el tiempo de gracias y de misericordia.
“Todos los ojos estaban fijos en él”. (Lc. 4,20). También nosotros, como las personas presentes aquel día en la Sinagoga de Nazaret, somos invitados a poner nuestra mirada en el Redentor, que “Ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre” (Ap. 1,16). Si, cada bautizado participa de su sacerdocio real y profético “Para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios” (1Pe2, 5), los presbíteros estamos llamados a vivir en el servicio al sacerdocio común de los fieles; así pues, gracias la sacramento del Orden, la misión encomendada por el Maestro a sus apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos.
5.- Queridos hermanos sacerdotes hoy estamos invitados de manera especial a valorar e don de la vocación a la que hemos sido enviados y enviadas. Dios nos ha elegido y nos ha destinado para dar mucho fruto… el día de hoy queremos reafirmar juntos nuestra fidelidad y nuestro amor al Señor y a nuestro pueblo.
6.- ¡Qué grande es para nosotros este día! ¡Día del sacerdocio, de nuestro sacerdocio! Aquel jueves Santo, Jesús nos convirtió en Ministros de su presencia sacramental entre los hombres, puso en nuestras manos su perdón y su misericordia, y nos hizo el regalo de su sacerdocio para siempre.
¡Tú eres sacerdote para siempre! Resuena en nuestra alma esta llamada, que nos hace percibir que nuestra vida está vinculada indisolublemente a la suya, para siempre.
Además de dar gracias por este don misterioso, no podemos dejar de confesar nuestras infidelidades, todos consientes de la debilidad humana, pero confiando en el poder salvador de la gracia divina, estamos llamados a abrazar el “Misterio de la Cruz” y a comprometernos aún más en la búsqueda de la Santidad.
Este día especial de nuestro sacerdocio, el Señor Jesús nos invita a meditar en nuestro “ser” y, en particular, sobre nuestro camino de santidad, de esto surgirá después el “quehacer” el impulso apostólico.
Con este espíritu, renovaremos dentro de unos minutos las promesas sacerdotales. Se trata de un Rito que cobra su pleno valor y sentido precisamente como expresión del camino de santidad, al que el Señor nos ha llamado por la senda del sacerdocio.
7.- También quiero animar a toda la comunidad cristiana, a cada una de las Parroquias y Decanatos, a leer, reflexionar y aplicar la primera Exhortación Apostólica, del Papa Francisco “Evanagelii Gaudium” – “La alegría del Evangelio”, él la escribió, fundamentándose en la Palabra de Dios considerando el magisterio pontificio y de los episcopados del mundo, particularmente el documento de Aparecida, así como el Sínodo de los Obispos sobre el tema “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana, nos muestra la comunidad de la fe y nos invita a ser audaces discípulos misioneros de Cristo, compartiendo a todo el gozo del Evangelio”.
La Evangelización obedece al mandato misionero de Jesús (CF.Mt28, 19-20). “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan… “primerear” es experiencia de la iniciativa del Señor, que nos ha primeriado en el amor (Cf1Jn4, 10), y como Él, buscar a los lejanos y excluidos, para brindar misericordia. Como consecuencia la Iglesia sabe “involucrarse”, “achica distancias, se baja hasta la humillación si es necesario…luego acompaña a la humanidad en todos sus proceso, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico” (n.24).
Ojala digamos con el Papa Francisco: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado de evangelización… la reforma de estructuras que exige la conversión pastoral solo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras” (n.27).
Tomemos en serio este documento transcendental en nuestra Iglesia, todos, sacerdotes, religiosos, diáconos, religiosas, seminaristas y agentes de pastoral laicos.
El 21 de noviembre día memorable en que inicié una nueva etapa en mi Ministerio Pastoral, en las instalaciones de “La Velaria” resonaron esas palabras que expresé y que es un deseo vivo para que se hagan realidad en cada una de las Parroquias de esta amada Arquidiócesis de Durango: “Anunciar con alegría el Evangelio, y juntos impulsar la Nueva Evangelización”.
8.- Pido a la Santísima Virgen María, la inmaculada concepción, “Estrella de la Nueva Evangelización, al Señor San José; nos sigan protegiendo e intercediendo, para que seamos discípulos misioneros de Jesucristo, y así seamos colaboradores entusiastas en la construcción de su reino. Amén.
+ José Antonio Fernández Hurtado
IX Arzobispo de Durango