Desencuentros y Nuevos Refuerzos
Cuando llegaron los doce franciscanos, ya Cortés había prohibido los sacrificios humanos; estos públicamente ya no se hacían, pero de noche y en secreto, por cerros y lugares solitarios y en templos paganos todavía en pie, los indígenas seguían sacrificando; los templos seguían servidos con sus ceremonias antiguas, y en la noche se escuchaba la gritería de bailes, cantares y borracheras.
Los frailes entonces, acordaron derrocar y quemar los templos y no parar hasta tenerlos todos echados por tierra, junto con los ídolos, aunque se pusieran en peligro de muerte. Empezaron por Texcoco, Tenochtitlán, Tlaxcala y Huejotzingo. Al ver la osadía de los frailes, los indígenas entraron en tal miedo y temor, que después bastaba que algún fraile enviara un niño con rosario u otra señal, para que los mayores dejaran inmediatamente su idolatría, hechicería o borrachera.
En la junta de los primeros doce frailes, organizaron metódicamente la enseñanza de la doctrina cristiana. Los gobernadores indígenas de los pueblos, en días festivos, por la mañana, temprano, llamarían a los vecinos y procesionalmente los conducirían para la Misa y la instrucción debida en los rudimentos de la fe. Aparte, los niños guiados por personas mayores, en la iglesia aprenderían doctrina y música.
El 26 de junio de 1526 llegaron los primeros domínicos: con Fr. Tomás Ortiz al frente, quien pronto promovió intrigas entre Cortés y Luis Ponce de León, por lo que tuvo que regresar a España dejando a Fr. Domingo de Betanzos y a otro fraile.
En 1527, a petición de Carlos V, vino el dominico Fr. Julián Garcés, como primer Obispo en México, designado para la Diócesis de Tlaxcala-Puebla, erigida el 13 de octubre de 1525. También en 1527, Carlos V propuso a Fr Juan de Zumárraga, como Obispo para la Diócesis de México; llegó a principios de diciembre de 1528, antes de ser consagrado.
Fray Juan de Zumárraga, inmediatamente intervino en los disturbios suscitados por la Primera Audiencia. Los años de 1528-1530, fueron perjudiciales para el desarrollo integral de la joven Colonia, pues, los Oidores, sólo pretendiendo reunir, a la mala, altas cantidades de oro, lo arrancaban a los indígenas principales, chocando violentamente los Oidores y el Obispo Fray Juan de Zumárraga, quién excomulgó a los Oidores y puso en entredicho a la ciudad del 7 de marzo al 17 de abril de 1530.
Por las enérgicas y repetidas instancias del Obispo Zumárraga, fueron depuestos los primeros Oidores y fueron nombrados otros nuevos, a cuya cabeza figuraba como presidente el Obispo de Santo Domingo, Sebastián Ramírez de Fuenleal. Fue difícil y tortuoso el trabajo de los primeros años de la administración civil, pero se restableció el orden bajo bases firmes. Al año siguiente, la Santísima Virgen de Guadalupe, se hizo presente tomando la iniciativa a favor del México naciente.
Héctor González Martínez
Arzobispo Emérito de Durango
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