Migración de Tlaxcaltecas hacia el Norte

Sr.-Arzobispo-288x300De miércoles a domingo de la semana pasada, visité Tlaxcala, para sus fiestas religiosas. Pude apreciar aspectos culturales y religiosos en una hermosa y bien lograda inculturación que perdura hasta el presente: fervor mariano, historia, arquitectura civil y religiosa con muchos retablos barrocos,   el lugar de los tres Beatos Niños Mártires de Tlaxcala,   vida cívica y vivencia cristiana,  celebraciones litúrgicas, participación de los fieles, repetidos repiques de campanas, abundante pólvora, comunicación cristiana de bienes.

            En Huamantla, “la noche en que nadie duerme”: ríos de gente a pie, por las calles tapizadas con pétalos de variadas flores formando tapetes, por los cuales pasó la Imagen de la Santísima Virgen. Una  corrida de toros (que comienza con la vuelta al ruedo y una oración, presidida por el Sr. Obispo de Tlaxcala). Culminando todo con la Eucaristía de media noche y la procesión por las calles con la imagen de Ntra. Sra. de la Caridad.

            Estos datos que pude captar muestran que los primeros Misioneros llegados a la Nueva España, lejos de ser rudos o ignorantes, habían recibido una seria formación posterior al Concilio Tridentino; valores religiosos que supieron inculcar en el alma indígena, de modo que sus huellas   vienen atravesando  los tiempos hasta nuestros días.

            Pero, mientras la vida cristiana se había establecido seriamente en Tenochtitlan, Texcoco, Huejotzingo y Tlaxcala;  más al norte, existían muchas otras etnias como zacatecas, tepehuanos, acaxees, xiximíes,  tarahumares, conchos, pames, copuces, guachichiles, guaxabanes, tepeques, guames, cazcanes,  etc. ocupando parte del  extenso territorio globalmente denominado  “La Gran Chichimeca”. Un común denominador de esos grupos  era ser nómadas y reacios a la vida en pueblos,  dedicados a la caza y a la recolección; sus incursiones causaban grandes destrozos en villas y caravanas españolas. Como defensa contra esas tribus nómadas, se construyeron presidios de militares habitados por cholultecas, mexicas, tarascos y otros indígenas evangelizados.

            Pero los ataques chichimecas no paraban; cuando surgió el oficial mestizo Miguel Caldera, quien recorrió la “Gran Chichimeca”, obsequiando ropa y comida buscando pacificar a los chichimecas y hacerlos sedentarios; .entonces, en 1590 el Virrey Luis de Velasco II nombró a

Miguel Caldera como Justicia Mayor de los asentamientos chichimecas.

            Miguel Caldera y los franciscanos pidieron que el Rey apoyara con  cuatrocientas familias indígenas cristianas para colonizar y cristianizar la Gran Chichimeca: haciéndolos cristianos y enseñándoles a vivir en pueblos; a los tlaxcaltecas que aceptaran ir a colonizar se les concederían privilegios llamados capitulaciones, que heredarían sus descendientes. Se reclutaron aproximadamente 1100 personas, entre varones, mujeres, casados, solteros, viudos y niños  de los cuatro señoríos de Tlaxcala; acompañados por  frailes franciscanos, salieron de Tlaxcala en la primera semana de junio de 1591, el 15 de junio divisaron la Ciudad de Tenochtitlán, donde se reunieron con el Virrey Luis de Velasco

            La caravana siguió por el camino de la plata; el 6 de julio llegó a S. Juan del Río y ahí levantaron un censo. Luego, una parte quedó en S. Miguel Mexquitic; otra parte colonizaría Colotlán Jalisco; otra parte iría a San Andrés del Téul y otros lugares de Zacatecas; y otra iría a Coahuila y Nuevo León. Al principio se logró que los chichimecas se hicieran sedentarios por medio del cultivo de la tierra. Pero, en los varios rumbos y destinos fueron teniendo distintas dificultades. Sin embargo, en medio de todo, se fueron abriendo camino, y fueron sirviendo de fermento e impulso tanto a la fusión cultural y religiosa para  una nueva sociedad y una nueva cristiandad. Y surgieron las nuevas expresiones religiosas, culturales y civilizadoras, de que ahora disfrutamos.

     Héctor González Martínez

Obispo Emérito

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