Informe del P. Nicolás de Arnaya (2)

3333550107_dd87082e26_q“Este mismo viejo hechicero, o el demonio, ha hecho la misma diligencia, antes y después, con los Acaxees y Xiximes, naciones más distantes y que confinan con esta. Apareciéndose a los Xíximes más mozo y en figura resplandeciente con un arco y dos flechas en las manos y una piedra de media vara de alto, que hablaba en todas las lenguas, y el que interpretaba lo que la piedra les decía. Y así mismo, entre los mismos Xíximes fue fama que otro indio difunto, apareció sobre su sepultura diciendo a otro que presto vendría ahí su dios, y entonces él resucitaría para casarse con su mujer”.

“A los Acaxees apareció así mismo más mozo con un cristal o espejo sobre el vientre transparente por ambas partes, que con eminencia hablaba todas las lenguas, con tal fuerza de palabras, que les parecía, como diciendo a los  indios no dejar de hacer lo que les mandaba. Este mismo demonio, a otro, con los mismos intentos se puede entender, que es el que el mismo Padre Alberto Clerici, por medio de la imagen de nuestro santo Padre, el día de su fiesta de este año de 1616, auyentó de una india enferma como se refirió en las Misiones de Sinaloa, cuya elocuencia parecía rara, y que en los tonos imitaba a nuestros predicadores, persuadiéndola dejase la fe y los Padres y se volviese a su antigua idolatría y teniéndole a él por su dios”.

“De estas persuasiones y diabólicos enredos se ha seguido el efecto y lastimoso estrago, que referiré sumariamente, sacado con lo demás dicho de dos informaciones, una hecha auténticamente por el Gobernador; y la otra, así mismo, auténtica por el Vicario de la Villa de Durango, por diversos testigos de parte y de oficio, que en lo que diré convienen, y de cartas del mismo Gobernador, y del P. Francisco de Arista, Superior de esta Residencia y Visitador de aquellas Misiones y de otros Padres”.

                  “Formada pues, y asentada la conjuración, trataron de iniciar el alzamiento a un tiempo en todos los pueblos, estancias y reales de minas de los españoles, y porque era célebre la Festividad de la Presentación de nuestra Señora en el pueblo del Zape, y este año mucho más por haberse de dedicar un altar e imagen de bulto de la Santísima Virgen, de muy preciosa hechura, que para esto se había llevado de México, determinaron que el día del General Alzamiento fuese el de aquella festividad, que es el 21 de noviembre, porque los españoles, congregados en El Zape, mal armados y (des)prevenidos, no podrían resistir al ímpetu y previsión de los enemigos, y convocados los mismos españoles a la fiesta, y desamparados los pueblos, lugares y reales podrían más a su salvo, con menos gente en cada parte, hacer el estrago que pretendían”.

“Más anticipáronse inconstantemente en el pueblo de Santa Catalina, donde se dividen los caminos de los Reales de Minas de Guanaceví, S. Andrés, Topia y otras partes, con ocasión de que en una casa de Santa Catalina habían cantidad de mercaderías para llevar a Guanaceví, y los indios que supieron que las habían de llevar antes del plazo señalado, por no perder esta presa maduraron antes su determinación, dando asalto a las mercaderías, y matando cruelmente al P. Hernando de Tobar religioso profeso de nuestra Compañía, junto al mismo pueblo de Santa Catalina a donde había bajado de S. Andrés para ir a México por orden de obediencia. Habíanle recibido los indios y agasajado ahí con disimulación y engaño, dándole de comer y maíz para sus cabalgaduras, y al día siguiente queriendo proseguir su camino, le fueron a alcanzar y comenzáronle a flechar a él y a un español llamado Alonso Crespo, que venía en su compañía, que escapó; prendieron al Padre y le llevaron diciendo, veamos este, que es Santo, cómo lo resucita su Dios; qué piensan estos que no hay sino enseñar Padre Nuestro que estás en el cielo y Dios te salve María. Y a poco rato que anduvieron, estando predicando el Padre, un indio le dio una lanzada en los pechos, de lo que dentro de poco expiró, encomendándose y llamando a Dios, de veras y ahinco. Fue su muerte el miércoles 16 de noviembre del 1616. Un indio mexicano llamado Juan Francisco, que los otros llevaban preso, vio al Padre expirar; y después que escapó hasta Guadiana, juró haberlo visto tendido y expirar”.

Este P. Tovar, nació en la Villa de S. Miguel, Culiacán, Sinaloa, en 1581. Su familia era como la Betania para todos los Misioneros Jesuitas en la región. Hernando, desde niño los conoció a todos y se aficionó a ellos, particularmente al primer jesuita Gonzalo de Tapia martirizado en Sinaloa en 1594. A la edad de 17 años, Hernando ingresó a la Compañía y fue enviado a Santa Catarina de Tepehuanes, fue el primero  martirizado.

Héctor González Martínez

Obispo Emérito

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