El Evangelio de la Vida una buena noticia para los hombres de todas las épocas y culturas
El próximo 25 de marzo, celebramos la “Anunciación del Señor” y ése día celebramos el “Día de la Vida”. Celebramos el derecho a nacer de los concebidos y el respeto a la vida y la dignidad de todo ser humano.
El Catecismo de la Iglesia Católica (2270-2275) nos dice que la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.
Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción.
El derecho inalienable de todo individuo humano inocente a la vida constituye un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación. Los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado. Es un derecho fundamental el derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la concepción hasta la muerte.
El Papa Francisco en un Discurso a los Ginecólogos Católicos (20 sept. 2013): ha hecho un fuerte llamado a la “la apertura a la vida” que debe estar en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesarias para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social. La acogida de la vida forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca.
Ha hecho también un llamado a rechazar la mentalidad de lo útil, de la “cultura del descarte”, que hoy esclaviza los corazones y las inteligencias de tantos y que tiene un altísimo costo: exige eliminar seres humanos, sobre todo si física o socialmente son más débiles. Nuestra respuesta a esta mentalidad es un ‘sí’ decidido y sin vacilaciones a la vida. El primer derecho de una persona humana es su vida.
Todo niño no nacido, pero condenado injustamente a ser abortado, tiene el rostro de Jesucristo, tiene el rostro del Señor, que antes de nacer y luego apenas nacido, ha experimentado el rechazo del mundo.
El Papa también ha invitado a todos a ser testimonio y difusores de la “cultura de la vida”. Nuestro ser católicos comporta una mayor responsabilidad: primero que nada hacía nosotros mismos, por el esfuerzo de coherencia con la vocación cristiana, y luego hacia la cultura contemporánea, para contribuir a reconocer en la vida humana la dimensión trascendente, la impronta de la obra creadora de Dios, desde el primer instante de la concepción. A esto nos llama la Nueva Evangelización que exige con frecuencia ir contracorriente, el pago en persona. El Señor cuenta también con nosotros para difundir el “Evangelio de la vida” (Juan Pablo II El Evangelio de la Vida)
Ante las innumerables y graves amenazas contra la vida en el mundo contemporáneo, podríamos sentirnos como abrumados por una sensación de impotencia insuperable: ¡el bien nunca podrá tener la fuerza suficiente para vencer el mal!
Este es el momento en que el Pueblo de Dios, y en él cada creyente, está llamado a profesar, con humildad y valentía, la propia fe en Jesucristo, “Palabra de vida” (1 Jn 1, 1). En realidad, el Evangelio de la vida no es una mera reflexión, aunque original y profunda, sobre la vida humana; ni sólo un mandamiento destinado a sensibilizar la conciencia y a causar cambios significativos en la sociedad; menos aún una promesa ilusoria de un futuro mejor. El Evangelio de la vida es una realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona misma de Jesús, el cual se presenta al apóstol Tomás, y en él a todo hombre, con estas palabras: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”(Jn 14, 6)
Durango, Dgo., 23 de Marzo del 2014 + Mons. Enrique Sánchez Martínez
Obispo Auxiliar de Durango
Email: episcopeo@hotmail.com
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